Rosa Montero: de la novela al cómic

Por Alfredo Llopico

 

La adaptación al cómic de Lágrimas en la lluvia, la novela de Rosa Montero publicada por Seix Barral en 2011, es el ejemplo de una de las tendencias más destacables del ámbito literario. No se puede decir que sea un fenómeno nuevo, pero sí uno del que últimamente se ven cada vez más producciones en España. Y, como ocurre con algunas adaptaciones al cine (Harry Potter o El señor de los anillos), la adaptación de una novela puede convertirse en el incentivo para futuras entregas. Por eso ya esperamos la próxima aventura de Bruna, la protagonista de la novela de Rosa Montero. Y, de hecho, sabemos gracias a ella, que la acción transcurrirá en las Tierras Flotantes e incluirá una trama de espionaje.

 

Cuando una novela es adaptada al cine o al cómic pueden pasar dos cosas: o el autor se implica en el proceso o prefiere no interferir en nada. En el caso de Rosa Montero contamos con el precedente del año 2008, cuando la editorial Funambulista publicó la versión gráfica de El corazón del Tártaro. En aquella ocasión no participó prácticamente en el proceso. Sin embargo, la adaptación de Lágrimas en la lluvia ha sido un trabajo mucho más personal. Rosa Montero, devoradora de cómics en su juventud, siempre pensó en este género como un soporte idóneo para su historia. Participó y colaboró con Damián Campanario en el guión; junto a su editora Elena Ramírez buscó y escogió al dibujante, el italiano Alessandro Valdrighi, y luego los tres permanecieron en estrecho contacto durante el proceso de adaptación para que la traslación de la novela al mundo de las viñetas, donde se ha respetado íntegramente la historia original, funcionase. Así, Rosa Montero, desde Madrid, aprendió la capacidad de síntesis y elipsis que tiene el lenguaje del cómic con el guionista, que vive en Barcelona, y Alessandro, desde Italia, enriqueció visualmente la historia. Y ninguno se conocía antes.

 

Lágrimas en la lluvia rinde homenaje al universo futurista y pesimista ideado por el escritor Philip K. Dick en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, llevado a la gran pantalla por Ridley Scott en 1982 en Blade Runner, todo un referente cinéfilo de la ciencia ficción. Aunque en este caso la acción transcurre en una real y reconocible ciudad, Madrid, pero proyectada hacia el futuro del año 2109.

 

 A la detective privado Bruna Husky su condición de replicante de combate le pesa cada día más. Ya no puede soportar ser una androide con apariencia y sentimientos humanos pero con vida limitada a unos pocos años. Vive en un mundo oscuro e inestable donde los humanos y los androides residen en comunidad, pero en la que los replicantes han sido marginados a un segundo plano tras años de lucha por obtener derechos civiles similares a los de los humanos.

 

Bruna es contratada para descubrir qué hay tras la oleada de muertes de replicantes, enloquecidos repentinamente debido a que sus memorias han sido vulneradas, a las que preceden asesinatos de humanos. Tendrá que investigar lo que parece ser un complot de alcance mundial contra los de su condición que, además, ha desencadenado la aparición de los primeros roces entre la población que apoya a los androides frente los que se enorgullecen de su racismo. Y, mientras, en el Archivo Central de los Estados Unidos de la Tierra alguien, cuya identidad se desconoce, modifica los archivos para conseguir cambiar el rumbo de la historia de una humanidad superpoblada.

 

 Agresiva, sola e inadaptada, Bruna Husky se enfrenta a la constante sospecha de traición de quienes se declaran sus aliados con la sola compañía de una serie de seres marginales capaces de conservar la razón y la ternura en medio del vértigo de la persecución. Incapaz de armar relaciones que le brinden seguridad busca la forma de vivir y sueña con que no llegue su muerte, a la que teme de una forma atroz, hasta el punto de llegar a contar los días de vida que le faltan.

 

En definitiva, un mundo futuro parangonable al nuestro. La historia muestra muchos aspectos que a nivel social percibimos ya hoy en día: manipulación mediática, represión social e incremento cada vez mayor de las diferencias entre clases, alienación… Una sociedad que aparentemente es sólida y bien construida pero que es débil y frágil por ser fruto de una consciencia basada en valores erróneos.

 

Lágrimas en la lluvia manifiesta la vileza del ser humano y nos pone en alerta acerca del futuro. Si no cambiamos nuestra manera de tratar a aquellos que son diferentes, posiblemente nuestro porvenir sea una guerra constante entre especies, donde cada una busque sobrevivir. Nos dice que si nos comprometemos y luchamos por una sociedad mejor se pueden conseguir progresos. Por eso la novela termina con esperanza.

 

El recuerdo de Bruna nos obliga a ser conscientes de que somos mortales y nos incentiva a luchar con todas las fuerzas para conseguir nuestros sueños y disfrutar cada instante de la existencia, porque “la vida es un cambio continuo, pero hay que aprovechar siempre el momento, cada uno de los momentos, porque esto no dura para siempre”, afirma Rosa Montero.

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