Yaogun: los caóticos orígenes del rock ‘n’ roll en China
Por Jaime Moreno.
Hay algo que no queda suficientemente acentuado en el estupendo libro Red Rock (la primera historia completa del rock ‘n’ roll en China) y es la escala diminuta del movimiento. En 1996, por ejemplo, se publicaron la friolera de seis discos de rock nacional chino, mejor conocido como yaogun, una cifra que serviría para relegar el tema a la categoría de anécdota. Esto sería cierto en cualquier país del mundo y lo es más todavía en el contexto del gigante asiático, esa fuente continua de estadísticas abrumadoras.
Lo cual no quiere decir que no sea una historia adecuada para explicar cómo China abrió las puertas de la muralla a la cultura popular occidental y, por ende, al resto de las furias del capitalismo moderno. Además, en los números está la clave del texto. El hecho de que en épocas tan recientes fuera tan difícil montar una banda de rock, grabar un disco o comprarlo, no hace sino subrayar las penurias que sufieron los fundadores del rock ‘n’ roll en mandarín. Esta no es tanto una historia del yaogun (que, por otro lado, maduró hace apenas unos años) como de la lucha de los yaoguners por entender cómo había que ser rock ‘n’ roll.
Por eso Jonathan Campbell, un canadiense que se mudó a Pekín en el año 2000 y permaneció allí como escritor y promotor y baterista durante toda una década, la llama “una marcha larga y extraña”. Es una historia de muchos principios, todos ellos mezclados y confusos; una historia escrita por alguien que vivió en contacto directo con algunos de sus protagonistas; una historia escrita casi desde el estómago del monstruo.
El local de conciertos MAO
Sobra decir que antes de la década de 1990 no había nada. Al contrario que Japón y el resto de los países asiáticos, China no contó con el beneficio de la beatlemanía. Por si el comunismo al uso no fuera suficiente, la siniestra Revolución Cultural que desencadenó Mao entre 1966 y 1976 dejó al país en los huesos, metafórica y literalmente, vacío de referentes externos y sin dinero en los bolsillos para gastarlo en tiendas de discos que, de todas formas, no existían.
Pero no iba a ser un lugar prohibido por los siglos de los siglos. Desde finales de la década de 1970 comenzaron a llegar noticias desordenadas desde el Planeta Pop: uno de los informantes de Campbell, metalero para más señas, confesó haber sentido un frenesí inexplicable la primera vez que escuchó a Teresa Teng, la sedosa vocalista taiwanesa, tan alejada de Megadeth como alcanza la imaginación pero fruto del mismo árbol genealógico. Era el año de 1977, Teresa Teng se había colado en las ondas radiofónicas, y nunca antes la juventud china había escuchado nada similar. Tan decisiva fue en la formación de los primeros yaoguners que cuando la cantante falleció en 1995, la delgada aristocracia del rock chino le dedicó un disco entero de versiones de sus temas.
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Para el Partido, este tipo de música era ducao, una “hierba venenosa”, decadente, pornográfica. Había algo sucio y detestable, supongo, en aquellas canciones sobre pudorosas citas imaginarias. Sea como fuere, a pesar de la férrea cortina de la censura, por las fronteras chinas se iba filtrando la propuesta ilícita del rockanrol: desde Japón y Filipinas, y sobre todo desde Hong Kong, colonia británica donde sonaba el llamado Cantopop o pop en cantonés; pero también directamente desde Estados Unidos, gracias a los pocos estudiantes que aterrizaron en Pekín y Shangái con su colección de musicasettes a finales de los años 80.
Los padres del yaogun bebieron de todas las fuentes que pudieron encontrar. Lo consumieron todo sin saber de qué lugar o época provenía. La lista de músicos foráneos que tocaron en China en los 80 es un buen ejemplo del caos primigenio. Y no tiene por qué ser resumida ya que fueron sólo estos: el pionero de la electrónica Jean Michel Jarre en 1981, la banda de surf-pop filipina Niaige’er en 1982, el neo-folk irlandés de The Chieftains en 1984, el pop-ultra-gay de Wham! en 1985, los iconos del surf sesentero Jean and Dean en 1986, y por fin el conjunto de rock-de-estadio alemán BAP en 1987. Nadie más.
