El otro McCoy
Por Juan Carlos Vicente.
El otro McCoy. Brian McCabe. Jekyll&Jill editores, 2012.
Lo primero que leí de Brian McCabe fue un relato incluido en el libro Doppelgänger (Jekyll&Jill Ediciones, 2011), titulado Interferencias. Era un relato original con un punto macabro, protagonizado por un niño. Meses después, unos días antes de Navidad, coincidí con los editores en Madrid y mantuvimos una interesante conversación sobre el autor. Mis conocimientos sobre literatura escocesa eran, y son, escasos, pero se había despertado en mí la curiosidad por Brian McCabe y su personal visión del mundo, a la que atribuí, gratuitamente, ya que solo había leído un relato breve, una predisposición especial por generar nuevas y únicas realidades.
El argumento de la novela es sencillo. McCoy, cómico de tres al cuarto, se debate entre la autocompasión y la bebida, hallando en la culpabilidad unos zapatos en los que se siente cómodo y seguro.Cuando se despierta el último día del año (Hogmanay en el libro, Noche vieja aquí en castizo) la resaca es brutal y no consigue recordar que ocurrió exactamente la noche anterior. Acosado por un casero mafioso, decide salir a intentar ganar algo de efectivo para poder pagar el alquiler. Su trabajo es vender mirillas para puertas, pero en su peregrinación por los barrios y calles de Edimburgo, los fantasmas y las lagunas de la memoria provocaran una serie de dudas para las que, ni siquiera él, está seguro de querer encontrar una respuesta.
El título de la novela, vuelta de tuerca a la expresión « el verdadero McCoy», referente a la condición de autenticidad de algo o alguien, es parte importante en el argumento de la misma, ya que el personaje duda de sus dudas e incluso de su propia vinculación a la realidad.
Más allá de los guiños clásicos al Doppelgänger, entre la confusión de la novela se pueden destacar otras apreciaciones. Una de ellas es que retrata, a través de los personajes, una edad muy concreta (los personajes tienen alrededor de 35-38 años) en la que la vida parece en ocasiones haberse cobrado el precio por haber, o no, tomado ciertas decisiones. La visión social del triunfador está presente durante toda la novela, contrastada con el personaje de McCoy, pero también hay personajes que, sin llegar a haber tocado fondo como el protagonista, están en medio de un duelo intentando averiguar si aún les quedan sueños por los que luchar. Es cierto que el hombre nunca deja de hacerse preguntas, pero al llegar a ciertas edades tendemos a hacer examen de nuestros logros y fracasos, a cuestionarnos, si de verdad poseemos las armas necesarias para convertirnos en aquello que quisimos ser y por supuesto no somos.
El personaje de McCoy se encuentra en pleno conflicto interior. Por un lado, su carrera de cómico es poco más que un chiste, sin embargo aparecerá en el Show de Hogmanay esa misma noche, lo que le ofrece algo parecido a un posible destello de luz al que aferrarse. Por otra parte, Yvonne, su novia, se pregunta por qué está con alguien así, porque su amor no ha ido paralelo a otras elecciones de su vida (ella pertenecería al grupo de los triunfadores) y ha terminado conviviendo con el dolor cuando no lo necesita.
Podríamos decir que la vida, a cierta edad y según las leyes de la sociedad que nos observa, hay que tenerla construida sólidamente. Un planteamiento común, bastante habitual, sobre todo en boca y consejo de nuestros mayores, los cuales no consideraban otras opciones simplemente porque no encajaban en el pacto social.Todo está ahí, sosteniendo a los personajes.
Otra de las temáticas presentes, es la crisis económica que asolaba a Escocia durante los noventa, los trabajos imposibles que desempeñaba la gente para ganarse la vida, las escasez de medios y la desconfianza hacia los que nos gobiernan, los cuales, al igual que antes nuestros mayores, no consideran más opciones que las que conocen de antemano, negándose a ver la realidad y los cambios que esta necesita. Por supuesto no hay que decir que todo esto entronca directamente con nuestra actualidad. Mismos perros, distintos collares.
Como antes he dicho, todo está ahí, en la novela. Las diferentes posibilidades de realidad que ofrece la literatura en si misma, la construcción de diferentes personajes que podemos asumir nosotros mismos sin dejar de ser quién realmente somos, el vehículo a nuestra propia realización.
Después de todo, el hecho de que descubramos en España a Brian McCabe veintidós años después de que escribiese esta novela, abre, en cierto modo, una brecha en su realidad. ¿Puede ser esta incursión de su literatura en el mercado español una nueva posibilidad de vida? ¿Es, a día de hoy, Brian McCabe, el mismo que hace veintidós años? ¿Sería una nueva posibilidad de vida para el Brian que escribió la novela o para el Brian actual, siendo, a la vez, indivisibles y duales?
Uhm, vale, mejor lo dejo.