Entrevista a Jorge Díaz por “La justicia de los errantes”
Por Benito Garrido.
A propósito de su última novela titulada La justicia de los errantes (Editorial Plaza & Janés, 2012), hemos entrevistado al escritor Jorge Díaz.
Jorge Díaz (Alicante, 1962) es periodista y guionista de televisión. Tras finalizar los estudios de Periodismo comenzó su carrera en la radio, medio que abandonó por la televisión. Trabajó en concursos, magazines y programas de todo tipo, para después pasarse a escribir guiones para series de televisión, labor que desempeña con gran éxito desde hace más de quince años. Es uno de los creadores y ha sido coordinador de guiones de Hospital Central, la serie más longeva de la televisión española y con la que ha cosechado todos los premios de la profesión. Cuando sintió que no podría inventar ni una enfermedad más, dejó la serie y se marchó a Brasil, de donde regresó con su primera novela, Los números del elefante, debajo del brazo. Ahora ha retomado sus dos pasiones: ha vuelto a la coordinación de guiones, y publica La justicia de los errantes, su segunda novela.
La justicia de los errantes. Jorge Díaz. Editorial Plaza & Janés, 2012. Novela. 464 páginas. 19,90 €
En el año 1922, la monarquía de Alfonso XIII se tambalea debido al malestar social causado por la guerra de Marruecos. Los militares buscan la forma de hacerse con el poder, las huelgas se suceden por todo el país y el movimiento anarquista crece entre las clases empobrecidas. Francisco Ascaso y Buenaventura Durruti, dos de sus dirigentes más destacados, se ven obligados a exiliarse tras el golpe de Primo de Rivera en previsión de las temibles represalias del estamento militar. De este modo dará comienzo una aventura que los llevará a cruzar el Atlántico en busca del sueño libertario por tierras americanas. Sin embargo, un inspector de policía despiadado, Ernesto Valenzuela, estará pisándole los talones en una implacable persecución. Su obsesión no conocerá fronteras a la hora de acabar con los dos últimos héroes del anarquismo español.
En su ideal revolucionario de justicia universal, Ascaso y Durruti, atracarán bancos para financiar la causa anarquista. Y en este épico periplo de lucha por el ideal libertario, viajarán entre otros países a Cuba, México, Chile o Argentina. El autor va armando una intensa e inteligente trama narrativa en la que se combinan ficción y realidad de manera equilibrada. Con una base documental realmente encomiable, Jorge Díaz nos reconstruye la historia del anarquismo en España y en América Latina, al tiempo que nos ofrece un magnífico relato sobre la amistad y los ideales de unos hombres convencidos de su batalla y enfrentados a un empecinado cazador que no cejará en su empeño.
Entrevista:
P.- ¿Cuáles fueron las ideas que te motivaron a escribir esta estupenda novela?
Escribir una novela de aventuras. Es un género que me gustaba en mis inicios como lector y había conocido la peripecia de “los errantes”. Me parecía que, con aquellos dos personajes, Ascaso y Durruti, lo podía lograr. Soy además guionista y no puedo negar que muchas veces trabajo con imágenes: un cadáver apoyado en una pared y una pintada con su propia sangre que dijera “la justicia de los errantes” era una idea sugerente y tentadora para mí…
P.- ¿Qué van a encontrar en La justicia de los errantes los lectores que no conocen a Jorge Díaz como novelista?
Sobre todo una novela entretenida. Creo firmemente en la literatura como entretenimiento. No digo que sea lo único que deba tener pero sí lo básico. La justicia de los errantes es una novela sólida, bien estructurada, bien documentada pero, por encima de todo, muy entretenida.
P.- Todo empieza con el asesinato del arzobispo de Zaragoza. Después, los solidarios. Luego, los apaches que asaltan bancos a lo largo de toda América. ¿Estamos ante una road movie, quizás una novela de aventuras dentro de un marco histórico?
