Michel Foucault: “No hay civilización sin locura”

 

Vivimos, actuamos, amamos y morimos en un espacio ya definido, calculado y recortado, donde se dan lugares apartados, ocultos, llenos de individuos cuyo comportamiento se desvía de la norma exigida: sanatorios, psiquiátricos, cárceles y asilos para ancianos (que, como el mismo Foucault comenta, es la desviación por excelencia de nuestra cultura). La razón, facultad definitoria de la modernidad, es fundamentalmente imperativa, porque ejerce su labor juzgando lo contrario de sí misma, la sinrazón, y convirtiéndolo en problema a vigilar. Así, el sistema social moderno se articula en función de ese orden racional (que marca los límites desde sí mismo) y de una serie de controles de normalización -técnicas de exclusión de “lo problemático”- que garantizan su supervivencia y son aplicados fundamentalmente por la policía y el resto de cuerpos de seguridad. La justicia está para registrar esos controles impuestos, garantizando -y legitimando- con su proceso la inocencia del que juzga: el juez, que representa la sociedad entera y, por tanto, el sistema dado de cosas y personas.

Perpetuamente fichados y clasificados los unos en relación con los otros, los hombres “civilizados” habitamos regiones predefinidas y cuadriculadas arbitrariamente. Es esta arbitrariedad excluyente la que pone de manifiesto este documental sobre el pensamiento de Foucault, titulado “Foucault, por él mismo”. El repaso que da a su riquísima trayectoria se apoya en declaraciones públicas del autor y en la lectura selectiva de algunas fragmentos claves de su obra. Muy fácil de seguir, consideramos su contenido de máximo interés.  Sin más preámbulos, pasen y vean:

 

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