EL MITO Y EL TIEMPO
Por Eugenia Rico
Nadie es un mito hasta que no se muere. Incluso existe una expresión: “un mito viviente” para señalar la contradicción de quién es un mito y se obstina en permanecer con vida. Carlos Fuentes era un mito con piernas fuertes y camisas planchadas, tan derecho, tan plantado que no parecía cuando le vi por primera vez en París con trato de Jefe de Estado que nada pudiera hacerle tropezar, mucho menos la muerte. Ahora con los gritos con su nombre convirtiendo el español en un único mundo de plañideras Fuentes es un mito completo, terminado de labrar por el final. La Muerte es el Gran Mecenas, el Ángel de la Escritura, dijo él. Escribimos para no morir. Fuentes comenzó a no morir en 1958 cuando publico “La región más transparente” allí dejo de ser Carlos y se hizo Carlos Fuentes.
Fuentes elige enfrentarse a México, cuestionar México porque Fuentes se convierte en México en la fuerza telúrica de las contradicciones de México: el país que lo contiene todo, que lo es todo. Donde la Muerte es Vida, donde la Vida es muerte. El país de Comala donde nadie se ha atrevido a escribir como Juan Rulfo, el país donde vive y nace el “boom” donde se amamanta a Bolaño, el país del movimiento Mac Hondo. El país de “Aurora” y sus sesenta y dos páginas perfectas. El México que Fuentes se inventa como si fuera un territorio imaginario como Yoknapatawpha, como Macondo. Fuentes inventa a México para que México invente a Fuentes. Convierte a la Santa Muerte, a la lucha contra el poder, a la indignación y la libertad en personajes de la tragedia del mundo. Sus protagonistas podrían vivir en el Infierno pero han elegido vivir en México. Hay muchas interpretaciones a la obra de Carlos Fuentes, la soberbia es su principal virtud y la ambición es su modestia. No se puede entender qué es un mito y porque se muere sin leer “Terra nostra” o “La edad del tiempo”. Si es que el tiempo tiene edad es que puede morir, si Carlos Fuentes fue un mito es que pudo vivir.