La mentira y su engaño
Por Juan B. Lorenzo de Membiela.
Hay quienes encuentran en la mentira una forma de vida y una experiencia mística, delirante, de aparentar ser lo que quieren ser, sin serlo. Lo cómico de ello es que el engaño destruye la convivencia y degrada la sociedad o a un infierno o a una grotesca comedia.Las relaciones interpersonales existen porque confiamos en la honestidad y buena fe de los otros. Si las personas que nos rodean nos mienten, la vida se hace insoportable. No reparamos en ello y sin embargo tiene una importancia crucial.
Filogenéticamente condicionados a vivir en comunidad, la frustración del engaño nos conduce hacia una autarquía social y emocional. A una auto-exclusión asocial. No es extravagante esta idea. La reinserción en la sociedad puede no producir otra cosa que una amputación individual. El axioma de Ovidio es revelador: « bene vixit, qui vene latuit» (bien vive quien bien se esconde).
El romanticismo del s. XIX, nacido sobre escenarios convulsos, reverenciaba lo individual ante la vacuidad de lo nacional. Quizás hoy asistamos a un lirismo romántico porque lo social ha sido tan adulterado que sólo cabe encontrar épica en quienes desafían a la hipocresía. A la insensatez de los tiempos. Sin mayores concesiones. Pero ello es difícil. Hoy el engaño es utilitarista. En tanto me sea rentable, la falsedad es algo sin relevancia. No siempre fue así y aún hoy quedan pocas excepciones.
Las comunidades se edifican sobre la buena fe.Sobre la solvencia y la honestidad de los otros se construyen estatus sociales, se desarrollan investigaciones científicas, se conceden créditos y se acuerdan inversiones. Sólo por la moralidad y sus efectos se mantiene este entramado de representaciones más o menos convincente.
El hombre es el único animal que puede controlar el modo y forma de representarse a los demás. La relevancia de esa verdad o mentira se mide por el grado de compromiso con sus semejantes.La indiferencia hacia los otros, la negación de auxilio y socorro, la inhumanidad, el egoísmo cívico en suma, podrían explicarse por un escepticismo sobre la honestidad ajena. A partir de aquí todo es brutalidad. “La barbarie humana engendra dioses crueles que, a su vez, incitan a los humanos a la barbarie “ (Morín, 2009). Que es lo mismo que decir que la mentira engendra mentira que a su vez incita a las personas a rendirse a lo proceloso del engaño. Y con ello se sustrae al hombre lo más básico que tiene y que es su capacidad de relacionarse sinceramente con los demás.
Alguien dijo que la razón supone domesticar instintos ¿pero no supone la mentira una perversión de la razón para regresar al instinto aunque siempre en provecho egoísta? “El engaño alcanza una superioridad intelectual que permite un dominio de pocos sobre muchos. Es un absoluto que nace del espíritu, tan brutal y eficaz como la fuerza física” (Simmel, 2010:37). ¿Quién no ha visto sucumbir a valientes por engaños de otros? ¿Quién no ha contribuido, con la involuntariedad de la ignorancia, a todo ello?
En los totalitarismos la mentira no constituye problema alguno porque no existe libertad. De aquí que la geometría engaño/totalitarismo-verdad/libertad alcance una relevancia decisiva. Pero las « cosas » del hombre no tienen esta apolínea estructura, mostrando amorfismos no justificados. Engaño/verdad y totalitarismo/libertad suelen presentarse en un mismo oleo. “La credulidad de la población es tan profunda que asume lo noticiado solo por serlo. “¿Cuándo soporta un pueblo las injusticias sino cuando es incapaz de darse cuenta de ellas?“ (Friedrich Richter, 2012:89). Es terrible porque la credulidad de los ciudadanos y electores es una insuficiencia que facilita gobernar cómodamente sin mayores compromisos, sin mayor excelencia. Aunque ¿ a quién le importan estas cosas?
“La mentira no debería cohabitar en una democracia porque nada puede escapar a la aplicación de la ley” (De Lucas, 1990) . Que no siempre supone la eficacia de la ley. No es infrecuente que quienes pretenden justicia la encuentren antes en la benevolencia y compasividad de sus enemigos. Gestos nobles en el límite de lo sublime. La razón abra lo que el mármol cierra…
Nuestra Constitución protege la veracidad de la información , pero me temo que el engaño subsiste siempre en provecho de las élites y siempre en detrimento de la masa. Es algo apodíctico, sin matices, huérfano de ideologías y profundamente humano.
La verdad aprovecha a todos mientras que el engaño beneficia a unos pocos. Las exigencias hoy de Transparencia en cualquier actividad, pública y privada, intentan ,al menos, compensar lo que antes no hubo. Sin olvidar que antes de 2007 las exigencias éticas de carácter absoluto no sirvieron sino para malgastar artificios editoriales sin mayor repercusión.
El párrafo cuarto es tan ingenuo e inocente que me dan ganas de darte un beso en la mejilla, revolverte el pelo y regalarte una chocolatina por ser un niño tan bueno.
Las que somos puñeteramente retorcidas tenemos como libro de cabecera la MinimaMoralia. No te pierdas el artículo nº22 y paso a copiar un cachito:
“Entre los motivos de la crítica de la cultura, el de la mentira ocupa desde antiguo un lugar central: que la cultura hace creer en una sociedad humanamente digna que no existe; que oculta las condiciones materiales sobre las que se levanta todo lo humano; que, con apaciguamiento y consuelos, sirve para mantener con vida la perniciosa determinación económica de la existencia. Tal es la concepción de la cultura como ideología que a primera vista tienen en común la doctrina burguesa del poder y su contraria: Nietzsche y Marx”