Entrevista a Santiago Gamboa por «Plegarias nocturnas»
Por Benito Garrido.
A propósito de su última novela titulada Plegarias nocturnas (Editorial Mondadori, 2012), hemos entrevistado al escritor colombiano Santiago Gamboa.
Santiago Gamboa (Bogotá, 1965) estudió literatura en la Universidad Javeriana de Bogotá. Luego emigró a Europa, donde vivió en Madrid, donde se licenció en Filología hispánica en la Universidad Complutense y en París, donde estudió Literatura cubana en la Universidad de La Sorbona. Es autor de Páginas de vuelta (1995), Perder es cuestión de método (1997), Tragedia del hombre que amaba en los aeropuertos (1999), Vida feliz de un joven llamado Esteban (2000), Los impostores (2001), Octubre en Pekín (2002), El cerco de Bogotá (2004), El síndrome de Ulises (2005), finalista del premio Rómulo Gallegos 2007, finalista del premio Medicis 2007 a la mejor novela extranjera en Francia y premio Casino de Povoa 2008 en Portugal, Hotel Pekín (2008) y Necrópolis (2009). Actualmente vive en Nueva Delhi.
Plegarias nocturnas. Santiago Gamboa. Editorial Mondadori, 2012. 288 páginas. 18,90 €
Años después, el cónsul colombiano en Delhi recuerda los hechos que lo llevaron por primera vez a Bangkok. Y sus consecuencias.
Manuel, un estudiante de filosofía colombiano, es acusado de tráfico de drogas y retenido en una cárcel de Bangkok. A pesar de que puede enfrentarse a la pena de muerte si no se declara culpable, su principal inquietud es volver a ver a su hermana, desaparecida en Colombia años antes. Su historia conmueve al cónsul colombiano en Nueva Delhi, que a partir de ese momento se embarcará en una búsqueda con el objetivo de reunir a los dos hermanos.
Con una prosa cristalina en la que se vislumbra apenas un poso de melancolía, Plegarias nocturnas es la historia de una mujer fuerte dispuesta a todo para conseguir justicia y de un estudiante que recorre medio mundo para buscar a la única persona de la que ha recibido amor. Es también la historia de una familia inmersa en una sociedad violenta: la Colombia del mandato de Uribe vista a través de dos jóvenes soñadores, con la sombra del paramilitarismo y los desaparecidos. Pero, por encima de todo, Plegarias nocturnas es una novela de amor.
Entrevista:
P.- ¿Cuál fue la idea principal, el punto de partida que motivó la escritura de esta tragedia griega en toda regla?
La idea fue contar una historia de amor entre hermanos, no incestuoso, que siguiera el tema clásico del “amor imposible” (dos se aman y muchas cosas se interponen). Me gustan los temas clásicos, me gusta escribir bajo la sombra de la historia de la literatura. A partir de ahí los demás elementos se fueron organizando.
P.- El amor irrealizable y los conflictos familiares son el nexo central de una historia con marcado acento político. ¿Crees que esos son los grandes temas que a todo buen lector pueden interesar?
Bueno, el amor y la política están en casi todas las novelas. El amor está presente en cada segundo de la vida, incluso cuando estamos solos. Los creyentes hablan todos los días, en sus rezos, con alguien a quien aman y que no han visto (ni verán) nunca. La política es la dimensión que nos une a la realidad: cualquier elección vinculada con la vida colectiva es un acto político.
P.- Reivindicas la búsqueda de la felicidad a través de un amor fraternal entre hermanos. Realmente, ¿crees que la felicidad y su búsqueda son el motor que impulsa al ser humano?
Es uno de los motores: los otros son el deseo de poder (o de celebridad), la seducción que lleva al placer físico y el miedo a la muerte. Buscar la felicidad, a secas, es algo bastante banal y torpe, pues la vida no es feliz casi nunca y siempre acaba mal. Hay momentos felices, placenteros, que nos permiten olvidar la verdad esencial de la muerte.
