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Entrevista a Javier Gutiérrez por «Un buen chico»

 

Por Benito Garrido.

 

A propósito de su última novela Un buen chico (Editorial Mondadori, 2012), hemos entrevistado al escritor Javier Gutiérrez.

 

Javier Gutiérrez (Madrid, 1974) es licenciado en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y ha trabajado como economista y editor. Es autor de las novelas Lección de vuelo (Premio Opera Prima Nuevos Narradores, 2004) y Esto no es una pipa (Premio Salvador García Aguilar, 2009). Además, ha resultado ganador del certamen de narrativa breve José Saramago 2008 y finalista del Premio Tiflos de libro de relatos 2010. Un buen chico (Literatura Mondadori, 2012) es su tercera novela.

 

Un buen chico. Javier Gutiérrez. Editorial Mondadori, 2012. 144 páginas. 15,90 €

 

Polo es infeliz. Le atormenta un hecho acaecido en el pasado cuando apenas tenía veinte y pocos años y toda la vida por delante sonriéndole. Esto hace que tenga problemas serios con su pareja, Gabi, que le pide que vaya al psicólogo para intentar resolverlos.

Hacía diez años que Polo y Blanca no se veían, desde que se produjera un episodio de extraordinaria violencia que desencadenó la disolución del grupo musical donde ambos tocaban a finales de los años noventa. Una tarde de invierno, Polo descubre a Blanca entre la gente que camina por una céntrica calle de Madrid. Así, lo que comienza como una conversación trivial entre dos viejos amigos pronto derivará en un doloroso tránsito al pasado. La revelación de aquellos inquietantes hechos dio como resultado la desaparición del grupo y ahora, años más tarde, todavía amenaza con devorarlos.

Un buen chico es una historia narrada por medio de múltiples conversaciones cruzadas cuyas piezas encajan como un perfecto mecanismo de relojería. Para ello, el autor se vale de una voz intimista y de un ritmo narrativo de gran intensidad que atrapa al lector desde la primera página y acaba enfrentándolo con uno de los abismos más oscuros del ser humano: la culpabilidad y el deseo. Violenta y lírica a la vez, Un buen chico es una lectura hipnótica y profundamente perturbadora.

 

Entrevista:

 

P.- ¿Cuál fue la idea originaria que te movió a escribir este libro? ¿Quizás mala conciencia de una edad ya superada?

La primera idea fue la nostalgia. Ese encuentro fortuito con el que se abre la novela estaba cargado de nostalgia, la idea del paraíso perdido, de los años noventa, de la época de la universidad, esa serie de descubrimientos y experiencias que uno hace en la primera juventud. Luego fui añadiendo, más bien fueron surgiendo de forma espontánea, los elementos más oscuros.

 

P.- El pasado y el presente se dan la mano en tu novela. ¿Cuánto condicionan nuestro presente los conflictos pasados? ¿Pueden realmente llegar a ser obsesivos?

El caso de los personajes de “Un buen chico” es extremo en cuanto a su exposición al pasado. Literalmente sus vidas penden del hilo que los une con su pasado. En la realidad cotidiana el pasado tiene un peso más bien psicológico, el pasado y la culpa sólo pesan lo que les permitamos pesar. Lo que le duele el pasado a cada uno es un cálculo íntimo con una base muy poco racional. En un momento de la novela Gabi trata de consolar a Polo diciéndole que el pasado no puede hacerle daño ya, que no le puede alcanzar, y habría tenido razón en un 99% de los casos aunque precisamente en este no.

 

P.- Novela tensa y angustiosa. El arco de transformación de los personajes, y sobre todo del protagonista, enganchan hasta producir malestar. ¿Es algo estudiado antes de escribir?

En general mi forma de escribir es muy intuitiva y poco premeditada. Nunca trabajo con una hoja de ruta sino que me dejo arrastrar por la lógica emocional de los personajes y es esta lógica la que me llevó a esa tensión un poco irrespirable de la novela. No sé por qué (tal vez porque soy un buen chico de verdad) me pone un poco nervioso cuando recibo el feedback de los lectores y me dicen que la novela los ha hecho sentir fuertes reacciones emocionales, trastornos de sueño, confusión, náuseas, desasosiego… curiosamente parece la lista de efectos secundarios de un fármaco como el Rohipnol. Es sólo una novela.

 

P.- Personajes complejos y de caracteres enfrentados, ¿representativos de aquella sociedad de los 90 menos explosiva que la década anterior, más acomodada e imprecisa?

Un poco la novela trata de posicionar a los personajes como representantes de una generación nihilista, autocomplaciente, cínica e inmovilista. En parte se proyectan en la novela esquemas mentales de mi generación: una actitud fuertemente amoral, una tolerancia crónica hacia un cierto tipo de mal inevitable o la tendencia a inhibirse frente al abuso. O, llevando las cosas más lejos, esa honestidad con que los personajes asumen que el mal está relacionado con el daño producido y no con la voluntad de quien lo inflige (sin dolor no hay daño). El grunge es un discurso profundamente pasivo-agresivo. El Movimiento del 15-M ha venido a demostrar que las cosas pueden funcionar de otra forma pero, claro, es otra generación la que ha iniciado ese movimiento. A mí personalmente el 15-M me ha curado de un cinismo social que tenía profundamente arraigado y creo que a muchos otros de mi generación les ha ocurrido lo mismo.

