El herbario de las hadas
El herbario de las hadas. Ilustraciones de Benjamín Lecombe. Edelvives, col. Álbum Ilustrado, 2011. Cartoné, 72 pp., 279×812 mm., 28,50 €.
Por Alfredo Llopico.
Hace casi dos siglos Allan Poe afirmaba que aquellos que sueñan de día comprenden muchas cosas que escapan a los que sueñan solo de noche. Ahora, de la mano de Edelvives, podemos verlo en El herbario de las hadas, un libro que fascina y atrae nuestra atención poderosamente a través del camino que, partiendo desde sus páginas, va al encuentro del universo mágico de los sueños.
Benjamin Lacombe, el joven francés de carrera meteórica en el mundo de la ilustración con su estilo realista y detallado, vuelve de la mano del escritor Sñebastien Perez con esta maravillosa fábula ambientada en la revolución rusa, demostrando que forman un equipo que, como ya hicieron en Genealogía de una bruja y Rossignol (aún sin publicar en España), funciona perfectamente.
El libro, en el que se mezclan la fantasía con el rigor de los cuadernos científicos, y en el que el francés demuestra toda su maestría técnica, nos sumerge en el diario de Aleksandr Bogdanovitch, un botánico de prestigio nacido el 5 de agosto de 1876 en San Petersburgo que debido a los excepcionales resultados como estudiante en la Universidad Agronómica de Moscú es reclutado para el secretísimo Gabinete de Ciencias Ocultas, integrado por buena parte de la elite científica del momento. Enviado en 1914 por orden del mismísimo Rasputín al bosque de Broceliande, en la Bretaña francesa, del que se cuentan muchas leyendas, su objetivo será descubrir el elixir de la inmortalidad.
El protagonista al principio se muestra escéptico, pero una vez adentrado en el bosque encuentra un fantástico mundo de seres maravillosos de belleza distante y desconcertante. Poco a poco acabará creyendo todas las leyendas sobrenaturales sobre el lugar y quedará cautivado al descubrir un universo de seres mágicos que antes de ser vistos son intuidos, camuflados entre la naturaleza; ya sea entre los nenúfares de un lago, en el capullo de una flor o entre los tallos de una planta donde se mimetizan a la perfección. A partir de entonces su vida y sus convicciones cambiaran para siempre. Porque el bosque tiene una belleza inusual y está habitado por seres diminutos de grandes ojos y mirada melancólica que emanan cierto aire de desamparo, mucha ternura y, además, se les atribuyen poderes medicinales.
Aleksandr muestra los avances de su valiosa y detallada investigación, compartiendo sus apuntes, las páginas de su diario personal, bocetos delicadísimos con todo lujo de minuciosos detalles de los seres enigmáticamente desasosegantes que va descubriendo junto con los de las plantas que habitan, fotografías de su familia e, incluso, su correspondencia con distintas personas, de modo que nos vamos sumergiendo en un libro tan mágico como los personajes fantásticos que lo pueblan.
La historia finaliza con una carta de Aleksandr a su esposa Irina hablándole de las maravillas encontradas y del por qué de su supuesta desaparición. Recortes de prensa continúan la historia y ultiman el tomo donde se descubren más noticias sobre el misterioso caso de la familia Bogdanovitch.
Curiosamente a Lacombe no le gustan, por melosas, las hadas. Por eso, de su mano, se plantea la idea de plantear falsedades que son presentadas como verdades, pero de una manera nada azucarada. Lo que antes era irreal ahora se presenta como una verdad absoluta. Un sueño se convierte, al fin, en una realidad. Por eso, como Aleksandr, somos nosotros los que ahora anhelamos adentrarnos en el bosque de Broceliande
Un libro, en definitiva, para emocionarse porque nos traslada a un mundo, ciertamente, de ensueño.