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Aquí, de Wislawa Szymborska

Aquí

Wislawa Szymborska

 

Por Recaredo Veredas

 

Bartleby Editores

Madrid, 2009

15 €

 

 

Fallecida hace unas pocas semanas, el 1 de febrero de 2012, Wislawa Szymborska no era solo una de las grandes referencias de la poesía polaca, galardonada con el premio Nobel en 1996. La definición de Wikipedia no atiende a la verdad, que reside más allá de los datos. Szymborska era una poeta, sin más. Toda su obra posee una intención de universalidad que hace innecesaria cualquier limitación geográfica.

 

Poseía la capacidad para mirar hacia donde todos miran y mostrar un ángulo distinto. Una perspectiva conocida por todos -no es una vanguardista, que utilice filtros extraños- aunque pocos sepan mostrarla con la sencillez, que no con la trivialidad, que merece. Szymborska consigue lo que muchos poetas que han buscado la sublimación de la cotidianeidad no han logrado: vincular cotidianeidad y trascendencia, manteniendo la calidad poética, sin traspasar la frontera de lo intrascendente o lo vulgar. La causa: es una gran escritora, que conoce los secretos de la síntesis, el ritmo y  la palabra justa, aunque no exhiba su dominio. Además conoce, con la sabiduría que conceden los años, los juegos y tretas de la memoria, como cuando muestra a esa adolescente con su bufanda, lo único que recuerda de aquellos días. Y tal acumulación de mirada y técnica causa la universalidad: nos hace ver que no hay diferencia básica entre nosotros y los polacos, que pertenecemos a la misma tradición cultural. Todos compartimos el peso de la memoria, a todos nos abruma lo mismo.  

 

En Aquí muestra su capacidad para enjuiciar al universo y para descender, sin que el salto sea percibido por le lector, hasta la mudanza que sigue a un divorcio, a todos los divorcios. Porque habla de un aquí y un ahora cuya presencia es tan actual e inevitable como la propia vida. Por supuesto, tales méritos no existirían  -o, mejor dicho, este reseñista no habría podido comprobar su existencia- sin la excelente traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano. 

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