Indorock: las raíces (indonesias) del rock ‘n’ roll en Europa. Primera parte
Por Jaime Moreno.
Entre los estilos musicales más improbables de la historia se encuentra el llamado indorock, es decir, el rock ‘n’ roll practicado por holandeses de origen indonesio. Lo mejor de todo, lo más improbable, es que el indorock fue pionero del movimiento rock en Europa, y que hasta los Beatles y Jimi Hendrix aprendieron de él. Y también aterrizó en España, donde se empapó de rancio folklore sesentero y donde ―sí― flirteó con las mismísimas Rocío Durcal y Concha Velasco.
La historia empieza en Asia, hace quinientos años. Fueron los portugueses quienes exportaron al Pacífico la tradición musical occidental. En la cultura popular de Indonesia, antes de que los holandeses tomaran el relevo, se había creado un estilo colonial mestizo, una mezcla de fado y melodías nativas, basado en el sonido melancólico de la guitarrilla lusa de cuatro cuerdas o cavaquinho. Dicho estilo dio en llamarse keroncong, una onomatopeya del ruido producido por los acordes: “crong, crong, crong”.
A finales del siglo XIX un nuevo grupo de viajeros portugueses desembarcó en Hawái. Como tres siglos antes, el cavaquinho era parte de su equipaje: “Isleños de Madeira llegaron recientemente y hacen las delicias de la gente con sus conciertos nocturnos”, decía un periódico local en 1879. En la tierra del surf y los collares de flores, el nuevo instrumento fue adoptado y adaptado con facilidad, hasta convertirse en el bien conocido ukelele. El éxito del ukelele en Polinesia fue instantáneo, y en Indonesia en particular no tardó en sustituir al viejo cavaquinho como columna vertebral del keroncong. A partir de entonces, el keroncong sonaría un poco a música hawáiana.
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Durante los cincuenta primeros años del siglo pasado el keroncong evolucionó plácidamente, siempre vinculado a Hawái y a la vez absorbiendo algunas de las nuevas influencias foráneas; sobre todo el jazz, que sonaba en las no muy lejanas Islas Filipinas, ocupadas por EE.UU. desde 1898. El formato más representativo de esta época es el llamado Komedie Stamboel, una especie de teatro popular que, ukelele en mano, representaba cuentos populares de uno y otro lado del mundo, desde La Cenicienta y Ali Babá hasta los relatos folklóricos del Pacífico Sur.
Ni la Segunda Guerra Mundial ni el agrio nacionalismo que rodeó al proceso de descolonización eliminaron el deseo de los indonesios de incorporar músicas extranjeras. Como en todas partes, en el país asiático existía un buen número de “afrancesados” que rendían culto a la modernidad. Tras la independencia, muchos de ellos eligieron mudarse a la metrópolis, llevando consigo una completa aceptación de las modas y modismos, pero también la larga tradición de keroncong.
Parece mentira que un lugar tan geográfica y musicalmente pequeño como los Países Bajos estuviera dispuesto a absorber y aceptar la abundancia de grupos (en su mayoría compuestos de “inmigrantes”, además) que editaron discos entre 1955 y 1965. Había bandas para todos los gustos: algunas que salían al escenario con camisas de flores, y que pusieron de moda la música hawáiana en las radios holandesas; y otras que se vestían y sonaban como Elvis o Chuck Berry. Conjuntos cuyos miembros eran de origen indonesio ―The Hot Jumpers, The Crazy Rollers, The Rocking Diamonds y Electric Johnny & the Sky Rockets, por ejemplo― crearon la cultura del rock ‘n’ roll en Holanda, y probablemente constituyen la primera escena autóctona y madura de Europa. (Continuará)
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