Alfredo Taján: «Lo fundamental que planteo es si el ser humano es traidor por naturaleza»
Por Cristina Consuegra.
En 2011, el artefacto narrativo Pez Espada (Ediciones del viento), del escritor Alfredo Taján, fue galardonado con la decimoquinta edición del premio de novela Ciudad de Salamanca; este título apuesta por el siempre eficaz ejercicio de la ficción para ahondar en discursos incendiarios sobre el acontecer de la memoria, la transcendencia de lo político en nuestro país, el sentido de la libertad y la identidad del individuo contemporáneo. En torno a una realidad concreta, el hotel Pez Espada, en la Costa del Sol, símbolo del esplendor y posterior decadencia de un tiempo, y gracias a la figura de Gustavo Marín, jubilado que dejó durante su juventud una gran parte de sí mismo en aquella tierra de nadie, Alfredo Taján articula una historia ramificada y soportada por un ramillete de personajes –uno de los grandes logros de la novela- que conducirá al lector hacia las grietas de aquel instante irrepetible, hacia la quiebra de las esperanzas de un tiempo y unos personajes que enfrentará al lector con todas aquellas piezas imprescindibles para entender la identidad de la condición humana.
Pez Espada (Ediciones del Viento, 2011) es una novela muy heterogénea tanto en lo formal como en lo discursivo. ¿Cuándo decide hacer frente a esta historia a través del ejercicio de la palabra?
No es menos fragmentaria que otras novelas mías, los retazos se suceden con mayor o menor virulencia, depende de la intensidad en el que el relato se sumerja. Sin embargo, a diferencia de Continental & Cía o La Sociedad Transatlántica, Pez Espada es una fábula transparente, con unos objetivos concretos, una ira sarcástica y contenida contra los últimos sesenta años de la Historia de España, la defensa de una tercera vía intelectual, el desmantelamiento de la mediocridad de la izquierda y de la derecha política durante el franquismo, la impugnación de determinados mitos y valores de los que se han alimentado tantos mediocres que nos han hecho tanto daño. Ahora escritores como Álvaro Pombo o Fernando Savater intentan novelar el compromiso de los intelectuales a lo largo de estos años, por lo que veo ya se han agotado las ubres del llamado guerra civilismo, parece ser que ahora toca reflexionar sobre otras cuestiones y encarando los problemas de otra forma.
Y en cuanto a ese eclecticismo perfectamente desarrollado tanto en la estructura como en el argumento, ¿es algo que surge de forma espontánea, durante el proceso de creación, o es algo que tiene claro desde el primer trazo?
No lo sé. La idea, ya he dicho, estaba perfectamente planeada, de cabo a rabo, lo que ocurre es que una vez se despliega, una vez que comienzas a escribir algunas situaciones te sobrepasan y algunos personajes se rebelan, otros se masturban, otros se enamoran o se odian, y hay aspectos que descubres de pronto y que te ves obligado a incorporar de una forma más o menos espontánea. Y respecto al contenido político o épico de Pez Espada, ha ocurrido exactamente igual: mientras más investigas más amplías tu punto de vista y hay cuestiones que desconocías o simplemente matices que eran importantes y que han terminado alterando el rumbo que habías calculado con anterioridad.
Uno de los grandes asuntos de la novela, que además hace contundente a Pez Espada, es el tema de la identidad. Lo afronta desde diferentes puntos de vista – el deseo de ser otro, la búsqueda de un Yo, la máscara, etc.-. Este elemento, ¿es el verdadero motor de la novela?
Fundamentalmente la máscara, la impostación, la falsedad, el espía que a su vez es espiado hasta el infinito, la hipocresía de una sociedad de admiración mutua que traiciona y a su vez es traicionada, en el desarrollo de la trama se respira un aliento muy a lo Graham Green. El deseo de ser otro se manifiesta en el deseo constante de huida de uno de los protagonistas de la novela: Rodrigo Faz de Belda. Fíjese en el apellido: Faz, cara, rostro, máscara…, personajes enmarcados en un microscópico universo autorreferencial en el que está reflejada la sociedad española de aquel momento, finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, un momento en el que se empieza a abandonar la autarquía, dejamos de estar tan profundamente aislados, y se comienzan a sentar las bases de la integración a Europa.
