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Culturamas en el Festival de Cine de Málaga (Día 4)

 

 

Por David Garrido Bazán

 

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ALI-  Adolescencia repelente

 

La jornada de hoy en la Sección Oficial es una de esas que parecen diseñadas con escuadra y cartabón por un programador. Dos variaciones sobre un mismo tema, la adolescencia, con dos enfoques prácticamente opuestos y resultados también dispares. En la primera de ellas, Ali, el debutante Paco Baños le sigue de cerca los pasos a una chica de 18 años bastante repelente que aparenta una madurez y una responsabilidad algo impropia de su edad mientras huye de los compromisos con un noviete del que no quiere enamorarse, trata sin mucho afán de aprender a conducir y se toma muy en serio el cuidar de su un tanto desequilibrada y ciclotímica madre cuando ésta sufre de alguna depresión nerviosa, lo que produce una curiosa inversión de roles entre madre e hija.

 

La propuesta de Paco Baños gira por completo alrededor del personaje de Ali, una niña bastante repelente las más de las veces, con pose permanente de tenerlo todo bajo control cuando en realidad no controla nada de lo que sucede a su alrededor, que dice y hace cosas que uno no asocia a la edad que tiene salvo que se tenga una madurez bastante impropia y que, en fin, se pasa toda la película buscándose a sí misma mientras su madre inicia una nueva relación que ella no acepta, huye de los intentos infructuosos de su colega del curro para convertir su relación en algo más serio y juguetea con un vecino buenazo  que trata de enseñarle a conducir superando su miedo irracional a los coches, en una metáfora no demasiado sutil del proceso de madurez que afronta su personaje.

 

Ali descansa por completo sobre los hombros de la joven Nadia de Santiago, una actriz con carisma y talento que le otorga a su personaje una pátina demasiado parecida a aquella respondona Juno que hace unos años se convirtió en el fenómeno indie de moda en los EE.UU. gracias a su guionista Diablo Cody, que ponía en su bica líneas de diálogo mucho más incisivas y elaboradas de las que utiliza cualquier adolescente. Paco Baños se apoya por completo en Nadia de Santiago y ésta le devuelve un muy buen trabajo recreando a esta chica tan aparentemente rebelde como en el fondo desvalida. Solo hay un problema y es que es más que probable que al espectador le importe más bien poco lo que le pase a la tal Ali, que en el fondo cae bastante antipática con esa pose de listilla resabiada y respondona algo cargante. Resulta extenuante el verse obligado a seguir toda la historia exclusivamente a través de los ojos de un personaje tan poco interesante. Por desgracia, no hay otra mirada a la historia que la suya, que domina toda la función.

 

Paco Baños trata de recrear una mirada personal en una película que se pretende fresca y que no disimula sus ganas de recoger muchas de las señas de identidad de cierto cine indie norteamericano. Sin embargo su propuesta fracasa en enganchar el interés del espectador, que solo puede quedarse con el estupendo trabajo de una esforzada Nadia de Santiago que uno intuye muchísimo más interesante que su repelente personaje – la chica tiene talento y no cabe duda de que, si elige bien en el futuro, tiene por delante una carrera de lo más prometedora –, de algún secundario eficaz como Luis Marco y poco, muy poco más.

 

 

 

ELS NENS SALVATGES-  La educación de nuestros hijos

Mucha, pero que mucha más enjundia tenía la segunda propuesta protagonizada por adolescentes del día, Los Niños Salvajes, un proyecto que la realizadora Patricia Ferreira ha tratado más de cinco años en poner en pie y que viene que ni al pelo que se estrene en estos tiempos en los que los anunciados recortes en la educación pública hacen que muchos se pregunten si el modelo que tenemos actualmente y ese otro presumiblemente más terrible al que nos encaminamos con más alumnos por clase, menos medios y escasos apoyos, es lo más sensato para nuestro futuro, la formación de nuestros hijos.

 

 

Sin embargo Los Niños Salvajes no es tanto una película sobre el sistema educativo (que también) sino una mirada un tanto descarnada y bastante crítica sobre la incomunicación, la incomprensión y el abandono que pueden sufrir los adolescentes de hoy en día por parte de profesores pero aun más por parte de sus propios padres, a los que la película señala en último extremo como responsables en gran medida de esa situación con un arsenal de comportamientos con los que todos estamos familiarizados y consideramos normales. Patricia Ferreira construye su película alrededor de la amistad que surge entre tres chavales que vienen de familias de extracciones sociales distintas pero no desestructuradas, desde una chica cuyos padres tienen recursos sobrados hasta los humildes dueños de un pequeño bar que atraviesan problemas económicos pasando por una familia de clase media tipo.

 

Los tres chavales comparten una sensación de hastío e incomprensión ante el mundo que les rodea y no les comprende, de inutilidad ante lo que están obligados a hacer pero cuya importancia en sus vidas se les escapa. El talento de Álex para hacer graffitis no le sirve para canalizar una rabia cada vez más creciente que de vez en cuando le juega malas pasadas, los mensajes erróneos que Gabi recibe de su padre le sume en la más absoluta confusión y la desconexión progresiva que Laura siente ante unos padres capaces de castigarla sin salir una semana por sus notas un día y comprarle una moto porque se está esforzando mucho al siguiente hacen que ésta busque refugio fuera del ámbito familiar. Y cuando el sistema educativo y de orientación falla en proporcionar ese apoyo cualquier adolescente más o menos normal puede romperse bajo la presión.

 

Los Niños Salvajes, ya desde su irónico título, toma partido por los adolescentes y se muestra bastante más crítica tanto con los profesores como en última instancia con los padres. Patricia construye su película con mimo e inteligencia: más allá de una cuidada estructura narrativa que ofrece la información al espectador de forma metódica y de un excelente trabajo con ese reparto que mezcla rostros jóvenes – destaca sobremanera Marina Comas, a la que ya descubrimos en Pa Negre – con veteranos solventes como Ana Fernández o José Luis García Pérez, lo mejor de Los Niños Salvajes es su capacidad de hacernos reflexionar según la película se va a acercando a su desenlace sobre una pluralidad de temas que van desde el papel que juegan o deberían jugar los educadores – ojo a esa escena del claustro de profesores que parece sacada directamente de aquella de La Clase de Laurent Cantet, una obra notable con la que Los Niños Salvajes guarda, para bien, algunos puntos en común – los orientadores y por supuesto los padres. La película de Ferreira nos obliga a pensar y a ser muy autocríticos y exigentes con nosotros mismos en un tema tan candente como delicado y fundamental para nuestro futuro.

 

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