La Vanguardia aplicada (1890-1950)

 

Por Mario Sánchez Arsenal.

 

Fundación Juan March.

Hasta el 1 de julio.

 

Desde el pasado 30 de marzo la Fundación Juan March acoge la exposición La Vanguardia aplicada (1890-1950). Se pretende con ello realizar un recorrido por la historia visual y el impacto de los ideales de las vanguardias históricas en los ámbitos de propaganda política e ideológica, la publicidad y los medios de comunicación, la arquitectura, el diseño urbanístico y de interior, las exposiciones, el teatro, el cine, la fotografía y el diseño gráfico desde sus antecedentes en la última década del siglo XIX hasta la primera mitad del XX. La muestra podrá ser visitada hasta el 1 de julio.

 

Nicolás, 1935

Las artes, antes del siglo XVIII, se habían adscrito históricamente a su aplicación. Así, encontramos las más diversas funciones: religiosas, políticas y sociales, desde el culto y la celebración hasta la representación del poder, la religión o la riqueza, la decoración o el descanso. Desde finales del siglo XIX y principios del XX se sucedieron movimientos como la Secession vienesa o el Arts & Crafts que acentuaron la autonomía del arte y con ella el intento de volver a llevarlo a todas las esferas de la vida, no tanto para ornamentarla o representarla, sino para transformarla y configurarla desde el ideal de lo nuevo. La vanguardia quiso devolver el arte al ámbito político y social, al mundo doméstico y al de la decoración, al libro y la difusión de las ideas que lo habían alejado gracias a las estéticas del arte puro, el esteticismo y el ideal de l’art pour l’art.

 

 

Las obras de esta muestra provienen de dos importantes colecciones internacionales especializadas en diseño y tipografía de vanguardia, la del estadounidense Merrill C. Berman y la del santanderino José María Lafuente. La selección de obras de ambas colecciones no se ha realizado sólo de acuerdo a criterios históricos, sino desde un acercamiento transversal al espíritu transformador de las vanguardias y en torno al eje constituido por la articulación de las formas, y los signos en el diseño gráfico de las mismas y la revolución tipográfica que éstas supusieron. En el catálogo podrán encontrar dos entrevistas muy significativas a los dos coleccionistas, que nos permiten, por un lado, ver la faceta del sujeto que atesora y, por otro, la intención discursiva que pueden pretender de sus fondos, de su material: su papel como curadores. Esta exposición quizás sea más especial de lo habitual, ya que ambos personajes decisivos han colaborado de manera activa en el montaje y organización de la misma. Manuel Fontán hacía hincapié en este punto, pues por todos es sabido que no es algo común; ni tan siquiera idealmente. La figura del coleccionista está conceptuada en unos parámetros relativamente rígidos, tanto es así, que se le considera el responsable de ceder y realizar las pertinentes prestaciones y poco más; la exposición o el resultado de la exposición no es responsabilidad suya. En este caso, como decimos, funciona a la inversa y se ve perfectamente en la muestra, tanto en la disposición del material escriturario (libros ilustrados, poemas, manifiestos, dibujos, carteles, revistas, publicidad, etcétera) como en el dilatado discurso temático o cronológico. Una labor, en este sentido, más que encomiable.

 

Por otra parte y como viene siendo costumbre de esta casa, nos quedamos literalmente sin palabras si mencionamos el catálogo que se ha editado con motivo de la exposición. No es exagerado hablar en términos de excelencia en este punto. Cualquiera que haya manejado un material de este tipo puede advertir sin mucha dificultad que estos catálogos podrían convertirse perfectamente en tesoros mudos posados sobre nuestros anaqueles. Una vez más se presenta completísimo, con capítulos de Richard Hollis (La vanguardia y el diseño gráfico), un interesantísimo ensayo de Maurizio Scudiero, Vanguardia y tipografía: una lectura transversal, y otro de Bruno Tonini (Tipografía de vanguardia (1900-1945). Teorías y caracteres), así como la siempre formidable aportación de Manuel Fontán del Junco, La vanguardia aplicada (instrucciones de uso), comisario de esta muestra, y entrevistas a sendos coleccionistas en las que se tratan la problemática y consideración del coleccionista dentro de la complejidad del proceso expositivo.

 

La nueva vivienda, 1920

De manera que –nos reiteramos de nuevo– el catálogo se convierte en un elemento indispensable a la hora de afrontar la exposición de manera total. Porque ésta, en palabras de Manuel Fontán “pretende presentar una buena muestra de ejemplos de una manifestación del arte de las vanguardias históricas que suele relegarse a un segundo plano. Dicha manifestación es, al mismo tiempo, la menos artística (en el sentido moderno de la palabra arte) y la más novedosa del legado vanguardista. Se trata, en efecto, de la resultante histórica de la aplicación, en una serie de ámbitos de la vida humana y a través de determinados medios, de aquellos ideales que determinaron la actividad de las vanguardias históricas en el terreno estricto del arte de la tradición del arte puro heredada de la modernidad”.

 

Una muestra, en definitiva, que apunta a elevar al valor de “arte” el diseño gráfico y la experimentación tipográfica de las vanguardias europeas, a la vez que intenta llamar la atención sobre el hecho marginal de la consideración secundaria de este tipo de manifestaciones. Pueden visitarla hasta el día 1 de julio, no dejen pasar la oportunidad. Es una recomendación.

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