Hablamos con la directora y las actrices de «Evelyn»
Por Rubén Romero Sánchez
Hoy se estrena Evelyn, primer largo de la directora Isabel de Ocampo, quien se dio a conocer gracias al Goya al mejor cortometrafe de ficción logrado en 2008 con Miente; ambas obras comparten la temática de la prostitución como telón de fondo de sus argumentos. Con esta película, Isabel de Ocampo se revela como una poderosa creadora de atmósferas insanas y como una competente retratista de las cloacas de nuestra sociedad vistas a través del thriller.
El día del preextreno hablamos con el equipo de la película. En la rueda de prensa todos denunciaron la trata de blancas, pero recordaban que la película no era cine social o de denuncia, sino un «thriller de entretenimiento», en palabras de su directora; aunque de tan alto vuelo que mezcla con talento la crítica de una situación que a la par que habitual es bastante desconocida, con el suspense y hasta ciertos toques de terror cotidiano.
Después, en una de las salas de proyecciones de los cines Princesa, la directora y las actrices protagonistas fueron pasando por el diván de Culturamas para contarnos los detalles de la película, la historia que hay detrás y no se ve, el tabajo previo, el porqué de su entrada en el proyecto, y sobre todo si creen que esta película, y el cine, pueden despertar las conciencias.
Isabel de Ocampo será una de nuestras invitadas a las tertulias de cine de Culturamas en el mes de julio. Películas como Evelyn merecen todo nuestro apoyo.
Isabel de Ocampo
– La película es oscura; se ve el techo de las habitaciones, lo que da claustrofobia; la única vez que sale la protagonista al exterior es de noche y sólo se ve bosque.
– Yo al equipo le puse como referencia la película Los sin nombre de Jaume Balagueró, por su tratamiento del terror. Nuestra película no es tan luminosa, sino que está cerca de la atmósfera de David Lynch o del primer Polanski. Para contar esta historia tan oscura se requería una fotografía que consiguiera mostrar la belleza de las chicas y a la vez mostrar la sordidez, y creo que se ha conseguido.
– Me ha llamado mucho la atención el personaje de la cocinera del club.
– El trabajo de la actriz, Alzira Gómez, es impresionante. En el cásting deseché todas las fotos que me ofrecían porque buscaba la foto de una mujer que se pareciera a mi madre, porque quería mostar que la gente que rodea al mundo de la trata no son de otro planeta, no son malos de otro planeta; son gente muy normal que está sobreviviendo. La cocinera es una bellísima persona que tiene que callar porque si no se queda sin trabajo. En realidad, en el mundo laboral tragas explotaciones y callas porque si pierdes el trabajo sería muy grave para tu familia. La peli es un thriller psicológico porque no sólo se cuenta la psicología de la protagonista y por qué no huye, sino que se cuenta la psicología de toda la gente que está alrededor.
– Los personajes de la película son seres humanos de verdad, sobreviviendo, no es el lobo feroz comiéndose a Caperucita.
– Me alegro de que digas esto, porque es verdad. Por ejemplo, Amanda (Guadalupe Lancho) es malvada porque ha interiorizado todo lo que le han hecho. Ella se redime con el plano en el que está a punto de llorar cuando nadie la ve. En un guión, cuando tienes que redimir a un personaje, a veces empleas mil diálogos; pero si tienes la suerte de tener un gran actor, con una mirada lo puedes decir todo. Mi objetivo era cumplir la regla, creo que de Billy Wilder, que decía: «deja que el espectador sume dos más dos».
Ari Saavedra
– Tu personaje aparece en la película una vez ha evolucionado de la inocencia a la asimilación de su situación y a la dureza de la que hace gala. ¿Cómo afrontaste un personaje así?
– Fue durísimo. Mi personaje, Margarita, no deja de ser una víctima y a la vez una victimaria. Engaña a su prima sabiendo que lo que le ha pasado a ella le pasará a la prima. Además, se le añade el trauma de ver lo que le ocurre a su prima Evelyn. Margarita es alguien que ha pasado al otro lado. Y se ha vuelto la mami de las demás chicas. Yo intenté hacer un personaje que llegue a las chicas que están pasando por esa situación, para que sepan que no están solas.
– ¿Conocías algo acerca de la trata de blancas antes de rodar la película?
