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David Ruiz, autor de ‘Manual para Coyotes’: «Mis personajes se aferran al honor porque es lo único que les distingue de las bestias»

Por Marina Fernández Bielsa.

 

LA VIOLENCIA HUMANA ES CONSTANTE EN EL TIEMPO

 

Manual para coyotes (Menoscuarto, 2012) es el primer libro de David Ruiz (Madrid, 1975). Dice que lo escribió «por llevar la contraria», ante la tendencia generalizada de que los primeros libros sean autobiográficos, pero, sobre todo, por su atracción por el western. Trece relatos que nos transportan al lejano oeste, por los que transitan personajes fuertes que intentan sobrevivir, cada uno a su manera y con sus propios métodos, en un mundo salvaje.

  

¿Cómo surge este Manual para coyotes?

 

A trozos, como lo harán, supongo, la mayoría de los libros de relatos. Un buen puñado de ellos fueron escritos en el taller Bremen, durante los cuatro años en los que formé parte activa de él, y allí, de cuando en cuando y fuera cual fuera el tema marcado para el relato, a mí me salía un western, supongo que porque me parecía divertido, o porque por lo visto tenía una obsesión latente con el género. Llegó un momento en el que me vi cinco o seis relatos de pistoleros y tiroteos escritos, y pensé “caramba, si escribo unos cuantos más tengo un libro de relatos del oeste aquí”… y de ahí, sumando los cuentos nuevos que fueron saliendo, siguiendo los hilos de los personajes que se repetían en varios cuentos y añadiendo los que escribí para que hicieran el conjunto algo más compacto, salió el libro.

 

¿Qué te ha costado más conseguir en los relatos: el lenguaje, la trama, el ambiente, los personajes?

 

Lo más sencillo fue el ambiente, y por lo que escucho decir a los lectores también es lo más fácil de ver para ellos desde el primer momento, supongo que porque quien más y quien menos ha visto un buen montón de películas del oeste, y tiene toda esa mitología de jinetes y revólveres metido bien dentro de la cabeza. Los personajes también fueron sencillos, o al menos a mí me han terminado dando esa impresión, porque según iban saliendo cuentos se iban definiendo sus caracteres, se iba explicando su forma de ser. La trama también fue hija de la sucesión de cuentos, aunque hubo que hilarla un poco para que corra por debajo de los relatos, para que, aunque los relatos describen momentos puntuales e historias sueltas, los recorra y más que contar sugiera una historia que transcurre de fondo. Y el lenguaje yo creo que venía pedido por el tipo de relato, por el género, aunque me costó desprenderme de las toneladas de adjetivos que, en cuanto me descuido, tienden a aparecer en cada párrafo.

 

¿Sigue este Manual para coyotes algún modelo literario o se nutre más del cine?

 

Esa es una pregunta difícil, porque por un lado la mayor colección de historias del oeste, sin duda, son películas, y o bien hay poca literatura de calidad del oeste, o yo no he sabido encontrar mucha, pero por otro lado el western, más allá de la estética del pistolero que cabalga por el Far West americano, trasciende su marco, y hay muchos libros que podrían mirarse, sin mucho esfuerzo, como westerns descontextualizados. Pero en cualquier caso supongo que las opiniones que he escuchado sobre lo visual que es el libro delata que la mayor influencia que he tenido es cinematográfica. Siempre tuve muy presente, mientras escribía, el ambiente de los western de Clint Eastwood, la suciedad casi barroca de los personajes de Sergio Leone, la inmensidad de los paisajes que nos enseñó John Ford.

 

¿Has llevado a cabo algún proceso de documentación?

 

Sí, de hecho, probablemente, terminase llegando a un proceso un tanto obsesivo de documentación. Al principio fue suficiente con la ambientación que describen y cuentan muy bien muchas películas del oeste y con recordar la máxima de que un revólver no puede disparar más de seis veces si nadie lo recarga, pero poco a poco, cuando quise centrar el libro en un contexto temporal y geográfico, tuve que hurgar más. Finalmente documentarme me ha llevado a hacer cosas como dedicar madrugadas enteras a investigar las especificaciones técnicas del rifle Henry, leerme noticias del New York Times de hace más de un siglo y medio, o mirar, a través de Google Street View, el paisaje de los alrededores de los pueblos que eran candidatos a salir en la historia, para ver si encajaban en la idea que yo tenía en la cabeza.

 

 

¿Cuáles son tus influencias literarias?

