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Luces rojas (2012) de Rodrigo Cortés

 

Por Almudena Jiménez.

 

 

Rodrigo Cortés, tras celebrar su propio entierro por todo lo alto, demuestra lo bien que se desenvuelve en los exteriores, en movimiento y dirigiendo a semejantes actores: Cillian Murphy, Sigourney Weaver, Elisabeth Olsen y, la guinda del pastel, Robert De Niro. Este cast y el talento natural del gallego conforman una obra irremediablemente entretenida y cuya reflexión invade la mente del espectador de principio a fin.

 

Luces rojas (2012) es, a simple vista, un thriller con tintes sobrenaturales con un reparto envidiable. Empezamos bien. Además, está dirigida por un español. Orgullo. Esta cinta es una muestra de cómo un director de cine crece a base de trabajo duro y buenas ideas.

 

Es posible que su Buried (2010) fuera una gran idea, y Luces rojas (2012) sólo una buena idea. Sin embargo, lo que las distingue son sus dificultades de rodaje, cada una por motivos distintos y nada comparables. El único punto en común que se les puede encontrar es que este cineasta no tiene, al parecer, ninguna intención de que el espectador esté tranquilo. Busca removerlo, inquietarlo; busca zarandear las creencias y los límites de la razón.

 

La trama de Luces Rojas entra en la cabeza de cualquiera y se acomoda, mientras uno se va volviendo un poco más loco. En definitiva, vincula directamente al público con su protagonista (Murphy).

 

A ratos esta película recuerda, sobre todo en su uso de la banda sonora, a la realización de películas como Shutter Island (2010) de Martin Scorsese. Tal vez suene aventurado, pero estas películas que manejan la mente del espectador como vehículo para desarrollar la trama, suelen tener algún punto común; como puede ser, en este caso la música, compuesta por Víctor Reyes. La música acompaña al personaje, a lo que éste lleva dentro, a sus sentimientos, al miedo, a la incertidumbre o al descubrimiento de algo sorprendente.

 

 

Cortés va camino de convertirse en un autor de género de los buenos, de los que controlan la situación, pero deja que las emociones en el espectador vayan a su aire, encontrándose cada una a su tiempo. Así es como se disfruta más de esta película.

 

No podemos, además, sino alabar la labor actoral. Weaver, a la que echábamos de menos en un papel como éste, a su medida, se establece como un monumento erguido y firme, que se identifica con la parte más racional de nuestro entendimiento. Murphy trabaja duro en la pantalla, no descansa, un acaba exhausto de seguirle pero se ve abocado a ello, es imposible no tratar de descrifrar lo que sus enormes e intensos iris azules buscan. Y DeNiro, con esa media sonrisa que cabrea al personal, que lo confunde y que engrandece la película.

 

Realizar una película como esta requiere de una serie de esfuerzos a la hora de escribir el guión, como es por ejemplo, no saltarse nada. Esto es,  que se debe procurar no desvelar el final. No adelantar los puntos de giro, mandar señales al espectador extremadamente discretas, pero suficientemente visibles como para que al terminar la historia, uno las recuerde. A todo ello, le damos el visto bueno. Siempre habrá quienes descifren al final antes de tiempo, eso no se puede evitar.

 

El «pero» hemos de ponérselo allá por el comienzo de la segunda mitad, cuando tal vez los acontecimientos se retuerzan con demasiada violencia, demasiado seguidos, como agolpados. Como si al personaje de Cillian Murphy le entrasen las prisas. En cualquier caso, es todo un asunto de percepción, de cuestionar las capacidades del público. A algunos esta prisa les vendrá bien para terminar de involucrarse con la trama, y a otros les descolocará. Impredecible.

 

Rodrigo Cortés puede sentirse muy orgulloso se su tercer trabajo, nunca mejor dicho. Todas sus películas hasta el momento están requiriendo de una habilidad especial para llevarse a caso. Ninguna historia es más fácil que la otra. Y él sigue evolucionando. Como guionista y como director. También en su otra faceta, la de montador. En esta película uno no puede dejar de disfrutar del montaje, cuyo principal adjetivo es «inteligente». Juntas las imágenes de una forma muy inteligente, muy intuitiva y nada sencilla, pero precisa.

 

Luces rojas (2012) es un orgullo para el género. Rescata el lado menos malo de Murphy, al que se le recuerda fácilmente por su Espantapájaros en Batman Begins (2005). Devuelve a Sigourney Weaver al lugar que le corresponde, deja que Elisabeth Olsen (Martha Marcy May Marlene (2012)) reluzca un poco más y ofrece a De Niro un papel divertido y oscuro que todos queríamos ver.

 

Lo importante, es que te crees lo que ves.

 

 

 Luces rojas (2012) se estrenó en España el pasado 2 de marzo de 2012.

 

 

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