Si hablamos de aquello que da vida al argumento, la identidad es fundamental para acercarse a Pez Espada, pero también el tiempo, la memoria, que casi aparece como un personaje más. ¿Por qué este tratamiento tan audaz y sutil al mismo tiempo?
Audaz, no creo, sutil, por supuesto. El flash back del protagonista supera las barreras de la omnisciencia para instalarse en la pura y dura recreación de la memoria, el tufillo de la memoria, el recuerdo diseccionado por una mente de naturaleza proustiana, autor que ni a los personajes que recuerdan ni a mí, como escritor, nos interesan demasiado, pero que está siempre presente buscando un tiempo perdido que tiene la certeza jamás va a volver a recuperar. Los personajes del hotel Pez Espada, dicen mentiras que son verdades, muy a lo Jean Cocteau, pero, sin embargo, poseen ese filo destilado de la memoria, muy en la permanencia proustiana, lo que resulta una paradoja.
Y hablando de logros narrativos, la construcción de personajes es impecable, una relación de seres que de debaten entre luces y sombras a partes iguales, es decir, parece que de un plumazo se carga esa tendencia a clasificar los personajes entre buenos y malos. Intuyo que esto no ha sido nada fácil, ¿cómo se enfrenta a esta tarea?
En mis novelas nunca ha habido buenos ni malos al cien por cien y en el sentido estricto de los términos bondad y maldad. Mis personajes son ambiguos, ambidextros, cuando parecen buenos son peores, y viceversa, cuando actúan movidos por un supuesto bien común están haciendo la puñeta a media humanidad. Por otra parte me atrae el mundo de la traición, qué mueve al traidor, quién le dicta en la sombra. La pregunta fundamental que planteo es si el ser humano es traidor por naturaleza, pienso que una especie animal que inventa la tortura para sus semejantes no puede ser inocente, a lo mejor el pecado original resulta una metáfora de nuestras mezquindades, y la traición no es más que la gimnástica, o la representación, de nuestra amoralidad.
Pez Espada irrumpe como un gran homenaje a un instante, a un tiempo concreto. ¿Cuánto de usted se ha quedado o dejado en Pez Espada?
Otra vez la cuestión de la autobiografía. Pues claro que sí, el autor siempre deja mucho de sí mismo en lo que escribe, por eso las piezas literarias se diferencian unas de otras, por eso existe eso que se llama autoría, estilos. En cuanto a lo que se ha quedado o he dejado de mí en esta novela, en realidad no sabría decirlo, creo que es un relato muy subjetivo, mis puntos de vista son radicales y se reparten entre los distintos personajes, descripciones y fragmentos explicativos de la gran conspiración política que se aborda a través del llamado Contubernio de Munich. Yo diría que el mismo hotel Pez Espada es el lugar, y al mismo tiempo el no lugar, donde convergen todas mis obsesiones, todo mi mundo, el utópico o idealista, y a la vez, el escéptico y oscuro.
Su novela se debate entre la celebración, la explosión de la vida y la decadencia, elementos muy bien tratados y reflejados en títulos de la Generación Perdida. Esta novela, ¿podría ser considerada un canto a este movimiento literario?
Anverso y reverso, cara y cruz de una misma novela. No creo que Pez Espada sea un canto a la Lost Generation, ese movimiento incluye autores que nunca han sido de mi predilección, como Ernest Hemingway, y otros a los que amé y amo de manera furibunda, como Scott Fitzgerald. En cuanto a la decadencia, para qué negarlo, es una seña de identidad insoslayable en mi literatura y se manifiesta en dos vertientes: el glamour y el desfallecimiento.
¿Qué es lo próximo de Alfredo Taján?
Tengo un proyecto de novela histórica pero que he aplazado. Ahora ando con un libro de relatos cortos, quiero seleccionar algunos de mis cuentos ya escritos en un volumen, a los que añadiré relatos inéditos, creo que me llevará todo este año.