 

Javier Gutiérrez. Foto © David Lanáquera

P.- Noche, juerga, fiesta, drogas, sexo, música, grunge… Es como si alguien dijese, “no, si al final, la vida pasa factura”.

En mi primera novela, Lección de vuelo, escrita a finales de los años noventa, el protagonista repite constantemente su mantra: “Al final nunca pasa nada”. Tal vez me he hecho mayor porque el discurso de “Un buen chico” es el contrario: El pasado es una carga que se puede ignorar, obviar, asumir, perdonar, ocultar, se puede mentir sobre él o incluso esforzarse para olvidarlo pero los hechos son indelebles, permanecen y tienen consecuencias, estamos a merced de nuestro pasado. De todas formas, personalmente, soy un optimista recalcitrante y siempre pienso que no hay mal que por bien no venga, que de todo se puede aprender y cosas así. Quién lo diría leyendo la novela.

 

P.- Aquellos años 90 que describes con su nocturnidad tan vital y a veces tan al límite no parecen inventados… Suenan bastante autobiográficos, ¿puede ser?

Tiene gracia la pregunta. Supongo que te refieres exclusivamente (y resalto “exclusivamente”) a la ambientación y no al argumento. Sí, no sólo son reales los lugares sino que son los míos. Esta novela se sostiene sobre la típica voz narrativa autobiográfica, esa voz que surge del autor y no del personaje. Sin embargo más que una mezcla de autobiografía y ficción, lo que hay en “Un buen chico” es un préstamo. He prestado mi experiencia y mi voz a Polo, el narrador, aunque él interpreta la misma realidad de una forma sutilmente diferente. Por ejemplo, su mirada es más nostálgica y atormentada al recordar esos años. También el personaje está sesgado hacia la música, él es músico y no escritor. A mí siempre me interesó más la literatura pero he tratado de que esa pasión que sentía yo cuando empezaba a escribir se trasladara al entusiasmo con que él ve su grupo de música. Los límites entre autobiografía y ficción resultan tan borrosos en esta novela, tanto que el lector siempre (o casi siempre) camina sobre un terreno fronterizo. Tal vez ese sea el motivo de la novela pueda resultar perturbadora.

 

P.- ¿Qué crees que ha cambiado de aquella época a la que actualmente vivimos? ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

Hasta hace poco pensaba, como sostiene Polo en la novela, que los años noventa fueron los mejores años de mi vida. Sin embargo, ahora estoy seguro de que no es cierto. El mismo proceso de autoexploración que necesité para escribir la novela me llevó a concluir que era una mitificación, que nada fue como yo lo recuerdo. La Malasaña de los noventa que yo recuerdo está envuelta en un halo de glamour underground pero probablemente no era nada del otro mundo, algo tirando a vulgar. Supongo que lo que sucede es que yo entonces era muy impresionable. El hecho es que recordamos el pasado de una forma muy caprichosa.

 

P.- En tu novela también respira una historia de amor, ¿o más bien es una historia de fracaso, de desengaño?

Yo siempre he considerado que esta era una historia de amor, que la base de la novela era la relación, una relación a punto de acabarse, entre Polo y Gabi. Cuando lo he comentado con lectores de la novela, ellos me han contestado sistemáticamente y muy serios que no, que esta novela no trata de amor. Pero sí, aunque tal vez esté sepultado entre otras muchas cosas, el amor es importante en la novela. Eso sí, un amor terrible.

 

P.- Novela muy original narrativamente hablando. Se asemeja a un diario personal pero que en lugar de escribirse de forma reflexiva, se está contando a alguien de fuera. ¿Qué pretendes con esta forma de contar?

Hace poco me comentaron que la segunda persona está señalada en todos los manuales de escritura creativa como algo terminantemente prohibido. No lo sabía cuando decidí narrar la novela en segunda persona pero me alegro de que sea así. La última novela de Auster creo que también está narrada en segunda persona. La segunda persona me ayudó a mezclar una voz narrativa muy intimista, muy verosímil, con una historia de ficción pura que, por otro lado, es bastante salvaje emocionalmente. No sólo la voz narrativa, todos los elementos de la novela son instrumentales, tratan de colocar al lector tan cerca de la ficción y que empatice tanto con los personajes como para sentirse personalmente conmovido o al menos íntimamente alterado por la narración.

 

P.- La estructura gramatical sin acotaciones de diálogo y conversaciones cruzadas, ¿es para dar más agilidad y tensión a la trama, quizás una mayor integración del lector?