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De esta manera, sin orden ni concierto, surgió el yaogun. Campbell sitúa los orígenes mitológicos en 1986 y en la figura del cantautor Cui Jian. Ese año este joven de aspecto ordinario (que unos meses antes había hecho cola toda la noche con el fin de conseguir entradas para ver a Wham!) se subió a un escenario y con voz rasgada entonó un tema titulado “Nada a mi nombre”. Millones de telespectadores vieron a Cui cantando sobre la soledad y desesperación de la pubertad (y, por extensión, de toda China) en clave de power ballad, pero con algunos arreglos tradicionales.
“Nada a mi nombre” sonó también durante las protestas de la plaza de Tian’anmen en 1989, y por eso es considerada la primera gran canción de la Nueva China. Después de “Nada”, todo cambió también en el apartado musical. La primera revista especializada, AV World, inició su andadura en 1987; las primeras fiestas con pinchadiscos se celebraron en 1990; por aquella época aparecieron las primeras melenas masculinas en las calles de Shangái; el primer programa de radio dedicado por completo al rock comenzó a emitirse en 1993; el primer sello discográfico se llamó simplemente Rock Records y lanzó su disco inaugural (China Fire, una recopilación de los nuevos sonidos) en 1992. Etcétera.
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En Red Rock no hay largas listas de grupos desconocidos, sino más bien un puñado de entusiastas dedicados a interpretar las pocas pistas a su disposición y a formular con ellas su propia teoría del rock. Según parece, la moda rockera original en China fue el heavy metal. Mientras el resto del mundo consumía grunge y brit pop, en China brotaban las bandas que sonaban un poco a Iron Maiden. Tang Dynasty y Black Panther fueron los primeros y los más célebres y casi los únicos. En su momento más álgido, rozaron el millón de discos vendidos y llegaron a vivir como verdaderos rock stars, alojándose en hoteles de cinco estrellas y consumiendo cubos de cocaína. A partir del nuevo milenio, uno y otro fueron acusados por las nuevas generaciones de haberse dormido en los laureles del playback. Naturalmente, los padres del rock chino post-comunista tenían que acabar aburguesándose.
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Hay que tener en cuenta que los primeros yaoguners no sólo perdieron el tren de Elvis y los Beatles, sino que también ignoraron el punk hasta muy tarde. Es algo insólito, pero el responsable de la propagación de un estilo musical moderno fue un historiador. O debería decir El Historiador, ya que fue el primero en meditar sobre el pasado y presente del rock en mandarín. Se trata de Hao Fang, cuya biografía de Nirvana, publicada en 1996, se extendió como la pólvora, a golpe de fotocopia, dando lugar al despertar grunge de Pekín (con Underbaby, que parecían estudiantes de BUP, a la vanguardia) y al descubrimiento del punk clásico en forma de crestas, cuero e imperdibles. A falta de nociones de inglés, la pasión por Kurt Cobain resultó en el nacimiento de un equipo de baloncesto juvenil llamado Rape Me.
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Hasta aquí el gabinete de curiosidades. A partir de finales de los años 90, la globalización musical en China parece haberse consumado, sobre todo gracias a Internet. Por eso, el último tercio del libro es el menos interesante. Gracias a dios Jonathan Campbell no se detiene en el indie de nuevo cuño, porque este es un estilo que, sin la pátina del tiempo ni el encanto de la etnografía, tiene la misma garra literaria que las obras completas de Mao Tse-Tung. (Y lo dice alguien culpable de escribir un blog de música indie y que terminó su propio libro con un capítulo titulado Indie.) Aunque no todo es previsible; también hay ruido experimental. Yo soy pulcro y virginal en dicho campo de investigación, pero conozco un grupo llamado Torturing Nurse, que es una delicia y una bestialidad al mismo tiempo.
Torturing Nurse en vivo
No me desviaré: lo mejor, lo maravilloso acerca de Red Rock es el extraño divagar del yaogun entre ca. 1985 y 1995, cuando no había Manual de Instrucciones y los precursores se vieron obligados a crear su propio canon. A inventar la rueda, como quien dice.
–
Jonathan Campbell.
Red Rock: The Long, Strange March of Chinese Rock ‘n’ Roll
Earnshaw Books, 2011
La mejor guía de bandas chinas, de lejos, está en la wikipédica www.rockinchina.com
Jaime Moreno Tejada escribe el blog de música japonesa alternativa www.akaneindie.com y es el autor del libro Rokku: una historia del rock japonés, 1945-2010 (Quarentena Ediciones, 2011)