Un paseo por el SOS 4.8
(Foto: Isabel Cortés – Equipo Helmet)
Por Miguel Andúgar.
Que el SOS 4.8 no es un festival que atraiga principalmente a hordas de indies gafapastas, sino a chavales con gafas de sol de colorines de tres euros y enamorados del hype del año no es algo nuevo. Y bastaba ver las reacciones negativas de los habituales cuando se anunció el cartel de este año, probablemente el mejor con diferencia de todas sus ediciones, excepto, quizás, en la vertiente electrónica, para confirmarlo. Menos gente este año, y ambiente algo más distendido.
Esta no será una crítica al uso del festival que tuvo lugar en Murcia el pasado fin de semana. Es simplemente el resultado de mis vivencias allí, de los grupos que vi y disfruté. Si quieres algo más exhaustivo, tendrás que ir a otro sitio.
Viernes
Comenzamos nuestras andanzas con The Magnetic Fields, actuación en un auditorio cerrado con aforo limitado. Mientras, simultáneamente, Nacho Vegas, me contaron, comentaba en el escenario Jägermeister que el rey del pop no era Michael Jackson, “sino ese que está tocando ahí dentro”. En formato acústico e íntimo, la frialdad de Stephin Merritt pronto dejó de importar ante toques de gélido humor y unas canciones que, al desprenderse de sus arreglos synth se muestran hermosas y dolientes. Las únicas pegas: quizás un repertorio y un tempo demasiado íntimo para un festival de estas características, y la tendencia de Merrit a hacer que otros canten, incluso canciones que originalmente están grabadas con su voz. Aún así, las habituales escapadas y cachondeo de los recopiladores de conciertos (aquellos poco interesados en lo musical y obsesionados con conseguir el mayor número de pulseritas posibles) fueron relativamente escasos comparadas con otros años, como en el caso de Tindersticks o These New Puritans.
Salir al exterior después de permanecer un ratillo en tal burbuja es siempre traumático. Mientras los DJs desquiciaban a los habituales del SOS Club, estuve viendo un ratillo a The Kills, que me convencieron tan poco en su puesta en escena como en sus trabajos de estudio. Aburridos, fríos y repetitivos.
No se puede decir lo mismo de Grupo de Expertos Solynieve. Pese a la habitual pose cercana pero chulesca de J., amenizaron por igual con temas de sus dos largos y alguna sorpresa. Aires sureños, buena ejecución y demostración de que últimamente resulta mucho más interesante este devaneo aparentemente banal que las digresiones interminables de Los Planetas.
Lamentablemente la destructiva organización de horarios me llevó a abandonar a los Expertos antes del final, para acercarme a ver a una de las estrellas de esta edición Pulp. Pronto mis temores quedaron confirmados: pese al entusiasmo de la gran cantidad de público, el show fue, al final, un poco aburrido. Tocaron bien, el repertorio estaba muy bien elegido y distribuido, pero los aspavientos de Jarvis parecían completamente automáticos y desganados. Si queríamos creernos al personaje, era el hombre más feliz sobre el escenario, pero en el fondo, me pareció, simplemente estaba cubriendo el expediente. Además, la calidad de sonido –al igual que sucedió con Suede el año pasado- era muy buena, pero demasiado tímida con el volumen. Esto contribuyó a que para algunos de nosotros distase mucho de parecerse a aquella experiencia catártica del Primavera Sound del 2002.
¿Qué podría decir de Gossip? A los siguientes en pasearse por el escenario Estrella de Levante no se les puede poner tampoco ninguna pega, salvo la de haberse dejado seducir por su propio estilo. La Ditto, de pasearse en bragas por los escenarios ha pasado a vestir ropa de diseño, y eso se nota en su música y su puesta en escena. Casi sin darme cuenta, acabé prestando más atención a conversaciones que a las tonadillas de la chiquilla.
Hasta que me vi arrastrado casi sin darme cuenta al escenario pequeño a un concierto que, inicialmente no quería ver, y que terminó siendo lo mejor de la Velada. Buraka Som Sistema. Los portugueses, reyes del kuduro fueron una muestra de lo mejor que puede haber en un festival: buena música y diversión a raudales. Tremendos maestros de ceremonias, consiguieron que viese bailar como locos a gente a la que apenas había visto nunca mover un pie al ritmillo. Estos protegidos de M.I.A. hace tiempo que la superaron en diversión, calidad y entrega.
Sábado
Menos gente el sábado en las primeras horas. Yuck, efectivos discípulos de la época clásica de Yo la Tengo, interpretaron con poco éxito ante un escaso público –bajo la amenaza de lluvia- el papelón de calentar motores. No consiguieron, pese a su música luminosa, empezar a entusiasmar al público. Cosa que sí consiguió Bigott con su rock mutante. Con ecos de rock clásico, cierto tropicalismo y folk raruno a mogollón, una actitud excéntrica y divertida, hizo que empezase a importar poco el calabobos que finalmente no fue a más.
Dando paso a la primera división, Mogwai ejecutó un concierto que comenzó con algún problemilla técnico rápidamente subsanado. Sonido casi perfecto –y esta vez con volumen adecuado-, emoción y técnica a partes iguales. Divertidos, inquietantes a ratos y moderadamente entregados, no solo gustó a fans, sino que sorprendió a muchos que pasaban por allí para echarle un vistazo a “ese grupo casi instrumental que prometía ser un coñazo y que ha terminado molando”. Y es que quizás ahora hacen menos ruido y son más fáciles de asimilar.
Todo lo contrario sucedió con The Flaming Lips. Alertados por el espectáculo que suele acompañar a los conciertos de la banda, la gente se marchaba a borbotones cuando las luces y los artefactos de Wayne Coyne no pudieron superar la ausencia casi total de los grandes hits de la banda –ni siquiera tocaron “Race for the Prize”-. Un fragmento medio dedicado a profundizar en la psicodelia posmoderna en la que habitan los últimos años, dejó disfrutar solamente a los seguidores de la banda. El carisma de Coyne y de Steven Drodz se dejó notar. Lo mejor: la bella versión acústica de “Yoshimi Battles the Pink Robots Pt. I” y la atmosférica “What Is The Light?”. Un show muy breve, entorpecido además por las largas pausas entre canción y canción acabó con gran desconcierto de muchos.
Mi SOS terminó con Love Of Lesbian y su habitual tragedia: ser un grupo del montón que toca bien y -cosa que no he logrado entender aún-, haberse convertido en ídolos de masas sin habérselo propuesto explícitamente. Y sí, había más gente que con los Flaming Lips. Y sí, se lo pasaron mejor. En serio.