Una lesbiana experimento perdida en el mundo del esperma
Ni recuperarme de la boda de Ceci y ya tener invitaciones para unos veinte eventos. La primavera en el mundo de las artes es un hervidero de copas de champagne, who is who disimulado, caza y captura de editor o galerista y sonrisas de aplomo ante los pesados, los comentarios frívolos, los autores que se tiran a tu cuello y las borracheras demenciales de todo este mundillo perdiendo la dignidad. En realidad no es importante si pierdes los papeles en alguna de estas ocasiones, lo que pasa en la primavera de las artes, en la primavera de las artes queda.
En este contexto y cargada de trabajo hasta las cejas, porque claro, la gente lo obvia, pero es el momento de acumular estrés como para que te estallen las cervicales (de ahí las borracheras gloriosas, ahora que lo pienso), observo que el primer evento reseñable no tiene que ver con la literatura, sino con el arte, todas las artes eligen la misma época: Teresa inaugura una exposición interesantísima de un fotógrafo cowboy homosexual texano en su galería. Hacía bastante que no veía a Teresa y me picaba la curiosidad sobre cómo le iría con Lesbiana Tóxica. Deseaba que bien, pero era más que probable que, estadísticamente, a estas alturas de la película Tóxica hubiera empezado a hacer cosas raras.
No me equivoqué ni lo más mínimo. Allí estaba yo, con mi americana y mis vaqueros rotos (había aprendido algo desde mi primer encuentro con Teresa y ya no tenía el aspecto de una Annie Lennox pasada de vueltas), con mi copa de un cava que promocionaban a la vez que las fotografías (estas cosas siempre me han parecido divertidas), escuchando a una Teresa embutida en un Channel rosa que, pese a lo que estaba diciendo, parecía absolutamente serena.
-Tóxica quiere que tengamos un hijo.
Miré de refilón las fotografías de aquellos cowboys desnudos luciendo priápicos penes erectos delante de paisajes serenos llenos de vacas de ojos mansos y pensé por un instante que lo que estaba a punto de suceder iba a ser tan inquietante como aquellas fotografías. Todo parece sereno, un paisaje con vacas mustias, y de repente hay algo que no cuadra, el que las cuida está desnudo con la polla en la mano… ¿con qué intención?
-¿Es consciente de que es bastante poco probable que tengas esperma para proporcionarle? -Pregunté dando un sorbito a mi copa.
-Sí, lo primero que le dije es que yo no quería estar embarazada, que no necesitaba eso, que no tenía ese instinto.
-Bien por ti. Me hubiera replanteado lo que te conozco si de repente te gustase tener barrigones.
-Pero si yo entiendo que ella quiera ser madre. Se puso rara después.
Allí estaba, la foto de la polla descomunal delante de un perfecto beatus ille.
-¿Qué entiendes por rara?
-Bueno, me dijo que sí, que quería tener hijos y ser ella la madre, pero que quería que se pareciesen a mí.
-Ah. Todo eso en realidad tiene mucha lógica, como el deseo de volar, pero cuando no se puede no se puede.
-Ya, por eso me ha sugerido que le pida el esperma a alguien de mi familia.
Casi se me cae la copa de la mano. Estaba mirando a aquella galerista divina, con su traje carísimo, parapetada frente a una fotografía cuasi pornográfica y no podía reaccionar.
-¿A quién?
-A mi padre o a alguno de mis hermanos. Dice que así el niño tendrá mis ojos.
La enganché del brazo y la arrastré fuera de la galería.
-Tú te vas a fumar un cigarro ahora mismo. Te han entrado unas ganas locas y tienes que salir a fumar. Eso la gente lo entiende.
Salimos mientras Teresa saludaba a diestro y siniestro, sonriendo y moviendo la mano ante sus invitados, haciendo el gesto de ir a fumarse un paquete entero de Lucky.
-¿No habrás dicho que sí? -Casi le grité.
-Bueno, se lo comenté a mi hermano por encima, a ver qué decía.
-¿Tú eres tonta?
-Bueno, mientras se lo estaba comentando no paraba de pensar en lo raro que sería, algo así como su padre tío, su tío padre, no sé… ni siquiera podría llevarle la contraria si decidiera regañarle.
-¿Qué te dijo tu hermano?
-Que Tóxica estaba loca. Y que la dejara ahora mismo o me rompería el corazón.
Puso una voz tan triste al decir eso, la vi tan desesperada por obtener el amor de Tóxica a costa de cualquier cosa, que la comprendí. Y la hubiera abrazado de no ser porque un tipo me puso una placa delante y me pidió el DNI. Había sacado la copa de cava a la calle y ahora me estaban multando como si estuviese haciendo botellón. Lo que yo decía: grandes penes delante de vacas beatíficas.