Juan Cueto, un heterodoxo asturiano
Por Redacción Más Cultura
Ortega nos adelantó que todos íbamos a estar conectados, pero también nos lanzó un aviso, una llamada a la precaución. La libre circulación de información podía ser peligrosa, no nos creamos todo lo escrito, comprobemos la Historia, dudemos de las imágenes de la retina colectiva.
Parece sencillo, el derecho a creer o a descreer, ejercer el derecho a mirar, a tocar y a elegir. El deber de ejercer la contradicción ante lo que nos han contado o hemos visto.
Juan Cueto (Oviedo, 1942) ha estado siempre haciendo equilibrismos mortales, tirabuzones increíbles y saltos en los que el vacío no era el abismo, sino la región inexplorada, la que ya nos habían contado otros que puede que ni siquiera hubieran estado allí.
Su labor como periodista, articulista, escritor o gurú de la crítica catódica (Pasiones catódicas, 1990) a lo largo de las últimas décadas nos ha enseñado que hay un después, un trasfondo al que hay que asomarse. No se trata de aferrarnos a una subcultura prediseñada a la que esnobs de dudoso gusto encumbran y visten de una calidad que reside en el desconocimiento mayoritario, tampoco en lo comercial, en lo vendido como inamovible o necesario, imprescindible para todos nosotros, cribado, edulcorado y manufacturado hasta el punto que ya no queden aristas o bordes cortantes. No, no se trata de nada de eso. Y a la vez se trata de todo eso.
En estos tiempos en los que Harold Bloom es dios para algunos, en los que la red ha despojado de poder a la información por medios clásicos (y a veces clasistas). Ahora, que las ciudades son más que nunca sus habitantes, los que observan, escuchan y deciden que dirección deben tomar. Justo en este momento se agradece un homenaje (creo que Juan Cueto odiaría esta palabra) que El Cuaderno 21, Semanal de cultura de La Voz de Asturias nos brinda. Un recordatorio de que allá dónde vamos antes hubo ya alguien con nuestras mismas dudas, descreyendo a su antojo y creando nuevos mundos a los que viajar (Los heterodoxos asturianos, 1977).
De interés general, pero imprescindible para aquellos que sufren el Síndrome del articulista con el piloto automático.