Relacionarse con el mundo, uno mismo y los demás. Jiddu Krishnamurti. Editorial Kairós. 192 pp. 14,99 €.
Introducción
La vida es relación. Nos relacionamos unos con otros, con nuestras familias, con el mundo, con la Tierra, con el universo.
Como la vida se vive en relación es imprescindible comprender qué es la relación, y qué significa para nosotros y para los demás cada acción en la relación, sea entre amantes, familia, amigos, profesores o la sociedad.
El conjunto de nuestras relaciones forma la sociedad. La sociedad somos nosotros. Así pues, lo que cada uno de nosotros es en la relación crea la sociedad: si somos celosos, si tenemos prejuicios, iracundos, agresivos en nuestras ambiciones, autocompasivos con nuestra propia soledad, depresivos y exclusivos en nuestras relaciones, entonces formaremos una sociedad desquiciada. Multipliquen por 6.000 millones el egoísmo o el afecto, la codicia o la generosidad de cada uno de nosotros cuando nos relacionamos y el resultado es el mundo actual. Lo que somos afecta a todo, afecta a las personas, los animales, la Tierra, la biosfera y, como pueden ver, lo hace en las dos direcciones: nos afecta lo malo pero también lo bueno.
La mayoría somos conscientes, cuando no estamos demasiado temerosos para reconocerlo, de que estamos muy solos. No sabemos por qué y cómo sucede, pero aun cuando estamos rodeados de nuestras familias, nuestros amigos, nuestra novia o novio, nos sentimos aislados y solos. Incluso en nuestras relaciones más íntimas, solo pensamos en nosotros mismos, tenemos miedo a que nos abandonen y nos sentimos inseguros, lo cual genera todavía más soledad, más dependencia hacia las personas o las cosas, y el consecuente sufrimiento. Hemos creado tal hábito de todo este miedo y sufrimiento que nos olvidamos, o quizás nunca nos hayan enseñado, que estos hábitos, biológicos, culturales o personales, se pueden cambiar. Es cierto que hemos heredado ese instinto territorial agresivo de supervivencia de nuestros ancestros, de los animales que fuimos alguna vez, pero nuestros cerebros son, a su vez, lo suficientemente inteligentes para decidir cuándo los instintos son necesarios y cuándo debemos cambiar nuestra conducta.
Es sorprendente que en la escuela no se trate el tema de la relación, de la relación con uno mismo, con los demás, con el trabajo, con el dinero, la sociedad, la Tierra y el universo. Debido a que nuestra propia supervivencia personal y colectiva depende de la relación, es lógico pensar que padres y educadores deberían insistir en que uno aprendiera sobre la relación, de la misma manera que aprendemos a leer, a escribir, matemáticas o informática. Nos enseñan a cómo ganarnos la vida pero no a cómo vivir, de modo que cada uno debe aprender por sí mismo el arte de la relación, el arte de vivir.
Debemos aprender qué es la relación, qué no es relación y qué es lo que falla. Aunque en lo externo seamos inteligentes y cultos, internamente los seres humanos seguimos siendo violentos. La verdadera educación cambia el interior del ser humano. La clave para relacionarnos correctamente es entender nuestro propio pensar, lo cual es conocimiento propio, a saber: la capacidad de comprender cómo nuestro pensar y nuestro comportamiento están condicionados por nuestras experiencias, nuestra familia, cultura, país, religión, género y biología.
Si uno no entiende su propio pensamiento, piense lo que piense, tendrá muy poca importancia. Si no conocen sus propias inclinaciones, sus limitaciones biológicas, prejuicios personales, temores, heridas, enojos, si no tienen la capacidad de ver más allá de esto, cualquier pensamiento o cualquier relación será confusa o acabará pervirtiéndose. Al fin y al cabo, el conocimiento propio es la base de la relación.
Uno puede descubrir la verdad de sí mismo en el espejo más accesible de todos, el espejo de la relación. Puede ver lo que siente, piensa, cómo se comporta, simplemente observando con detenimiento su conducta en sus relaciones cotidianas. Puede ver en su relación con los otros lo que le enoja, lo que le duele, si es generoso, alegre, plenamente vital. Recuerde no estancarse en sus descubrimientos, la vida y uno mismo cambian a cada momento. Solo observe lo que siente, no tiene que exteriorizarlo o reprimirlo para actuar más adelante. No es fácil no actuar desde el enojo o la codicia, pero aunque sea difícil, no significa que algo ande mal en uno, se trata simplemente de la acción del condicionamiento de millones de años de espíritu tribal agresivo y depredador. Pero si uno puede aprender de un momento de enojo, entonces tiene sentido, y si lo hacemos, habrá una gota menos de veneno en el aire que respiramos.
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1. ¿Qué es la relación?
La vida es relación
La vida es un movimiento de relación, no existe nada que viva en la Tierra y que no esté relacionado con algo o con alguien. Hasta el ermitaño, el hombre que se retira a un lugar solitario, se relaciona con el pasado, se relaciona con aquellos que están a su alrededor; no es posible escapar de la relación. En la relación, que es el espejo en el que nos vemos a nosotros mismos, podemos descubrir lo que somos, nuestras reacciones, nuestros prejuicios, nuestros miedos, la depresión, la ansiedad, la soledad, la tristeza, el sufrimiento y el profundo dolor; también podemos descubrir si amamos o si existe tal cosa como el amor. Así que examinemos esta cuestión de la relación porque es la base del amor.
La relación es un medio para conocerse a sí mismo
La relación es un espejo en el que uno puede verse. Podemos distorsionar lo que vemos en ese espejo o dejarlo «tal cual es», permitiendo que refleje eso «que es». Sin embargo, la mayoría vemos en la relación, en ese espejo, las cosas que queremos ver, no «lo que es», preferimos idealizar…
Ahora bien, si examinamos nuestra vida, nuestra relación de unos con otros, veremos que se trata de un proceso de aislamiento, que no estamos realmente interesados en el otro, y que a pasar de que hablemos mucho de ello, en realidad no nos interesa. Nos relacionamos con alguien mientras esa relación es gratificante, mientras nos ofrece refugio, mientras nos satisface, pero en el momento en que surge cierta dificultad en esa relación y nos produce cierta incomodidad, nos desentendemos de esa relación; en otras palabras, solo tenemos relación mientras es gratificante. Esto puede parecer duro, pero si realmente examinamos nuestras vidas con detenimiento, veremos que es un hecho…
Si miramos nuestras vidas y observamos la relación, veremos que es un proceso de creación de resistencia de uno contra otro, un muro por encima del cual miramos y observamos al otro, pero siempre nos mantenemos y permanecemos detrás de ese muro, ya sea un muro psicológico, material, económico o un muro nacional, y mientras vivamos en el aislamiento, ocultos detrás de un muro, no puede haber ninguna relación con el otro…El mundo es tan problemático, hay tanto sufrimiento, dolor, guerra, destrucción, desdicha, que deseamos escapar y vivir dentro de los muros de la seguridad, dentro de nuestro propio ser psicológico. Por eso, la relación para la mayoría de nosotros es, de hecho, un proceso de aislamiento, y, en consecuencia, esa clase de relación da lugar a una sociedad de aislamiento también. Eso es exactamente lo que está sucediendo en todo el mundo: nos mantenemos en el aislamiento y extendemos la mano por encima de él…
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