En principio era un recurso para dar agilidad al discurso, había tantos cambios de escenario que me mataba de aburrimiento estar situando al lector en cada salto temporal, así que busqué un sistema de coordenadas para que quien leyera la novela no se perdiera. Una vez diseñado ese patrón, fui consciente de que no sólo podía cambiar de escenario y plano temporal cuando quisiera sin que el lector se perdiera sino que tampoco hacía falta acotar quién hablaba, cada personaje era reconocible por su propio discurso. Pensé que si mantenía la atención del lector casi simultáneamente en varios escenarios a la vez y todos ellos integrados en una sola trama el resultado sería un efecto un poco hipnótico.

 

Javier Gutiérrez. Foto © David Lanáquera

P.- ¿Qué ha sido lo más duro en el proceso de creación de esta novela?

La escritura de “Un buen chico” fue un proceso muy obsesivo, algo que se ha trasmitido al propio texto. Desde que me levantaba hasta por la tarde, que era cuando volvía a casa la chica con la que entonces vivía, no hacía otra cosa. Tuve la impresión, falsa por supuesto, de que si ella no hubiera regresado habría podido escribir la novela de una sentada. Lo más difícil fue corregirla, cerrarla. La novela es tan poco lineal que, al conocer la historia completa, me resultaba imposible evaluar cómo estaba fluyendo la información, algo vital para regular el motor de la intriga. Tuve que pedir ayuda a algunos lectores amigos para estar seguro de que todo se entendía bien y fluía correctamente. Y fue un acierto porque, aunque no tuve que cambiar nada importante, cada lector me hizo ver algún detalle que ha mejorado el texto final.

 

P.- Te has dado a conocer por diversos premios literarios. ¿Son importantes los premios para labrarse un camino en el mundo editorial?

Los premios importantes tienen una gran repercusión, los poco importantes tienen una repercusión muy limitada, menos que proporcionalmente. Un escritor no debería elegir una editorial por su tamaño sino por el tamaño del respaldo de su editor. Alguien que crea en la novela, que esté dispuesto a defenderla de una forma tan entusiasta que pueda convencer a los demás para leerla. El escenario editorial español es extremadamente darwinista, muchísimas novedades compitiendo por muy pocos lectores. Un escenario que se agudiza en la edición literaria, donde se acumulan la mayoría de las novelas y una minoría de lectores. Por eso es tan necesario un editor que crea en ti ciegamente, mucho más que ganar un premio. Y si el mayor entusiasmo procede de una editorial muy importante como es mi caso pues qué más quieres, chaval.

 

P.- ¿Cómo, tras editoriales pequeñas, consigues que una editorial potente como Mondadori se fije en tu escritura?

No sé dónde leí que el ser humano tenía tendencia a pensar que sus logros se debían a su propio esfuerzo y los logros de los demás a la suerte. Yo desde luego reconozco que hay un poco de suerte en que una gran editorial se fije en ti. Sencillamente porque las grandes editoriales publican una veintena, tal vez una treintena, de escritores jóvenes españoles al año. Conseguirlo, además sin haber publicado antes en editoriales medias, es un hecho tan excepcional que es casi un milagro. La novela siempre ha tenido una acogida excepcional desde que la leyó el primero de mis amigos recién impresa por primera vez hasta ahora. Es algo que no deja de sorprenderme.

 

P.- Hoy en día parece que las editoriales apuestan de nuevo por autores noveles, ¿cuál crees que puede haber sido la causa?

Desde mediados de los noventa no se veía una apuesta tan decidida y extendida por nuevas voces literarias. Lo curioso es que este fenómeno no se ha dado en los años de bonanza y crecimiento económico sino durante la peor crisis económica desde 1929. Entre 1997 y 2007 el paradigma editorial ha sido extraordinariamente conservador. Incluso se notaba en las nuevas pequeñas editoriales que se dedicaban a recuperar obras olvidadas de grandes escritores más que a apostar por nuevos autores. Este cambio de mentalidad ha venido favorecido por al menos una decena de causas: el cada vez más evidente agotamiento de las propuestas anteriores, la aparición de nuevas editoriales con un perfil muy innovador, un recambio generacional en los equipos de las grandes editoriales, la importancia social de las redes sociales. Sin embargo, el factor determinante en mi opinión es que existe una demanda de nuevas voces por parte del público, un interés en nuevos discursos y en especial en jóvenes autores en español.

 

P.- ¿Cuáles han sido las influencias más importantes en tu escritura?

En la época en que uno empieza a escribir, en la que se forma su voz narrativa, me influyeron tres novelas que leí con 18 ó 20 años. Crimen y Castigo, Menos que cero y Conversación en la Catedral, tres novelas muy diferentes pero donde es fácil rastrear las referencias de mi escritura. Creo que ningún escritor podrá volver a tener una influencia similar en mi forma de escribir. En los últimos tiempos los escritores que más me han interesado, y hay cierta influencia de ellos en esta novela, son Coetzee, Cormac McCarthy, Ian McEwan o, en español, Julián Rodríguez, Rodrigo García y Fabián Casas.

 

P.- ¿Nuevos proyectos a la vista?

Tengo que poner una persiana en mi cuarto, estoy harto de dar el numerito a mis vecinos.

 

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