 

Querría responder enumerando a los libros de los que hablaba antes, considerando que a su manera Dog Soldiers, de Robert Stone o Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, son westerns, o incluso que el Don Quijote que vaga por los páramos de la Mancha es el tatarabuelo de los jinetes que pistola al cinto recorren las grandes praderas, o tirando del hilo hasta el principio comparar el asedio de Troya por los griegos melenudos con el de las caravanas de colonos rodeadas por los indios. Pero eso no deja de ser un ejercicio de funambulismo literario, y supongo que las influencias más directas serán las de aquellos que han escrito más abiertamente sobre el oeste americano: Charlie Galibert con Sistac, una historia magnífica sobre dos pistoleros que se persiguen entre México y Estados Unidos, o Stef Penney con La ternura de los lobos, y sobre todo Cormac McCarthy, con su terrible y brutal Meridiano de sangre o Todos los hermosos caballos.

 

¿Qué opinas de la etiqueta «literatura de género»?

 

Que debería entenderse como lo que es, una nota informativa, y no como algo de carácter peyorativo que utilizar para descartar una obra que no tiene por qué gustarnos a priori. El problema con los géneros es que aglutinan muchas obras muy distintas por algo que hasta puede ser circunstancial en la obra, como que sean románticas, o cuenten la investigación de un crimen, o por poner un ejemplo límite pero claro incluyan vampiros, y cuando hay muchas malas uno tiende a considerar, con la estadística de su parte, que lo más seguro es que ni le guste ni le interese. Nos pasa a todos: yo, por ejemplo, no tengo mucho interés en la novela histórica, pero me leí encantado El nombre de la rosa, de Umberto Eco o, por barrer un poco hacia casa, Manituana, de Wu Ming. Y no tienen nada que ver el Drácula de Bram Stoker con los vampiros de la saga Crepúsculo, o la Lisbeth Salander de Larsson con el comisario Salvo Montalbano de Camilleri. Pero eso no es culpa de los géneros, sino de la propia esencia del arte: siempre hay más obras malas que buenas.

 

En cualquier caso yo creo que aunque haber escrito un libro de relatos del oeste suele sonar un tanto raro y probablemente eche para atrás a mucha gente que no quiera tener nada que ver con historias de pistoleros, polvo, llanuras, putas y whisky, también está haciendo que el libro sea visto con cierta curiosidad. Como poco, y por lo mucho que me preguntan por qué diablos me ha dado por escribir esto, resulta un tanto llamativo, y eso siempre está bien. Al menos en el trabajo me está sirviendo mucho para acabar con los silencios incómodos en el ascensor.

 

 

¿Cómo ha sido tu experiencia editorial? ¿Te ha costado mucho publicar?

 

Bueno, la experiencia tuvo tres fases. La primera fue extremadamente plácida y tranquila, y abarcó el tiempo durante el cual yo pensaba que era imposible que existiera alguien lo bastante loco como para atreverse a publicar un libro de relatos del oeste, con la que está cayendo en el mundo editorial actual. En esa fase el manuscrito del libro fue abriéndose paso entre conocidos, que lo leían más bien por compromiso y bastante reticentes con el tema, y conocidos de conocidos que sufrían el acoso de los lectores anteriores, después de haberse leído el libro y habiéndoles gustado, para que se lo leyesen.

 

La segunda fase comenzó cuando tras recorrer un camino muy sinuoso el libro terminó llegando a manos de Fernando Valls, el director de la colección y uno de los mayores críticos literarios del país. El buen hombre sufriría, supongo, el proceso habitual de oponer cierta resistencia, “uf, un libro del oeste”, y quien se lo recomendó le daría bastante la lata, “no hombre, léetelo, que está muy bien”. Finalmente lo leyó, le gustó y se lo recomendó a José Ángel Zapatero, mi editor. Éste me escribió pidiéndome una copia del manuscrito para estudiar si les interesaba, se lo envié. Y cuando por fin pudo leérselo, lo que llevó un tiempo durante el cual yo supuse que estaría pensando cómo decirme educadamente que no le interesaba, se puso en contacto conmigo diciéndome que les gustaba y que estaban dispuestos a apostar por el libro.

