Dark Shadows (Sombras tenebrosas) (2012) de Tim Burton
Por Alberto Quintanilla
Es de justicia decir que Tim Burton viene siendo uno de los directores más seguidos, influyentes y comerciales en los últimos 20 años a nivel mundial. Sin embargo, sus obras en los últimos tiempos vienen siendo irregulares, incluso dejando algún fiasco absoluto como fueron El planeta de los simios -prescindible remake-, Charlie y la fábrica de chocolate -edulcorada cinta basada en el cuento de Roald Dahl, con un pretencioso y sobreactuado Johnny Depp– o su último estreno hasta la fecha, Alicia en el país de las maravillas, -versión muy personal de Burton que defraudó a muchos por su concepción y su traslación a un inflado (y falso) 3D.
Así pues, si revisamos su trayectoria tenemos que salvo las estimables e iniciales Bitelchús, Batman y Eduardo Manostijeras, no hay nada realmente memorable desde 2003 en que logró aquella entrañable joya llamada Big Fish. Otras como La novia cadáver, Mars Attack, Sleepy Hollow, Batman vuelve o Sweeny Todd, aún siendo aceptables, quedan muy lejos de la sombra que les hace la obra maestra de Burton hasta la fecha: Ed Wood. Otra joya escondida es su cortometraje Vincent e incluso aún podemos tener fe en él si logra un largometraje aceptable de aquella obra que rodó llamada Frankeweenie y cuyo estreno está previsto para este octubre. Dejando esto a un lado, con todo este bagaje, lo primero que nos queda en el cuerpo tras ver Dark Shadows (Sombras tenebrosas) es la sensación de que a Tim Burton le sigue faltando la fuerza y la garra que desprendían sus primeras obras y el acierto de las citadas Ed Wood o Big Fish.
Dark Shadows (Sombras tenebrosas) está basada en la serie televisiva de la década de los 60 del mismo nombre, que en España se tradujo como Sombras de la oscuridad, y que fue creada por el desaparecido Dan Curtis. Realmente el arranque de la película es brillante. Diez minutos en los que Burton nos sumerge en la oscuridad, contándonos, a modo de prólogo la maldición a la que se ve sometido Barnabas (Johnny Depp), un joven que emigra a EE.UU. desde su Liverpool natal acompañado de sus padres. Con el tiempo, Barnabas crecerá en la ciudad de Collinsport, Maine, y logrará un gran éxito profesional y personal, hasta que se cruza con Angelique Bouchard (Eva Green), una loca enamorada que le hechiza al no poder tener su amor.
El castigo es sufrir enterrado, convertido en un vampiro por toda la eternidad. Pero en 1972, el ataúd de Barnabas es encontrado y éste volverá a su antigua mansión, donde residen sus descendientes dos siglos después. Lo que no sabe Barnabas es que también encontrará a Angelique de nuevo, una bruja por la que no pasan los años y perdura como exitosa empresaria y dueña de la ciudad.
Si todo fuera igual de bueno que el arranque estaríamos ante una película de altura. Lamentablemente, todo se desmorona, primando la irregularidad. Hay una historia de amor que no se desarrolla con claridad y se abandona en pos de dar más gancho a una relación de venganza entre el vampiro y la bruja que acaba resultando demasiado alargado. Además, los interesantes personajes de la matriarca de la familia, Elizabeth Collins Stoddard (Michelle Pfeiffer) y la psiquiatra que habita en la mansión, Dra. Julia Hoffman (Helena Bonham Carter) quedan muy perdidos. Burton tira de algunos de sus actores fetiche (los citados Depp o la propia mujer del realizador, Helena Bonham Carter), junto a una Michelle Pfeiffer aún exuberante y bella. También incorpora a Jackie Earle Haley, Eva Green, Chloë Grace Moretz, Bella Heathcote y Jonny Lee Miller.
Aunque Bella Heathcote es supuestamente la amada de Barnabas y la descendiente de la misma un par de siglos después, su papel parece un secundario totalmente perdido y desaprovechado en la historia y el guion. Con Darks Shadows, Burton retoma el lado gótico que ya vimos en Sleepy Hollow, Sweeny Todd o La novia cadáver, y nos deja algunos momentos sugerentes y pocas perlas de humor sutil. Busca el chascarrillo y el entretenimiento con una atmósfera bien cuidada fotográfica y musicalmente (genial de nuevo Danny Elfmann), incluso utilizando piezas de los años 70 y atreviéndose a otorgar un par de cameos divertidos (a Alice Cooper y Christopher Lee).
Al final, todo queda algo infantilizado y superficial y con un metraje desajustado que empeora el conjunto final. Falta magia. ¿Conclusión? Interesante pero a medias…
Tráiler:
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