Siena desde la escalera
Por Raúl Fernández de la Rosa
Desde abajo, en la Piazza del Campo, La Torre del Mangia se ve imponente. Se alza hacia al cielo y surge de los edificios medievales que rodean esa extraña plaza con forma de concha, empedrada en dos colores e inclinada para que el agua fluya.
Los turistas no son multitud agobiante, y eso se agradece. En una esquina de la plaza hay una pequeña trattoria que regentan dos viejitos. La cocina es autóctona y de toda la vida, no tiene precio, se busca que el cliente disfrute de lo que han hecho desde siempre. No se trata de ganar dinero, si no de una forma de vida.
El pequeño pueblo está orgulloso de sus piedras enmarcadas en la verde campiña, mucho antes de que la UNESCO lo corroborase. La torre que vigila la plaza es una privilegiada espectadora de la tranquilidad y de la desaforada pasión. Es requisito indispensable subir sus escaleras.
En el interior, las escaleras recuerdan la película Vértigo, sólo que la estructura es de piedra. Después de una larga y fatigosa ascensión se puede contemplar la plaza-concha en todo su esplendor, y el mural de tejados y piedras que manchan la campiña. Ser espectadores de la tranquilidad.
Pero si la Piazza del Campo o Siena son realmente conocidas es por el Palio. Este singular espacio en forma de concha inclinada deja la quietud dos días al año, si no hay una inesperada efeméride que justifique la posibilidad de una tercera carrera.
En esos días el pueblo y la plaza se instauran en el fervor, la televisión italiana retransmite en directo la carrera de caballos que nace de las justas medievales. Estar es casi imposible, la plaza se vuelve estadio de la final de la Champions League entre el Madrid y el Barcelona. Los viejitos descansan.
La torre se vuelve palco de honor, al cual nunca podremos ascender. Ya no sólo las piedras de las casas, calles e iglesias visten del Medievo. Siena como Kim Novak interpreta dos personajes que son uno, unidos por una torre y unas escaleras de vértigo que vigilan la plaza en forma de concha.