‘Parque Muerte’ de Fernando Lalana
Parque Muerte de Fernando Lalana. Premio Edebé Infantil XX. Edebé, 2012. 232 pp., 8,60 €.
Por Anabel Sáiz Ripoll.
Con Parque Muerte, Fernando Lalana ha obtenido el XX Premio Edebé de Literatura Infantil 2012. Es un relato destinado a mayores de 11 años, que divertirá mucho a los jóvenes y hará reflexionar al lector adulto.
Lalana en Parque Muerte hace gala de su singular gracejo y sentido del humor y nos narra una historia que contiene elementos que se podrían calificar se surrealistas o esperpénticos aunque, en el fondo, hay una crítica lúcida hacia los grandes parques temáticos y su especial manera de organizarse.
Fernando Lalana se inspiró, sin duda, en un conocido parque temático dela Costa Dorada y, partir de algunos detalles que él conoce bien, organiza una trama, escrita en primera persona, en la que la protagonista, Dolores Andrade, nos explica su singular historia.
Parque Muerte es el nombre que recibe un parque temático especial, creado por una empresa armamentística, que tiene a la muerte como eje temático. Dada su morbosidad, el éxito es inmediato. No obstante, hay un problema: todos los suicidas del país acuden al parque a suicidarse. Es tan elevado el número de muertos que se inicia una investigación. Y allí entra la protagonista principal, Dolores o Lola. Lola tiene formación militar y estuvo en la legión, aunque, en la actualidad, lleva casos privados. Acepta la singular oferta y descubre el porqué de tanta concentración de suicidios. En ese momento, Lalana abandona el realismo y se interna en lo imaginativo y especial, ya que aparece la muerte como personaje, eso sí, muy distinto al tópico de la muerte con su guadaña. Lalana ironiza continuamente y trasvasa todos los comportamientos humanos al mundo del más allá, de ahí que la combinación sea realmente chocante y, por supuesto, muy divertida.
Parque Muerte presenta un desenlace más que sorprendente ya que al final descubrimos qué es realmente el libro y con qué objetivo se escribe. Dolores Andrade tiene una misión al recordar esos hechos y un interlocutor, Molins, un guardia de seguridad del parque, de ahí que emplee a menudo la segunda persona del singular en continua apelación.
Hay momentos sublimes en el texto, llenos de imaginación que causan sorpresa en el lector y que podrían calificarse de delirantes como es, por ejemplo, el tren que conduce a los muertos a su última morada o la rocambolesca aventura de Dolores y la muerte por Tarragona. Ahora bien, al lado de este humor socarrón, muy aragonés, Lalana también es capaz de descripciones poéticas y de momentos reposados como cuando se describe un cielo estrellado: “Miraba al cielo y era como estar bajo un terciopelo negro sobre el que alguien hubiese arrojado con descuido puñados de sal gorda” (pág. 113).
Son también continuos los guiños al lector como cuando un tal Lalana figura en el registro de clientes de uno de los hoteles de Parque Muerte o cuando Lola, ya en su vida final, habla de algunos vecinos singulares, como Lennon o un tal Franz, Kafka, por supuesto.
Parque Muerte es un libro que se lee con creciente interés y que está escrito con una prosa clara, bien trabada. La psicología de Dolores está muy bien trazada y ella misma va reflexionando acerca de los errores que cometió durante esa investigación, su última investigación. Continuamente tiene intuiciones que no sigue porque se deja llevar más por los sentimientos que por la razón.
La novela podría calificarse de novela de humor, pero también de misterio e intriga e, incluso, de cierto terror, aunque muy especial, eso sí. Ahora bien, la descripción que Dolores –o Lalana- hacen del miedo en estado puro es absolutamente genial, como se puede leer en la página 123.
En suma, Fernando Lalana no deja de sorprender en cada novela que escribe. Esta vez ha escogido el punto de vista femenino que ha sabido mantener con realismo durante toda la narración. Parque Muerte no es solo una novela divertida, sino un ejemplo de que cualquier tema, por arriesgado o difícil que resulte, como la muerte, puede ser tratado en la literatura infantil con éxito y sin caer en moralinas trasnochadas. Sin duda, una novela muy original y arriesgada en la que Fernando Lalana apuesta por el humor y la crítica socarrona aunque, como decíamos anteriormente, lúcida.