«Ora pro nobis», de Carmen Frías
Ora pro nobis. Carmen Frías. Ediciones Xorki, 2011, 284 pp., 14,80 €.
Por Ángel García Galiano.
La tercera España
El nuevo sello editorial Xorki, que acaba de entrar en liza en el mercado libresco en un momento, cuando menos, de dudosa y perentoria provisionalidad: crisis del libro, de las editoriales, de los lectores, ¿también de los escritores?, falta de nuevos talentos, superabundancia de libros clónicos y superficiales, como si las editoriales intentaran una y otra vez clonar el mismo remoquete para dar la campanada (al estilo de Tiempo entre costuras, y productos así, tan bienintencionados como febles) y seducir a aquel grupo de la ciudadanía a la que, curiosamente menos le gusta leer: es una obviedad que los así llamados bestsellers se escriben fundamentalmente para la gente a la que no le gusta leer, vale decir, a la que no tiene a la lectura, a la literatura, a los mundos imaginales en el centro de su actividad vital (no solo lúdica) y como guía profunda de los resortes más íntimos de su alma.
Pues bien, lo primero que se ha de constatar tras la lectura de esta digna e interesante novela, Ora pro nobis, es que esta nueva editorial, al menos, como declaración de intenciones o listón ético y estético de lo que querría ser su futuro catálogo, se presenta en sociedad con una novela distinta: comprometida con la literatura y con la política (en su sentido más noble y etimológico), en este caso más que con la política (de polis), habría que decir con la asamblea (de ecclesía): clásica en la forma, bien construida, bien escrita, bien estructurada, sin desfallecimientos.
En unas apretadas 280 páginas nos quiere desentrañar, con profunda delicadeza y lirismo, el alma de un ser humano asesinado durante las malas horas de la República en esos pueblos españoles (en este caso en un pueblo remoto de Castilla) donde tantas veces se usaron las contiendas políticas e ideológicas como brutal excusa para dirimir asuntos personales, odios larvados, riñas familiares, rencillas, rencores ancestrales, ajustes de cuentas por unas lindes o unos dineros: ya sabemos. El horror, que dijo el capitán Kurtz en pleno corazón de las tinieblas.
Lo que Carmen Frías nos presenta, insisto, con exquisita elegancia y ameno estilo, en forma de diario, son las vicisitudes de un alma buena, Manuel, un muchacho de pueblo que, tras años de estudio en la capital vuelve al hogar, a su infancia, a sus recuerdos, a su familia madrastra y esquiva, a los amigos, a sus creencias más íntimas, y se topa de hoz y coz con el advenimiento de la República, en abril del 31, las primeras algaradas de alegría, los encontronazos con el clero más reaccionario y difidente del nuevo régimen anticlerical y laico, por miedo a perder sus ancestrales privilegios y atemorizado por el cariz que toman algunos vandalismos anticatólicos; así como se nos retratan los crecientes rencores de los más ideologizados en el nuevo panorama político, como el alcalde; las primeras leyes (constitución incluida) y cómo estas van afectando poco a poco a la microhistoria del lugar: desde la llegada del agua, la quita de los crucifijos de la escuela, o la prohibición de las procesiones en la calle.
Manuel, el protagonista, es un muchacho sensible, católico, republicano… y homosexual. A través de sus diarios vamos tomando conciencia de su desarrollo personal, emocional, existencial, espiritual, en una clave muy bien temperada de novela de aprendizaje. Sus miedos, sus fantasías, sus anhelos, sus amores, sus rechazos, sus silencios… las contradicciones que vida e ideología, amor y fe, sensualidad y creencia le llevan a habitar una vida pobre, enferma, escondida, sufriente, como la de tantos otros que sostenían vitalmente estas u otras (aparentes) contradicciones.
La trama se complica y acucia porque toda ella se nos narra desde nuestro presente histórico, en concreto en el contexto religioso de la canonización de un monseñor español, marqués para más señas, y por el deseo del papa Juan Pablo II de aupar a la beatificación, en masa, a todos los “mártires” de la contienda civil española del bando vencedor. En esa misma saca se incluyó el proceso del bueno de Manuel, asesinado en el verano de 1933, en extrañas circunstancias, por una horda de borrachos extremistas. Pues bien, su propio cuñado hace llegar al procurador de la causa para su beatificación este diario íntimo que nosotros ahora leemos a la vez que el anciano fraile, paisano y compañero de juegos de Manuel en su mutua infancia. El resto, amigo lector, lo habrás de descubrir tú.
Lo que sí anoto, para ir cerrando mi reseña, es que en medio de esta vida tortuosa y silente se lanzan una serie de preguntas “de rabiosa actualidad”; las más interesantes, las que apelan a esa tercera España (como la que retrata el gran Chaves Nogales) que se vieron, muy pronto, azuzados por ambos bandos, republicanos convencidos, acaso creyentes, o no, pero nunca facciosos de la reacción ni extremistas bolcheviques, se quedaron solos y en medio, y como dice Manuel, con un deje de buen humor insólito en víspera de su asesinato, cuando intuye que van a venir a por él y no está seguro de qué bando será el primero en atacarle. Hasta fantasea, con suma gracia patética, en que los dos bandos se topen en el camino yendo a su casa.
Otras cuestiones, como la de la homosexualidad y su defensa (si hay que defender una causa es que aún no se ha normalizado, como el feminismo o la igualdad racial), no en el ámbito de la sociedad, sino de la Iglesia católica, adquiere un cariz vehemente que, desgraciadamente, no emana tanto de las vicisitudes del protagonista como de las intenciones de su autora. Ese pequeño desfase tan bien intencionado no redunda en beneficio de la trama, sino que la entorpece un tanto, desde fuera. Algunos de sus alegatos, todo hay que decirlo, rozan los territorios de la moralina y, por suerte, solo ya pertinentes para ciertos sectores de la sociedad, como la de los fanáticos secuaces del santo marqués y otros de parecida guisa. El problema es que ellos no van a leer la novela, y los que la lean van a estar de acuerdo en que el intolerable sufrimiento de tantos seres humanos sometidos a irracionales creencias y a contradicciones íntimas insolubles emiten un sesgo de tragedia sin paliativos, pero no creo que generen un ápice de compasión en quienes sostienen que defienden unas doctrinas que caen del cielo como la lluvia y que son así porque así lo ha querido su dios. Un dios y unas doctrinas que intentan imponer al conjunto de la sociedad, por cierto.
Insisto, una novela distinta, dulce y valiente, compasiva, serenamente crítica, que se sale de la norma, muy bien escrita y que está orgullosa de ser diferente. Deseemos que tenga suerte, ella y sus editores. Se lo merecen.
Muchas gracias por publicar la reseña de García Galiano de mi libro «Ora pro nobis». Ya he publicado el enlace en mi página.
Gracias a ti, Carmen, por tu magnífica novela.
Saludos cordiales.