Entrevista a Guillermo Roz por «Tendríamos que haber venido solos»
Por Benito Garrido.
A propósito de su novela Tendríamos que haber venido solos (Alianza Editorial, 2012), hemos entrevistado al escritor argentino Guillermo Roz.
Guillermo Roz nació en Buenos Aires en 1973. Es Profesor en Letras graduado en la UNLP de Argentina. Publicó Avestruces por la noche. Dos nouvelles (Mirada Malva 2009); el cuento Los grises incluido en Un nudo en la garganta (Trama editores, 2009) antología de narradores españoles, mexicanos y argentinos; y la novela La vida me engañó (Mirada Malva, 2007). Ha publicado artículos sobre literatura y cultura hispanoamericana en medios e instituciones de Europa, EEUU y Latinoamérica, entre los que se destaca el Instituto Cervantes de España. Desde 2006 edita su blog en Periodistadigital.com, dedicado principalmente a la crítica literaria. Reside en Madrid desde 2002. En 2012 ha publicado su nueva novela Tendríamos que haber venido solos.
Tendríamos que haber venido solos. Guillermo Roz. Alianza Editorial, Madrid 2012. Novela. 208 páginas. 9,90 €
Agobiado desde la infancia por el amor de sus padres, Norberto cree encontrar en Jimena, su novia, la salida a esa tortura familiar. Ilusionados con una nueva vida: boda y próximo nacimiento de un hijo, visitan el barrio en construcción donde se encontrará su primera casa propia, a unos kilómetros de Buenos Aires. Allí, junto a Lula, la madre de ella, conocerán al Ingeniero Venturino que los guiará en su visita. La tormenta los sorprenderá como había anticipado el ingeniero y los atrapará en un escenario casi salvaje, de grandes lodazales y campos abiertos. Ninguno sospecha que sus vidas cambiarán para siempre. En aquel lejano paraje los personajes de Tendríamos que haber venido solos se verán arrastrados por una espiral vertiginosa de acontecimientos, unas horas delirantes que pondrán de manifiesto sus más secretas pulsiones y sus más recónditos miedos. Serán horas trágicas en la vida de todos, que acabarán con heridos, asesinados, prófugos y la incertidumbre de los días venideros.
Entrevista:
P.- ¿Cómo se te ocurrió la idea tan extrema y valiente que originó esta novela? ¿Buscabas un ejercicio práctico sobre los límites de tolerancia que tiene el ser humano?
Empecé a escribir un cuento con el disparador de una anécdota familiar, una en la que el protagonista pronuncia la frase que da título a la historia. Pero a la página 10, me di cuenta que para contar lo que quería me faltaban 30 páginas para atrás. Ya cuando fueron 40, la novela me llevó por delante, como un huracán.
P.- Podríamos hablar de novela psicológica, o más bien de emociones, pero también de thriller o de novela negra. Te resultó un híbrido realmente atractivo. ¿Cómo lo ves tú?
Yo no preví los géneros en los que la novela podría inscribirse o con los que se la rotularía. Me importa muy poco en qué estante de las librerías se coloque. Lo que me resulta atractivo siempre es una imagen, una anécdota, una sensación desesperada en el estómago que pide a gritos ser escrita. Después, si sale una de vaqueros o de ciencia ficción o un cuento de hadas, me da exactamente lo mismo. Yo persigo contar una buena historia, sin más, y con el mejor castellano del que soy capaz.
P.- Norberto, uno de los protagonistas, es sometido a una presión que le lleva a perder los estribos. ¿Crees que realmente existe esa gota que colma el vaso del ser humano?
Sí, todos tenemos un día en que ninguno de los nuestros podría reconocernos.
P.- ¿Todos tenemos oculto un instinto animal asesino o es que simplemente a cualquiera se le puede torcer el destino?
Todos escondemos de mejor o peor manera esa cara horrible que nos acerca a la monstruosidad, a la crueldad en estado puro. Y, por otro lado, a cualquiera se nos puede presentar una situación descabellada, insoportable, que tiente a nuestro monstruo interior. A mí me da la impresión que todos los días de nuestra vida tienden trampas.
P.- Dos hombres: uno abocado a que no le quieran y el otro a que lo quieran siempre en exceso. Y sin embargo, el de personalidad más interesante es el solitario. ¿Son los contrastes los que hacen atractivo el arco de transformación de los personajes?
Los contrastes, los claroscuros, el encuentro con nuestro negativo siempre nos enseñan que no somos tan diferentes, al fin y al cabo, todos sufrimos más o menos de lo mismo, y gozamos con situaciones parecidas. Los dos, cada uno en cada esquina del ring, tienen el mismo conflicto: el amor.
P.- Los dos protagonistas masculinos (que van intercambiando el papel como antagonistas) sostienen un lucha emocional interna que marca la trama. Y una mujer que en medio, pero sin hacer nada, podría redimirlos. ¿El amor, impulso vital?
Alguien dijo alguna vez que la felicidad es que te quieran, los que quieres que te quieran. Se trata de eso. En la novela los amores están dispersos, diluidos, y a estos dos solos, sí, los une una mujer. Pero no vayan a creer que llegan a ser un triángulo… se trata de algo más complejo.