– Sí, soy colombiana y mi país tiene muchos problemas de este tipo. En Colombia las chicas de la calle son cada vez más pequeñas, son niñas, muchas de ellas embarazadas. Y en España la gente cree que la mujer tiene la culpa, que se prostituye porque como no tiene papeles… Cuando yo llegué a España para estudiar estaba muerta de miedo, por si me había traído una mafia de trata. La película no se posiciona frente a la prostitución, sino frente a la esclavitud sexual.
– En la rueda de prensa has dicho que por ser colombiana, en muchos castings te han dicho que sólo puedes interpretar papeles de puta o de novia de narco.
– Es cierto, las colombianas tenemos famas de calientes. La mujer en Colombia ha sido relegada a la moza del narco y eso es una honra. En mi país hay muchas mujeres de narcos que han llegado a modelos, actrices, presentadoras. Allí está normalizado, y son un ejemplo. Y en España, yo he hecho de prostituta unas cinco o seis veces. Lo que no entiendo es cómo los hombres pueden consumir sexo de prostitutas y verlo normal.
– En España han emitido programas de televisión acerca de la prostitución de lujo, en los cuales hablan mujeres que aparecen encantadas de la vida porque cobran 4000 o 6000 euros al mes.
– Pero en la prostitución hay todo un proceso mental de lavado de cerebro a la mujer tras el cual la mujer cree que es libre para ejercer la prostitución. Evelyn es una película dura pero que muestra la trata de personas como es. Y todo el mundo sabe cómo es esto. La ONG que nos asistió durante el rodaje nos contó que el 95% de las chicas de la Montera son de trata de blancas. Un día fui a hablar con una chica de la calle Desengaño, que creo que era menor de edad, y se me puso a llorar mientras me contaba su historia. Si te paras y hablas cinco minutos con una persona, te das cuenta de que todo esto es real.
Sari Bibang
– Tu personaje pasa de la alegría a la más absoluta desesperación. ¿Cómo se manejan esas emociones a la hora de interpretar?
– Antes quería decir, para romper una lanza en favor de mis compañeras negras o mulatas, que no existe el papel de negra. Para mí, que soy de raza negra, no es más importante interpretar el papel de Elisabeth Evelyn; al contrario es más difícil, porque se me pide que interprete a una africana, cuando yo soy española. Preparé el papel con una amiga nigeriana, cogiendo sus matices, expresiones faciales, gesticularidad, etc. El acento fue complicado, pero más aún entender el tema del vudú, que había que entenderlo para ponerte en el lugar del personaje. Investigando, te das cuenta de que no es algo tan absurdo, sino algo intrínseco en los valores más profundos de su tierra. Con respecto a la alegría de Elisabeth, es sólo porque está traumatizada tras una vivencia determinada que no voy a revelar. Así, tiene una inestabilidad emocional que la lleva desde el llanto desgarrador hasta la alegría más histriónica y absurda. Es difícil hacer esas escenas porque a veces hay que rodar una escena antes y otra después que emocionalmente no están conectadas, y tienes que crear todo un mundo interior para rodar cada escena.
– ¿Tú crees que tu personaje es consciente de que no saldrá de ahí y que se engaña a sí mismo?
– Sí sabe que no saldrá, incluso toma tranquilizantes. A ella lo que la atormenta es saber que no hay solución. Tiene momentos en que intenta inventarse soluciones, pero en el fondo sabe que ese drama que ella ha vivido, aparte del de estar en el club,no tiene solución.
– Todo tu personaje se desenvuelve en un interior. ¿Cómo influye eso a la hora de interpretarlo, de hace ver al público ese enclaustramiento?
– En mi escuela de interpretación nos ponen un ejercicio que consiste en dirigirte hacia un punto, y de ahí a otro, y de ahí a otro. Luego te preguntan cosas como de qué color es la camiseta de un compañero y cosas así, y te das cuenta de que conoces las respuestas, las has adquirido conscientemente: el entorno influye mucho, y claro que se nota la claustrofobia de estar encerrada.
Guadalupe Lancho
– Tu personaje parece durante toda la película una cabrona, pero hay una secuencia en que, cuando nadie la ve, le tiembla la mandíbula y está a punto de llorar, mostrando toda su vulnerabilidad.