No me gustan las definiciones. La única que comparto es la de novela buena y novela mala. Pero debo reconocer que comparte características con ambas, con la road movie, con la novela en marco histórico… Pero también es una novela negra o un western tardío y descolocado.
P.- Los protagonistas roban bancos para alimentar la revolución. ¿Son unos idealistas? ¿Crees que todavía existen personajes así, no ladrones (de estos hay muchos), idealistas?
Quedan, lo que dudo es que el mundo sea el mismo y que su lucha pueda estar, en general, tan justificada como en su caso. Durruti y Ascaso son el fruto de una España terriblemente injusta. Luchan por ideales tan justos y por necesidades tan básicas que su tiempo les da fuerza.
P.- Aunque sean dos ladrones, la amistad entre ellos está forjada a base de utopías. ¿Es ahí precisamente dónde puede estar su atractivo? ¿Determina también la empatía del lector?
¿Son dos ladrones? Yo no estoy seguro de que lo fueran aunque pueda parecer absurdo mirado desde nuestro punto de vista. Durruti y Ascaso lo tenían claro, eran expropiadores. Aunque nos haga gracia, “expropiadores de bienes burgueses”. Ahí está el tema, ¿desde qué punto de vista lo miramos? Eran dos idealistas, quizá equivocados en los medios, pero que luchan por aquello en lo que creen. Y es muy difícil no empatizar con alguien que sólo quiere la felicidad universal.
P.- Durruti y Ascaso fueron dos de los anarquistas más importantes de la época. ¿Resulta difícil armar una trama ficticia en torno a personajes reales?
He tenido la suerte de que Ascaso no es muy conocido. Por su personalidad, la fama de la llevó Buenaventura Durruti. Éste era alto, simpático, vehemente, buen orador… De Ascaso no hay grabaciones, no se conservan frases, no hay escritos… Y eso cuando sabemos que es el más inteligente de los dos, el mejor estratega. Aquello ayudó a que fuese más fácil.
P.- Tu libro nos permite hacer un repaso del anarquismo (dentro y fuera de nuestro país) tan decisivo en la historia del siglo XX y tan poco estudiado. ¿Por qué crees que caló tanto la ideología anarquista en aquel momento, sobre todo entre las clases más desfavorecidas?
Era una ideología adecuada a su tiempo. Un tiempo profundamente injusto en algunos países, especialmente en los que habían llegado tarde a la revolución industrial y luchaban por ponerse al día: Italia, Rusia, España… Los horarios de trabajo eran demenciales, el pago exiguo, las condiciones laborales cercanas a la esclavitud, la falta de horizontes cegadora… Era necesaria una ideología que ayudara a los desposeídos, que les hiciera sentir que había un futuro distinto.
Aunque a mí el anarquismo que más me interesa es el argentino: la suma del español, el italiano y el judío ruso en una tierra que ya era de por sí la tierra del provenir… Unos tiempos apasionantes.
P.- En aquella época todo era muy violento. ¿Es que se pensaba que los cambios solo podrían conseguirse por ese camino?
La violencia era la única forma de cambiar la situación ya que los dominadores la habían usado para defenderla. Durruti decía algo parecido a esto: les pediremos lo que queremos y, como no querrán dárnoslo, tendremos que arrebatárselo a la fuerza. Los solidarios son la respuesta violenta al Sindicato Libre, la propuesta violenta creada por la patronal. No había otra forma de cambiar las cosas, desde luego…
P.- Y también está el amor, ese que engancha a Ascaso. Tu libro lo tiene todo para ser seguido por muchos lectores. ¿Se te quedó alguna idea o subtrama fuera del proyecto final?
Me gustaría, desde luego, que fuera un libro seguido por muchos lectores.
Creo que no se puede contar una historia sin contar su correspondiente historia de amor, muchas veces bromeo diciendo que esto es lo único que he aprendido a lo largo de los años. Pero era difícil meter una historia de amor en una peripecia tan itinerante. Más aún integrarlo para que la historia no empezara demasiado tarde, al final creo que lo logré.
