Bazar Arroyo
Por Inmaculada Real López.
Calle Alcalá, 42
Hasta el 20 de mayo.
Señala Arroyo: “En 1969 hice una exposición en Milán llamada Opere y Operette (Opere en italiano son las grandes obras artísticas), pero allí mezclé de todo, las más grandes y más pequeñas. Los títulos estaban sacados de óperas: Aída, La Africana, La Fuerza del Destino… Milán es muy operístico y aquello tenía su encanto. Para aquella exposición hice La Africana, que fue un bolso de señora cuyo mango era una banana. Algunas valientes mujeres lo han llevado en alguna fiesta o alguna cena… La Africana o la maleta del doctor Dr. Schweitzer. Compré 36 bolsos viejos en el rastro de Milán a los que añadimos esa banana”.
“La máscara y el disfraz. Travestirme siempre me ha gustado. O mejor, disfrazarme más que travestirme. Es un mundo fascinante: la máscara al revés del deshollinador y la máscara clásica de Fantomas, los dos tipos de máscaras, las cuencas blancas y el antifaz negro. Esto es un proyecto de marquetería, pero sólo está el proyecto porque la marquetería no la tenemos. Con mi amigo Francis Biras hablábamos mucho de Pierre Loti, un loco de los disfraces. En su pueblo en Normandía, en su casa, se vestía de jeque árabe, de mandarín. Y le hice este proyecto, que es un proyecto y no un cuadro, que di al ebanista para que lo hiciera en madera. Hicimos tres ejemplares pero desgraciadamente no tengo ninguno”.
En el libro Minutas de un Testamento. Memorias, apunta: “Sí, España. El paraíso de las moscas, ¿lo sigue siendo? También, alguna vez, Alemania fue el paraíso de las moscas y de las ratas. (…)Paul Delvaux ejecuta al óleo sobre tabla una calavera semicubierta por folios ¿Quién sabe si se trata de apuntes? ¿Serán acaso digresiones o relatos? Quizá sean arrepentimientos o declaraciones tardías. A mi modo de ver, junto con la Vanitas de Teniers, que se encuentra en el Prado, esta Vanitas de Delvaux es una de las más impresionantes. Hueso y papel, similitud en la composición, protagonismo del cráneo entre los folios: estas coincidencias nos sorprenden. Un libro cuyas hojas poco a poco se van pudriendo, llevándose con su degradación nuestras esperanzas y nuestros desconsuelos, velas para alumbrar la escritura y la vida que se acaba”. A través de este tipo de conceptos, se aprecia su vinculación al Barroco español, así como el gusto por la creación partiendo de realidades dispares, incongruentes y con ciertos toques de surrealismo.
También fue conocida su labor como escenógrafo, reuniéndose una serie de trabajos: esbozos, dibujos preparatorios y folletos ilustrados. Colaboró en la ópera Boris Godunov, de Músorgski, y la adaptación de Fausto que se estrenó en 1982. El teatro se convirtió para Arroyo en la vía para poder desdramatizar y liberarse de sus obsesiones pictóricas, realizando vínculos intercambios entre la pintura y la escenografía. Con objetos que se multiplican o diseminan por el suelo, caídos de cualquier manera. El teatro, según señala Arroyo, le ha permitido olvidar temporalmente que es pintor; la escena no es una galería de arte: “La creación se pone entonces al servicio de un texto, un tema que no tiene nada que ver con pintar. Y al mismo tiempo, de vuelta, recuperar la enorme libertad de la pintura”.