Escena

María Caudevilla recuerda que ‘No somos ángeles’ en la Sala Cuarta Pared

Por Meritxell Álvarez Mongay

Escribió su primera obra teatral desde el vientre de su mamá, y ahora, con poco más de 15 meses, acaba de estrenar No somos ángeles. Greta está emocionada, y corretea por la Sala Cuarta Pared como si fuera su casa. A los periodistas, parece estar ya acostumbrada. Coge la grabadora con soltura. Sabe que vengo a entrevistarla.

Cartel de 'No somos ángeles'
Baraka Teatro. Sala Cuarta Pared.

“Escribí No somos ángeles estando embarazada, y la hemos co-dirigido juntas”, bromea María Caudevilla. Su hija nos lo confirma: “¡Ma-má!”

Le preguntamos a la precoz autora de qué va la obra, pero Greta ha quedado para merendar con su productor, José Manjón, que hace las veces de padre y, en Baraka Teatro, de actor. Más tarde, entre la compota y la siesta, quizá nos atienda.

Mientras, María Caudevilla responde en su lugar: “Son cinco personas (Luis Escudero, Ximena Vera, José Manjón, Elisa Niño y Quique Fernández) que acaban conociéndose y entablando amistad un poco con la excusa de hacer teatro. Pero el tiempo les va cambiando y acaban por separarse, hasta que el líder del grupo sufre un accidente que les vuelve a unir.” Eloy padece un ictus cerebral que le impide acordarse de nada. Su mente sólo puede sentir el presente, y serán sus amigos quienes le ayuden a recordar por qué merece la pena que se levante de la silla de ruedas para volver a empezar.

Una llamada que cambia nuestra vida

“Una llamada puede cambiar nuestra existencia para siempre –constata María Caudevilla –. A veces es un accidente; a veces, la muerte de un ser querido; a veces, perder un trabajo… Nuestros días están contados, y estas cosas surgen para que no perdamos el tiempo y nos demos cuenta de lo que es realmente importante en la vida.” Para que nos demos  cuenta –como dice el poema de Mª del Rosario Neira Piñeiro en que el título de la obra se inspiró –de que no somos ángeles, sino tierra en busca de un trocito de inmortalidad; que no somos hermosos ni sabios; que no volamos, sino que nos arrastramos, caminamos tropezando y nos rompemos con facilidad.

“Vivimos en una especie de burbuja ególatra en la que damos por hecho muchas cosas –apunta la directora –. Damos por hecho que cobraremos la nómina cada mes; damos por hecho que tendremos la misma casa siempre; damos por hecho que quien nos quiere nos va a querer eternamente… Sé que en estos momentos hay mucha gente pasándolo muy mal, pero hemos vivido de flechazo con préstamos e hipotecas, y era de esperar. Como es de esperar también que, como no pongamos medidas, nos cargamos la fauna y la flora del planeta. Lo sabemos hace un montón de tiempo, pero sólo nos pondremos las manos a la cabeza cuando queramos ir a la playa de vacaciones y esté toda llena de basura y pájaros muertos.”

Escena de 'No somos ángeles'
Baraka Teatro. Sala Cuarta Pared

Federico García Lorca y María Caudevilla

María comparte con Federico García Lorca la visión del teatro como servicio público y, después de dedicarle su primer montaje, la autora no ha podido evitar citarle en No somos ángeles: “Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo; como el teatro que no recoge el latido social, el latido, histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama «matar el tiempo».”  

Sueño Lorca o el sueño de las manzanas –que en enero de 2013 volverá a representarse, junto a Miguel Hernández: labrador del viento, en los escenarios de Londres –fue un éxito rotundo de crítica y público. “Gracias a que estuvimos en la sala pequeña del Teatro Español, pudimos ganar dinero para No somos ángeles y, por lo menos, pagar al personal, aunque no mucho, la verdad.”

Imágenes poéticas y cinematográficas

Pero, aunque los bienes sean escasos, los de Baraka Teatro saben cómo administrarlos. “Todo lo que es escenografía y puesta en escena es reciclado, de donaciones y cosas que encontramos.” Por ejemplo, un televisor roto, una farola y una lámpara, una butaca desgarrada, burros y percheros o un baúl mugriento que consiguieron por Internet, y que dan al espacio un aspecto vintage. “Es una nave de pueblo llena de cachivaches donde los protagonistas establecen la sede de su compañía teatral.”

Sin embargo, es mucho más que el lugar donde  los actores se reúnen para ensayar: es un piso, es un parque, una clase, una playa y un hospital. Imágenes tan poéticas como cotidianas y, sobre todo, muy cinematográficas, con las que los personajes se convierten en titiriteros y viajan a su infancia, igual que lo hace la autora para recordar sus primeros pinitos como directora: “De pequeña, cogía una bola del mundo, me disfrazaba de piloto, ponía a mi hermano y a mi primo de azafatos, nos encerrábamos todos en una habitación y me inventaba que estábamos en una nave espacial y que íbamos a despegar.”

Nada comparado con la proeza de Greta, que, cumpliendo su palabra, se incorpora a la entrevista después de la merienda. “¡Ma-má!” A su manera, nos cuenta que le encanta el teatro para bebés y que, cuando Baraka inició su andadura, no corría ningún niño entre bambalinas. Después de seis años, ya son cinco barakitos, y esperan que pronto se incorpore otro más. “Me está entrando ganas de hacer un infantil de calidad que hable sobre los derechos del niño”, adelanta María Caudevilla. Y ya nos podemos imaginar quién le ayudará… “¡Ma-má!”

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