– Lo que más difícil me resultó de entender de mi personaje es cómo una mujer podía hacer lo que ella hace; pero es que alguien encerrado tiene dos opciones: rebelarse o asumir ese encierro y vivir lo mejor posible. Estas mujeres probablemente no sean madres. Pero Amanda, mi personaje, tiene una energía maternal y protectora, canaliza esas necesidades con las chicas. Yo me la imaginaba como una entrenadora deportiva, que busca un fin, con 9 horas de entrenamiento, hace sufrir a las chicas, pero logra hacerlas mejores. Amanda es así, les enseña a vivir, les enseña el decálogo de la puta perfecta.
– Es una película muy oscura. Incluso la única secuencia fuera del club se desarrolla de noche en un bosque. Es una peli agobiante.
– Es una peli claustofóbica, hipnótica. Incluso con la música, que son salmos budistas cantados al revés. El hecho de no ver puertas, o verlas cerradas, es un impacto al incosciente. Aparecen humedades en los techos. Se muestra cómo un ser humano, medinte un proceso de siete días, puede cambiar de manera drástica a través de la despersonalización. Eso intenta denunciar la trata, porque la gente a veces está confundida y cree que las chicas están ahí porque quieren, y no es así. La peli lo cuenta muy bien, cómo se capta a las chicas a través de amenazas o magia vudú a las africanas.
– ¿Crees que esta película puede ayudar a concienciar a la gente?
– Yo creo que puede ser la puntita del iceberg para que alguien interesado escarbe. Yo me sensibilicé muchísimo. Me dije que la próxima vez que un amigo me dijera que se iba de despedida de soltero a un puticlub le pegaba.
Cindy Díaz
– Tu personaje es una chica inocente de pueblo pero es muy fuerte y no se deja doblegar.
– Ha crecido con mucha fortaleza. Se ha criado con su madre, su abuela, sus hermanos, y ha tenido que trabajar mucho, siempre bajo la sombra del éxito de su prima en España. Trabajar en dos sitios (panadería y limpiando) para mantener a su familia leha dado fuerza para luchar contra lo que le pasa en el club. Pero la gente que lleva esos clubes sabe cómo doblegar a las personas. La ONG que nos asesoró nos dijo que hay muy pocas chicas a las que consiguen sacar de ahí, la mayoría nunca sale.
– La mayor parte de tus escenas las ruedas en una habitación sola.
– Cuando llegué a Madrid ya estaba hecha la habitación, y la empecé a tocar diciéndome: «este va a ser mi encierro». El color verde, además, tiene un tono de prisión. Luego, en Zaragoza filmamos en un club real abandonado. Y rodar en un sitio en el que han ocurrido esas cosas terribles srivió de mucho.
– Antes de llegar al club, ¿habíais rodado escenas de interiores en Madrid?
– No, primero conocí Madrid, pero empezamos a rodar en Zaragoza. El primer día rodamos la escena más dura, la que más me ha costado, y me dije: «¡Bienvenida!». Es la escena en que Adolfo Fernández me golpea y me echa del club. Era de noche, el suelo estaba mojado, yo sólo llevaba una camiseta, y tenía los pies y las manos helados. Eso fue lo más difícil.
– ¿Cómo fue el proceso para que te seleccionaran para este papel?
-Yo estaba en Perú, en la Universidad, y dando clases de actuación. Se había estrenado mi película Contracorriente, y me preguntaba si volvería a hacer cine. Un día una de las actrices de esa película me dijo que un director peruano estaba haciendo un casting. Fui, hice la prueba, y más tarde este director me llamó diciéndome que Isabel de Ocampo quería conocerme por Skype. Leí el guión y me impactó la historia. Además, yo quería hacer un personaje fuerte, que hablara de la injusticia. Coincidimos en muchas cosas y me propuso venir a España. Eso significaba dejar la universidad, la escuela de baile; pero me vine. Aquí me recibieron muy bien, hice muchos amigos. El rodaje, aunque era duro y yo acababa cada día mentalmente rendida, lo hacíamos divertido. Para mí fue una gran experiencia.
– ¿Crees que la película despertará conciencias?
– Creo que la película puede mover a las personas. Deberíamos cmbiar a las personas para el bien, cambiar nuestra mentalidad para que influya en nuestro comportamiento. No es cambiar de vida, sino cambiar para darte cuenta de que no vives solo y hay muchos problemas en el mundo. Debes ser un testigo y dar fe de los problemas.