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JUSTMAD, luces y sombras

Por Alberto Peñalver Menéndez

Rain, Samuel Salcedo, 2011. Fotografía de Alberto Peñalver

En su tercera edición, JUSTMAD ha apostado por la ampliación del número de galerías participantes y la incorporación de una serie de discursos transversales al mundo del arte. Desde Culturamas analizamos las luces y las sombras de la feria de arte que en tan sólo tres años se ha consolidado como la alternativa más sólida a ARCOmadrid. 


Desde hace un par de años, las ferias de arte más celebérrimas han tenido que compartir el protagonismo con una serie de eventos satélite que, más allá de disminuir su importancia, vienen a complementar su acción mediante la articulación de discursos que parten desde la periferia. JUSTMAD nace hace dos años con el objetivo de servir como espacio alternativo a la ortodoxia de ARCOmad.

 

Un nuevo espacio expositivo

 

El emplazamiento elegido para esta tercera edición fue el aparcamiento del Hotel Silken Puerta de América. Este lugar viene a añadirse a la larga lista de espacios expositivos que se distinguen más por su excentricidad que por su funcionalidad. Uno nunca sabe si su elección se debe a un capricho mediático, una operación de mercadotecnia o una verdadera estrategia artística.

 

En el caso que nos ocupa, los tres motivos parecen estar presentes. El hotel Silken Puerta de América es lo más parecido a una superproducción de Hollywood para el mundo del diseño: John Pawson, Zada Hadid, Jean Nouvel, David Chipperfield, Ron Arad y Norman Foster son algunas de las estrellas que han participado en su proyección, lo que la convierte en un espacio saturado de ese glamour hipertrofiado del que tanto gusta el mundo del arte. De nuevo, el efecto Guggenheim que, aún pese a la crisis financiera, se resiste a disiparse de una vez por todas.

 

Quizás sea el aparcamiento el espacio más discreto de todos, y por ello el que más se salva. Diseñado en 2004 por la arquitecta italiana Teresa Sapey (quien estos días ha inaugurado también la sala vip de ARCOmadrid 2012), el garaje conviene a los propósitos de ampliar y unificar el espacio expositivo, uno de los puntos débiles del edificio “ocupado” de la pasada edición. La señalización del aparcamiento y especialmente el código cromático de las paredes dotan a la feria de una jovialidad que la aleja de la aterradora neutralidad del cubo blanco. Se trata en definitiva de un espacio divertido y amable, sin duda algo hipster pero pese a todo eficiente.

 

Más visitantes, menos discurso.

Fotografía de Pablo Álvarez

 

Las cifras oficiales hablan de 20.000 visitantes y 80 stands, frente a los 18.000 visitantes y 52 expositores de la pasada edición. El incremento es destacado, aunque no espectacular. Sin embargo, este crecimiento no se ha correspondido con la implementación de un discurso coherente como el que ha vertebrado ARCOmadrid. A diferencia de su hermano mayor, JUSTMAD ofrece un guirigay de propuestas artísticas que, aunque individualmente interesantes, habrían cobrado una mayor fuerza si se hubiesen situado en un contexto más integrador. El resultado es que el visitante acaba aturrullado, como si se tratase de un televidente que hubiese zapeado de canal en canal durante horas.

 

Quizás la culpa no sea de JUSTMAD, sino que se trate de un problema endémico a la gran mayoría de las ferias, que antes que espacios expositivos son supermercado del arte. No obstante, se percibe un cierto inmovilismo en sus estructuras básicas (la ferie repite comisarios y secciones), y se echa en falta una apuesta más experimental que concuerde con su vocación de discurso alternativo.

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