P.- “Una infancia triste es el mejor regalo que puede recibir un escritor” ¿Estás de acuerdo con la afirmación que hace uno de tus personajes? ¿Es la infancia quizás la etapa que marca de manera más fuerte el devenir futuro de las personas?
La infancia es otro gran tema literario: el paraíso perdido, en el caso de los que fuimos felices, o el infierno tan temido, en el de los desdichados. Por lo general, los escritores que sufrieron de niños escriben novela histórica. Los felices, novela en primera persona. Pero la verdad está en el hígado. El hígado de un escritor es el órgano del cuerpo donde mejor puede apreciarse su relación con la infancia y con sus padres (lo dice Christopher Hitchens, un gran bebedor).
P.- El marco político (gobierno colombiano de Uribe) en que transcurre la historia es importante. La violencia social (corrupción, guerrilla, drogas) llega a impregnar hasta el ámbito familiar. ¿Es la violencia el único camino para resolver determinadas situaciones?
Es lo que creía el gobierno de Uribe: que la violencia, partera de la historia, serviría también para hacerle una cirugía plástica al país. Esa cirugía se hizo y la cara quedó con rasgos más amables, pero se perturbó de modo exagerado su psique y Colombia enloqueció: se redujeron los monstruos pero creció la sombra o el fantasma de lo monstruoso. La violencia verbal y gestual se apoderó de las familias, se convirtió en patrimonio inmaterial. Creció el horror, el aire se volvió irrespirable. Ahora que eso terminó parece increíble que alguna vez se vivió así.
P.- El viaje del héroe (en este caso del cónsul), siempre es un buen frente literario. Pero, ¿no estaríamos hablando más de antihéroes en el caso de tu novela?
Los personajes de la novela del siglo XX y XXI son siempre antihéroes porque representan la vida real de las urbes y las sociedades enfermas. Es escritura realista y el ser humano, en el fondo, es un tipo triste y a la vez muy peligroso.
P.- ¿Qué representan esos monólogos de Inter-Neta que se van intercalando en la novela? ¿La conciencia reprimida del escritor?
Su representación debe verse a la luz de la lectura: una especie de coro griego que anuncia o ratifica eventos que pasan en la historia central.
P.- ¿Qué hay de Santiago Gamboa en los personajes de Plegarias nocturnas? ¿Consideras que el buen escritor tiene que hablar de lo que ha vivido, experimentado, sufrido?
Mira, creo que un escritor no debe jamás legislar sobre cómo deben ser o qué deben hacer los escritores. Yo hablo sólo de mí, de lo que a mí me sirve. En mi caso necesito conocer y experimentar para luego poder inventar. Nunca podría escribir una novela cuyo protagonista fuera, no sé, un esquiador alpino. No sé cómo piensan ni qué se siente.
P.- En este libro he notado una evolución (con respecto a anteriores libros tuyos) hacia el desasosiego. El optimismo se ha quedado como más atrás y ahora la idea que transmites es más descorazonadora, falta de esperanza. ¿Me equivoco?
Avanza mi edad. La alegría de la juventud da paso a una elegante melancolía.
P.- “Él en cambio tenía, y bien leídos, libros en lengua original de Céline, Malraux y Camus, de Poe y Lovecraft, de Salinger y Dylan Thomas, de Roth y Bellow, y también de autores que yo apenas conocía como David Foster Wallace, Kurt Vonnegut, John Cheever o Thomas Pynchon.” ¿Coincide quizás la biblioteca de tu personaje Edgar con la de Santiago Gamboa? Supongo que habrá algún autor en castellano.
Bueno, Edgar es el típico niño rico latinoamericano que sólo lee en inglés, aunque eso sí, excelente literatura. En la mía hay además autores franceses, alemanes, griegos, portugueses, austriacos, rusos, árabes, indios, chinos, japoneses, australianos y africanos.
Santiago, muchas gracias por tu tiempo y enhorabuena por esta magnífica novela.