La boda de los ratones

 

La boda de los ratones. Margarita del Mazo con ilustraciones de Lisa Kaser. Oqo editora. 40 pp. 13,50 €. 

 

El emperador de los ratones de La Conchinchina tenía una hija, una preciosa ratona blanca como la nieve.

Un día, mientras su alteza tomaba el desayuno, apareció una ratona, de la mano de un ratón gris oscuro, casi negro.

-Papa, este es mi novio –dijo.

Al emperador se le atravesó en la garganta la tostada con queso, y casi se ahoga del susto.

Cuando, por fin, dejó de toser, el emperador gritó muy serio:

-No te casarás con un ratón negro, feo y esmirriado. Te casarás con el más fuerte del planeta, y ese no lo es –dijo señalando al ratón.

La ratona lloró y suplicó, pero su padre no le hizo sin caso y se marchó gritando por los pasillos de palacio:

-¡Te casarás con EL SOL!

El ratón, desconsolado, abrazó a su amor y juntos los dos lloraron durante un buen rato.

El emperador subió a la montaña, vestido con sus mejores galas y con gafas de sol (todo el mundo sabe que al Sol no se le puede mirar directamente).

-Sol, he venido a ofrecerte la mano de mi hija.

-¿Y por qué quieres casarla conmigo?

-Porque tú eres el más fuerte del planeta.

Pero el Sol, que solo quería a la Luna, se excusó:

-¡No…! Yo no soy el más fuerte .

-Entonces, ¿Quién es?

-El que me cubre en un momento. Es un abusón. ¡El nubarrón!

El emperador volvió a su ratonera imperial y le dijo a su hija:

-No te casarás con el Sol.

-¡Bien! –gritó.

-Te casarás con el nubarrón.

– ¡Nooo!

Pero la pareja de ratones siguió viéndose a escondidas por los rincones.

En cuanto el cielo se cubrió de nubes, el emperador subió a la montaña, vestidos con sus mejores galas, y abrió un paraguas (todo el mundo sabe que el nubarrón puede echarse a llorar en cualquier momento).

-Nubarrón, he venido a ofrecerte la mano de mi hija.

-¿Y por qué quieres casarla conmigo?

-Porque tú eres más fuerte del planeta.

Pero el nubarrón, que sólo quería a la tormenta, se excusó:

-¡No…! Yo no soy el más fuerte.

-Entonces, ¿quién es?

-El que me arrastra al olvido con su soplido. Es mi tormento. ¡EL VIENTO!

El emperador volvió a su ratonera imperial y le dijo a su hija:

-No te casarás con el nubarrón.

-¡Bien! –gritó ella muy contenta.

-Te casarás con el viento.

-¡Nooo!

Pero la pareja de ratones siguió viéndose a escondidas por los rincones.

El emperador no tuvo que esperar mucho, porque en otoño el viento sopla todos los días para desnudar a los árboles.

Al día siguiente subió a la montaña, vestido con sus mejores galas y los bolsillos llenos de piedras (todo el mundo sabe que el viento es un bromista y puede llevarse tu ropa en cuanto te despistas).

-Viento, he venido a ofrecerte la mano de mi hija.

-¿Y por qué quieres casarla conmigo?

-Porque tú eres más fuerte del planeta.

Pero el viento, que solo quería a una cometa, a la que había enseñado a hacer piruetas, se excusó:

-¡No…! Yo no soy el más fuerte.

-Entonces, ¿quién es?

-La que me impide el paso y por más que soplo, nunca la arraso. Ella me corta y me daña. ¡LA MONTAÑA!

El emperador volvió a su ratonera imperial y le dijo a su hija:

-No te casarás con el viento. -¡Menos mal! –se alegró ella.

-Te casarás con la montaña.

-¡Nooo!

Pero la pareja de ratones siguió viéndose a escondidas por los rincones.

 

(…)

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