P.- Novela de soledades y abandonos, de amor, desengaño y tangos. El enamoramiento del ingeniero Venturino es decisivo. A ver si va a resultar que en el fondo, es que eres un romántico ¿no?
No, no se lo permito señor periodista. Bueno… quizás si lo sea. Qué vergüenza.
P.- También estamos ante una novela de mentiras. ¿Necesitamos llegar a creernos nuestras propias invenciones para disfrazar la realidad?
Este es un apartado muy importante, el del disfraz, el de la identidad, el de no saber quiénes somos hasta que nos toca afrontar una situación límite. Allí parece que se caen todas las máscaras, todos los maquillajes. Lo que creo que Tendríamos que haber venido solos podría dejar como conclusión, si es que esto es posible, es que es importante que a determinada edad de la vida, sepamos que todo lo que nos hicieron creer de nosotros mismos, quizás no sea verdad. Pero que si optamos por creerlo, nos tenemos que hacer cargo de lo que elegimos, de que nadie ya se hará responsable de nuestros actos más que nosotros mismos. Venturino y Norberto representan las posibles elecciones que podemos hacer respecto a nuestros condicionantes socioculturales y familiares.
P.- ¿Entonces tu novela está inspirada en algo que realmente ocurrió allá por los años 70?
Lo que ocurrió de real es sólo el viaje de esa pareja a su primera casa en su Fiat 600, la pregunta de la suegra de Norberto desde el asiento de atrás: ¿Tan lejos se van a ir a vivir, Jime?, la respuesta de él: Tendríamos que haber venido solos. Eso es real, se trata de una historia que protagonizaron mi padre, mi madre y mi abuela. Esta historia se convirtió en leyenda familiar, con la frase-título como casi un fetiche. Y la ambienté en los 70 porque la anécdota familiar que me disparó la historia sucedió por esos años, en aquellos parajes bonaerenses.
P.- El título es una declaración de principios sobre lo ocurrido… No tuviste que pensarlo mucho, ¿no?
Nada, el título fue lo primero. La frase arrastró todo lo que yo quería contar desde la imaginación. Fue tirar de un mantel y llevarme todo lo que había encima.
P.- Novela de personajes, pocos pero decisivos. Aparte de los protagonistas, la monja en su santa castidad y entrega es genial. ¿Qué debe tener un personaje para que resulte atractivo para el lector?
No lo sé, no querría dar una fórmula porque me la estaría inventando. Lo seguro es que estos personajes, Venturino por ejemplo, flechan el corazón de muchos lectores que voy conociendo. Luisgé Martín confesó en la presentación de la novela en Madrid, que a Venturino le daban ganas de abrazarlo. Propondría, siguiendo esa imagen, que un personaje logrado es aquel al que quisieras abrazar.
P.- ¿Qué es lo que te ha resultado más difícil en la escritura de este libro?
La resolución, el final fue lo más complicado de escribir. Juro que, igual que los lectores, diez páginas antes del punto final yo ignoraba qué iba a ser de esos pobres desgraciados. Por momentos, eso ya me ha pasado varias veces antes, sueño con los personajes cuando no sé qué hacer con ellos. Pareciera que desde esa especie de purgatorio me rogaran que les escribiera el guión lo más rápido posible.
P.- ¿Te planteabas esta novela como un giro importante en tu carrera?
Siento que el apoyo de la agencia que me representa, Dos Passos, y la apuesta de una editorial como Alianza, me proponen un desafío nuevo, que pienso asumir con absoluta responsabilidad. Aunque la verdad es que todavía me causa cierta gracia nerviosa las palabras como carrera. Yo soy un escritor si escritor es quien escribe por imperativo categórico, por necesidad corporal, mental y espiritual. Los escritores escribimos, no nos planteamos carreras.
La escritura para mí es una piscina. Nado y cuando nadas, te ocupas solamente de que el agua te bañe y no piensas en nada.
P.- Nuevo talento FNAC. ¿Cómo se lleva? ¿Se venden más libros?
No tengo idea de cuánto se ha vendido. Espero que la cantidad suficiente como para editar un nuevo libro no demasiado lejos en el tiempo. Lo de Nuevo me gusta, porque yo me conozco desde hace 38 años y ser nuevo para alguien me resulta por lo menos curioso. Lo de Talento me halaga porque se le suele asignar a personas que admiro. Y lo de FNAC me sienta muy bien, porque me da la posibilidad de presentar la novela en varias de sus tiendas de España, viajar y conocer gente fantástica con las que puedo hablar de Literatura.
P.- ¿Qué te resulta más satisfactorio a la hora de escribir, la crítica literaria o la novela?
La novela. El periodismo cultural lo ejerzo para recibir libros gratis de las editoriales y prolongar mi adicción lectora.
P.- ¿Nuevos proyectos a la vista?
Detrás de Tendríamos que haber venido solos hay ya escrita y corregida una nueva novela, y hace poco terminé una tercera, que ahora está en proceso de corrección. Podría decirse que forman una trilogía, tienen muchos aspectos en común: paisaje, tono tragicómico, apuesta por la descripción profunda de los personajes. Ojalá en algún momento las otras dos novelas vean la luz, y podamos conversar sobre la trilogía, sería fenomenal.