Y sí, siempre se quedan muchas cosas en cada una de las lecturas de una novela. Demasiada documentación, demasiadas historias… Afortunadamente en “La justicia de los errantes” no he tenido que renunciar a nada importante, sólo anécdotas de los personajes que no han visto la luz.
P.- Novela muy cinematográfica. ¿Cuánto de influencia tiene el cine en tu escritura?
Mucha, pero creo que hasta estas alturas en la escritura de todos. Raro es el escritor actual que no haya crecido combinando la lectura con el cine y la televisión. Hemos aprendido mucho del ritmo, la importancia de lo visual, eso que los americanos dicen: muéstralo, no lo cuentes. Creo, además, que es imposible sustraerse a esa influencia. Si nosotros no la demostráramos el lector la exigiría, él también está educado en ese lenguaje.
P.- Diálogos frescos y agudos, naturales, que dan mucha vitalidad al texto. Algo complejo, pero que tú pareces hacer con soltura. ¿La experiencia es un grado en estos casos?
Los guionistas, y yo soy antes guionista que novelista, estamos acostumbrados a dialogar. Contamos historias en acciones y diálogos. Digamos que juego con ventaja. A cambio no es que sea el escritor del mundo que mejor hace una descripción…
P.- El marco histórico en el que se desarrolla la novela está perfectamente conseguido. Imagino una ardua labor de documentación.
No nos imaginamos lo maravillosa que es la Biblioteca Nacional y la cantidad de cosas que tiene dentro… Igual que en la primera novela me fui cerca de un año a vivir a Brasil para documentarme, ésta la he resuelto más cerca, al lado de la Plaza de Colón… Aunque debo reconocer que antes había estado ya en casi todos los lugares en los que se desarrolla la novela.
He descubierto que la documentación es lo que más me gusta del proceso de escritura de la novela. Es apasionante ver cómo el conocimiento de tu tema te abre nuevas perspectivas… Casi te lleva a pensar que tienes que escribir sobre aquello que tienes deseos de saber y aún no sabes.
P.- ¿Cuándo y por qué te planteaste lanzarte al mundo literario?
Lo que no sé es cómo tardé tanto… Hace poco, una periodista brasileira me preguntaba si la televisión acababa con los lectores. Como broma le dije que no, que acaba con los escritores. Después lo he pensado y es verdad. Los guiones te tienen ocupado y hacen que olvides tu deseo de escribir. No considero para nada que un guionista sea menos que un novelista, para nada. Pero a mí, a los nueve o diez años, si alguien me preguntaba que quería ser de mayor, no le contestaba que guionista, le decía que escritor.
P.- ¿Se puede vivir hoy en día de la escritura, o el trabajo alternativo sigue siendo básico?
Yo vivo exclusivamente de la escritura hace unos veinte años. Eso sí, no de las novelas sino de los guiones. Aunque el maltrato del gobierno a la industria audiovisual parece que va a acabar con esta posibilidad. Ya veremos.
P.- ¿Cuáles han sido las influencias literarias más importantes que has tenido?
Muchas… Siempre le he tenido miedo a esta pregunta porque siento que debo decir escritores muy raros para quedar bien cuando a mí me han gustado siempre los que tocaban: me gustaban las aventuras de los Cinco, después Emilio Salgari, más tarde Bukowski, del que hoy abomino… Es decir, lo que cualquier lector.
Voy a intentar ser serio: Sommerset Maugham, todos los grandes novelistas judíos americanos (Bellow, Malamud, Roth e incluso Auster) y mi pasión personal, Bret Easton Ellis.
Y mis maestros, no porque me hayan enseñado, ya me hubiera gustado a mí, sino porque no creo que se pueda escribir mejor: Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela y José María Eça de Queiroz.
P.- ¿Podrías hablarnos de tus nuevos proyectos a corto plazo?
Guiones de televisión, y que no falten. Y una novela ideológicamente opuesta a los Errantes: la caída del franquismo desde dentro. No puedo decir mucho más porque no sé mucho más…