 

Y entramos en la última fase, que es sin duda la más divertida: las pruebas, la portada, la redacción del resumen del libro y de mi cortísima biografía literaria de diecinueve palabras, recibir los primeros ejemplares, darse el gusto literariamente masturbatorio de leerse uno mismo en un libro, presentarlo, y sobre todo ver gente que se lo compra y a la que le encanta, que te comenta cosas, que adora a tal personaje y aborrece a tal otro…


Hay en estos relatos mucha violencia, reflejo de un tiempo salvaje. ¿Crees que las sociedades actuales han conseguido domesticar ese impulso o que simplemente se manifiesta de otras formas?

 

Pues después de haberlo escrito he pensado bastante a menudo qué lugar tendría, en el mundo de hoy, alguno de mis personajes, y aunque no puedo evitar pensar que sobre todo uno de ellos, el más sanguinario, tuvo suerte de nacer en esa época, si se puede decir eso de un personaje de ficción. Pero quién sabe: quizá a día de hoy habría disfrutado de lo lindo siendo bróker de bolsa, soldado profesional o uno de tantos mercenarios que hacen negocio en cualquiera de las muchas guerras que sufre el mundo. Tal vez la violencia humana sea constante en el tiempo, y la actualidad no tenga en realidad nada de especial al margen de la actualización tecnológica del mercado de la violencia. En cualquier caso y como sabe cualquiera que conduzca un coche por Madrid es evidente que no, que las sociedades no domestican la violencia, y que tarde o temprano parece que la naturaleza humana reclama su lado salvaje y surge en cualquier parte algún nacionalismo o algún extremismo que lo pone todo perdido de sangre. Hablando precisamente de sangre, una de las citas que incluye el libro es de Henri Barbusse, que viene a decir algo así como “somos nosotros quienes llenan las llanuras de muertos y los ríos de sangre”. Barbusse se refería a la Primera Guerra Mundial, pero su cita puede trasladarse sin mayor esfuerzo a cualquier otro tiempo, anterior o posterior, a poco que uno investigue a qué se dedicaba la humanidad entonces. Sé que es un pensamiento bastante deprimente, pero yo no veo ningún signo de madurez de la especie que nos aleje de la violencia.

 

Hay, también, una idea romántica del honor, de la palabra dada. ¿Qué opinas de la pérdida de esos valores en el mundo actual?

 

No sé si esos valores están perdidos. Lo que sí que es evidente es que resulta difícil encontrarlos leyendo la prensa diaria, pero quiero pensar que eso es porque la gente que aparece día a día en el periódico es especialmente hipócrita. Al igual que el carácter violento, probablemente el porcentaje de gente de honor se mantenga constante en el tiempo, o al menos a mí no se me ocurre ningún factor que haya podido cambiarlo con el paso de los siglos. Por otra parte hay que entender que para mis personajes el honor es muchas veces algo a lo que aferrarse, porque es lo más noble a lo que pueden aspirar, lo único que les distingue de las bestias. Por otra parte no hay que olvidar que la mayoría de los personajes pasan su vida con un arma al cinto, con una herramienta que puede servir para cometer el mal o para impedirlo según les dicten sus conciencias. Y aunque hay quien usa eso para cometer atrocidades, también hay quien entiende eso como una responsabilidad que les adjudica el papel de jueces de un mundo hostil y peligroso.

 

Matemático, fotógrafo, bloguero, escritor. ¿Te consideras una especie de ‘hombre del Renacimiento’?

 

No, qué va: yo más bien me veo como un tipo disperso que va dando tumbos de una cosa a la otra. En cualquier caso pienso que tengo suerte de que fotografía y literatura no sean muy incompatibles entre sí, y de haber tenido un cierto y modestísimo éxito haciendo ambas cosas, y haber estudiado una carrera apasionante.

 

¿Tienes entre manos algún otro proyecto literario?

 

El objetivo ahora es escribir una novela. Aunque yo creo que seguiré escribiendo relatos de cuando en cuando, porque requieren menos planificación y tiempo y dan mucha libertad, yo creo que va siendo hora de contar una historia larga. Lo malo del asunto es que no me llama mucho la atención la época actual, en parte porque lo actual suele tener una fecha de caducidad corta y en parte porque bastante hay que soportarla ya viviendo en ella como para encima escribirla, así que estoy documentándome sobre otras épocas por las que sienta una atracción especial, lo que me está dando unas ideas que veo bastante extrañas para lo que se estila en la novela contemporánea. Pero luego recuerdo que acabo de publicar un libro de cuentos del oeste, y me digo que el umbral de la rareza ya lo he cruzado a la primera, así que ¡qué diablos!

 

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