CríticasPoesía

Afabulación

 

Fábula

Benito del Pliego – Imágenes Pedro Núñez

 

Badajoz, Aristas Martínez Ediciones, 2012

192 páginas

 

Por JUAN SOROS

 

La colaboración entre Benito del Pliego y Pedro Núñez se remonta a los años noventa, dentro de la actividad del colectivo Delta 9, junto a Andrés Fisher. Desde entonces, mediante la serigrafía como soporte impreso y otras actividades, cercanas a la ‘performance’, los autores de Fábula han trabajado hacia la eliminación de los límites convencionales entre artes. Pasar del ut pictura poesis a una situación de pictura et poesis. O, para usar una metáfora cartográfica, han trabajado hacia la borradura de la frontera (dibujada sobre un mapa) entre el territorio de la poesía y el de la gráfica. Además, con el cuidado de no perder o descuidar los elementos propios de cada tradición y de la tradición de sus hibridaciones.

 

No se trata de poemas visuales ni de obra gráfica con carácter léxico. Tanto en Fábula como en su reciente entrega anterior (Índice, Varasek ediciones, Madrid, 2011) el dispositivo aprovecha la natural división del campo textual que ofrece el formato libro, en el encuentro de cada página, para enfrentar dos campos opuestos y complementarios. A un lado  queda la palabra y al otro la imagen. Esto permite una primera trampa o trampantojo. Si, a primera vista, tanto en Índice como en Fábula creemos estar ante la oposición entre palabra e imagen cuando volvemos a mirar (y estos son textos donde volver a mirar es crucial) podemos darnos cuenta, ayudados por los paratextos, que tanto la página par como la impar, todo el campo textual o iconotextual (como lo llamaría Jenaro Talens), está construido a base de elementos tipográficos. Es decir que la diferencia entre las páginas enfrentadas reside en el sistema tipográfico elegido (en el caso de las imágenes de Núñez, en ambos libros, ha experimentado con el sistema Super Tipo Veloz producido por Joan Trochut en 1942) y, sobre todo, en el lenguaje en el cual se comprenden los grafismos desplegados sobre la página. Este gesto, que nos hace volver a mirar y recordar que, ante todo, el texto es negro sobre blanco es, en sí mismo, una reflexión crítica sobre lo que implica la escritura. Si Índice ya desde su título involucra un fuerte cuestionamiento sobre las virtualidades del texto, los orígenes de la palabra, su reescritura y su destino, Fábula sale de este círculo que no cesa una vez puesto en marcha sin abandonar su base crítica.

 

Por una parte, Índice se publica por primera vez en 2004 (en Ediciones Germanía con el premio Gabriel Celaya) sin imágenes y sólo alcanza su forma de colaboración en libro en 2011 después de quedar en proyecto una edición digital. En ese proyecto las imágenes de Núñez servirían de (meta)índice a los textos de del Pliego. Por el contrario, la génesis de Fábula está menos expuesta. Además del anticipo Zodíaco publicado en Colombia en 2007 sólo llega a la forma de libro hoy, tras un largo proceso de maduración. Como relataban sus autores en una reciente entrevista, si bien el germen del proyecto es la escritura de del Pliego, el lento proceso de trabajo, sin prisas, permitió que el diálogo fluyera en ambas direcciones y también imágenes de Núñez suscitaran escritura.

 

Por otra parte, sin perder su conciencia crítica del medio sobre el que se trabaja, Fábula expande su alcance, abre el círculo. Esta ampliación es tanto temática como formal. Índice consta de tres secciones y se puede leer de manera lineal o siguiendo los trayectos propuestos por Núñez en páginas donde combina de diversas maneras las imágenes asignadas a cada poema. La complejidad de las posibilidades de lectura de Fábula es mayor. Nuevamente hay que volver a mirar. La contraportada no tiene texto impreso sino sólo estampado en bajo relieve el título “La voz del oído”. Otro trampantojo. Abriendo Fábula como un libro oriental (de derecha a izquierda) encontramos el juego de paratextos completo (portadilla, página de copyright, portada) pero con este título. Entonces lo que venimos llamando Fábula en realidad es Fábula y La voz del oído, libro que ocupa la otra mitad del conjunto. Ambos libros están separados por notas de los autores. La voz del oído recuerda más a Índice. Cada imagen es un círculo negro intervenido por una grafía blanca. En el borde de cada página se reproduce la imagen del mismo modo que el abecedario en una libreta telefónica. Por otro lado, las imágenes de Fábula, más complejas y de alguna manera “referenciales”, están reproducidas al comienzo, cada una asociada a su número de página pero no dispuestas de manera correlativa sobre la página, ofreciendo trayectos de lecturas y cruces distintos al lineal que propone todo libro.

