No te signifiques (52)
Por Jorge Díaz.
Cuando empecé a ir a la Universidad mi madre me dio un consejo, ya lo sabéis todos…
– Hijo, tú, sobre todo, no te signifiques…
Creo que esto lo conté el primer día. Era un buen consejo.
Ya aquel día, el del primer “No te signifiques”, me descuidé y conté que era del Madrid, que no soportaba a Saramago y que los de la generación Nocilla se creían que se habían inventado lo de cagar agachaos; poco después dije que dejaría de leer los partes médicos de Phillip Roth si seguía empeñado en venderlos como novelas…
Pero lo que básicamente venía a decir era que, de tanto ocultar mis ideas para seguir el consejo de mi madre, me había quedado sin ideas que defender…
– Así que era un absurdo que alguien te pidiera una columna de opinión…
– Un completo absurdo, por mucho que lo disfrazásemos diciendo que yo de lo que hablaba era de literatura.
– ¿Y tú que sabes de literatura?
– Casi nada, y ahora menos que entonces…
El Madrid ha ganado la liga, Saramago ha fallecido, a Roth le han dado el Premio Príncipe de Asturias por sus partes médicos y de la generación Nocilla nadie se acuerda y no se espera un rebrote.
Pero lo más importante: he aguantado cincuenta y dos quincenas con columna, sin fallar nunca, además de una edición Extra que saqué para meterme con Urdangarín…
– Qué pesado te pusiste con el yernísimo.
– Y ahí sigue, en Washington, sin inmutarse… Quizá sin tan siquiera ruborizarse. Qué asco de sociedad hemos creado, con los corruptos arriba del todo.
Recuerdo que, en la soberbia de mis principios, llegué a escribir sobre lo patéticos que me parecían los columnistas que hacían una columna sobre no tener ninguna idea para escribir una columna. He seguido leyéndolos y han seguido pareciéndome patéticos.
– ¿Aunque escriban en El País Semanal?
– Sobre todo si escriben en El País Semanal, nunca he leído una chorrada así en el New Yorker… Quizá allí eso lo hacían en los años veinte.
No voy a decir que dos años y medio, aproximadamente, después me haya quedado sin temas sobre los que escribir una columna, pero mejor no tentar la suerte, ¿no?
Con esto quiero decir que éste es el último “No te signifiques”, quizá de momento.
– ¿Es el último o no lo es?
– Quizá me arrepienta en septiembre y vuelva, quizá a principio de año, quizá no vuelva… O quizá sí pero se llame de otra manera.
– Nadie te va a echar de menos.
– Lo sé.
Por si acaso, he pensado títulos y seudónimos, por si me entra mono: dicen que una vez que uno se ha dedicado a dar su opinión sobre todo lo que pasaba a su alrededor ya no es capaz de callársela.
– ¿Quiere usted saber qué opino del dinero que se va a gastar el gobierno en reflotar Bankia?
– No, no tengo interés.
– ¿Y sobre el juez Dívar?
– Tampoco.
– Pues mire, mejor. Así me ahorro problemas.
Problemas que, en realidad, no he tenido. Apenas he recibido quejas, apenas insultos. Al contrario, creo que la gente se ha reído bastante. Y eso está bien, que la crisis ya dura más que la guerra civil y se está haciendo un poco pesada.
Seguirán con columna en Culturamas compañeros a los que he leído con interés y atención, como Recaredo Veredas, con su peculiar e inteligente mirada; o Javier Lorenzo, áspero y divertido, el hombre al que más le valdría no haberse conocido, no se pondría zancadillas a sí mismo para ocultar su talento; o Ignacio del Valle, lúcido y a veces barroco, pero al que leer sirve siempre para aprender a escribir.
Otros duraron menos que yo, como mi amigo Pedro de Paz, combativo de principios pero emotivo en sus resultados; o como Quique Ortiz, el mejor escritor de su generación si se olvidara de escribir una novela generacional… También lo dejó un gran lector, Lorenzo, al que llaman el joven pero sólo por la edad, no por su saber, que ahora anda dando guerra por otra página… Yo se la sigo mandando a él y a Txetxu, que se encarga de que esté en su sitio y de muchas cosas más.
Ha llegado una columnista nueva, que firma como Tura Varla, que no sé quién es aunque lo sospecho, que me apasiona…
Vamos, que os dejo en buenas manos. Hasta que me harte de que nadie me escuche, llame a Reca y a Javier Vázquez Losada y les diga:
– Que echo de menos los aplausos, que vuelvo.
Y ellos me dejarán o no, que esto es como cuando uno se tomaba un tiempo con una novia, que para cuando quería volver, ella se había liado con otro y no le quedaban más narices que aguantarse.