 

Estas posibilidades (y complejidades) de lectura se explicitan en la nota “Sobre las diversas formas de consulta”. Sus autores ofrecen la posibilidad de una lectura oracular. Otra perspectiva de lectura surge al constatar que Fábula está dedicado al padre de del Pliego y La voz del oído a su madre. Siendo arriesgado, y sobre todo torpe, un acercamiento biográfico a esta clase de trabajo, La voz del oído sí parece destilar una cierta voz que se escucha y que se habla en femenino. Una voz que termina (o comienza) en balbuceo y ceniza. Que recuerda la pieza “Heaven and earth” (1992) de Bill Viola, donde el artista enfrenta dos pantallas, en la estructura de una columna de madera. En la superior está la imagen de la madre agonizante del artista y en la inferior la imagen de la hija recién nacida, una se refleja en la otra.

 

Si, conservando su carácter crítico, La voz del oído parece abrirse desde el cuestionamiento metatextual de Índice a un diálogo de voces, es en Fábula donde esta apertura es más evidente. No es así, pero en cierta lectura da la impresión de que Índice fuera el arte poética, el camino, que ha permitido llegar a la colaboración de texto e imagen que es Fábula. Punto que no representa un final de camino sino una nueva encrucijada. Si en Índice, e incluso en La voz del oído, hay una cierta linealidad aparente (aunque oblicua, curvada hasta la circularidad y descentrada por las formas de lectura propuestas) es en Fábula donde emerge un dispositivo que prescinde de toda huella narrativa o causal. La fuerte coherencia de los iconotextos de Fábula se sostiene sobre una forma abierta pero recurrente. Un objeto o ser es dicho en palabra e imagen. Ni una ni otra es descripitiva. Sin embargo, la referencialidad es mucho mayor que en colaboraciones anteriores. El esquema, basado en la recuperación decimonónica en la tradición española de la fábula grecolatina, propone en el título un elemento que es desarrollado en imagen y palabra. Así ordena los textos, como los libros de fábulas, sin un nexo lineal entre los mismos. Ya no se trata de una escritura que se dice, se critica y se borra poco a poco a sí misma, que se escribe y se reescribe, cuestionándose y haciéndose cuestión. Fábula cuestiona y se cuestiona pero mientras realiza un ejercicio de contemplación y, de alguna manera, de celebración de lo contemplado. Este catálogo, militantemente fragmentario e incompleto, ni revela una verdad última sobre lo real (lo real es idiota dice Clément Rosset) ni oculta lo esencial del objeto (la esencia no existe). Como en el oráculo de Délfos, señala. Es decir, sólo pretende ser índice de la realidad (por lo que leemos Índice como fundamento de esta poética). Volver a mirar (lo señalado), volver a decir. No definir ni describir. Una contemplación que parece buscar hacer memoria de las cosas. Donde se enlazan los dos libros no casualmente enfrentados aquí y donde podemos vincularlos como dos trabajos de la memoria. Y quizás es ahí donde encuentra su sentido particular, más allá del trampantojo, que el volumen tome su título de uno sólo de los libros ocultando el otro. Una fábula, según el diccionario, es una narración, un texto sobre un objeto o un ser, pero también es una conversación. Un diálogo como el que se despliega entre palabra e imagen, entre ambos libros también. Sin embargo, de la palabra latina fabula también deriva habla. Fábula es sobre todo un habla del mundo. Una memoria, atravesada por la presencia de amigos y experiencias, pero sobre todo una insistencia, contra toda esperanza. Volver a mirar, volver a decir.

 

(La afabulación ha fracasado. Fábula, obviamente, no tiene moraleja).

 

(Estelle Talavera)

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