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Encuentro con Paloma Sánchez-Garnica: «Las tres heridas».

 

Por Benito Garrido.

 

«Cuando le dieron el fusil, lo cogió y su tacto le acongojó. Tenía tanto miedo a morir como a matar, y en principio, lo único que tenía claro era que, a no ser que fuera estrictamente necesario, no estaba dispuesto a cargar sobre su conciencia la muerte de ningún hombre, por muy enemigo que fuera.»

 

Las tres heridas.  Paloma Sánchez-Garnica.  Editorial Planeta, Barcelona 2012.  Novela.  640 páginas.  21,50 €

 

Ernesto, un escritor siempre a la búsqueda de su gran obra, encuentra una antigua caja de latón que contiene la fotografía de una joven pareja, Mercedes y Andrés, junto con unas cartas de amor. Comenzará a indagar en la historia de la pareja a través de los datos que obtiene de esas cartas. La intrigante imagen, tomada el día que empezaba la guerra civil, y el posible destino de sus dos protagonistas le ayudarán a escribir su gran novela mientras se convierte en testigo de las heridas del amor, de la muerte y de la vida.

Las tres heridas es una novela de reconciliación, de sentimientos, de amores y de ausencias que nos descubre las únicas razones por las que es importante vivir y morir. Es una historia perfectamente ambientada y cargada de emoción e intriga, que está contada en dos momentos separados histórica y temporalmente: la guerra civil española que llevó al extremo a tantas vidas, y el momento actual con un narrador que asiste intrigado a esa crónica amorosa ocurrida muchos años antes.

 

Para hablar de su libro, hemos tenido una charla con la escritora Paloma Sánchez-Garnica.

 

P.- ¿Cómo surgió la idea de escribir Las tres heridas?

Desconocemos mucho de la guerra civil. Así que yo pretendía sobre todo profundizar en el tema y saber más. La literatura no es solo entretenimiento, es una forma de adentrarse un poco más allá de la historia oficial, es el decorado de lo que no sale en los titulares, la manera de mostrar la vida de la gente anónima. Cuando en el colegio estudié historia, la parte dedicada a la guerra era algo resumido que pasaba rápido y sin ahondar en el tema. Una impronta que a todos los de mi generación nos sabía a poco. Después, en los ochenta estábamos ya demasiado preocupados en hacer otras cosas y salir adelante con la nueva situación, como para mirar atrás. De hecho ha habido mucha gente que se ha enterado de capítulos importantes de la guerra civil por películas o libros. Hay muchísima literatura (J. Ferrero, D. Chacón, A. Barea, M. Chaves Nogales, A. Muñoz Molina) para aprender y para entender un poco mejor la guerra y posterior dictadura. Estamos ante imágenes que parecen lejanas pero que no lo son, y que aún hoy nos da miedo mirarlas. Todavía produce resquemor volver la vista hacia aquella guerra.

 

P.- Las tres heridas es una novela sobre las amores imperecederos, los amigos incondicionales, la bondad desinteresada de algunos…  ¿Tienen que darse situaciones límite para que esos sentimientos y actitudes afloren y tengan valor?

Sí. Los que tenemos menos de setenta años hemos vivido solo momentos de paz. Siempre habrá buena gente, pero en casos extremos es cuando sale lo mejor y lo peor de las personas. En situación de guerra, los planteamientos de vida y las razones para morir son mucho más evidentes. Ahora tendremos crisis y otros problemas, pero está claro que llevamos una vida bastante más ordenada.

En el caso de la guerra, la gente se levantó un 18 de julio con idea de pasar un domingo apacible de verano, y en pocas horas se fue desmoronando todo lo que tenían alrededor. El miedo se instaló en todos sitios, todo se paralizó. Se sufrió un miedo brutal, unos lo utilizaron para matar, y a otros los llevó a la muerte. Se rompió totalmente la normalidad; la impunidad fue absoluta: cualquiera con motivaciones políticas o no podía entrar en tu casa y llevarse algo o a alguien, así sin más, y no pasaba nada. La gente pensaba que aquello duraría días o semanas, y sin embargo duró tres años, más luego lo que vino. En situaciones así tienes que plantearte las razones para vivir y para morir, incluso como si se tratase de una obligación.

 

P. Sánchez-Garnica. Foto © Ricardo Martín.

P.- Ernesto mira hacia atrás en un intento de recomponer el pasado, ¿es otra manera de ver la realidad vivida? ¿buscas reflejar el contraste entre dos épocas?

Es un poco lo que yo sentí. La sensación de Ernesto era la mía: la búsqueda de esa historia que conmoviera y que le hiciese un poco inmortal, con el reconocimiento que da valor al trabajo de un escritor. Cuando adquiere esa fotografía, él quiere ver lo que eran esos personajes antes de la guerra y en lo que se convierten una vez finalizada. Esa foto de un matrimonio está tomada la misma mañana del 18 de julio en Móstoles, que aquel momento era un pueblo pequeño y tranquilo. Esa foto era un proyecto de vida que se malogra por una guerra que ni les va ni les viene. Los escritores tenemos necesidad de ver cosas que nadie percibe. No es lo mismo mirar que ver. Ernesto percibe cosas que los demás parecen no ver. Y esas son las sensaciones internas que yo tengo al escribir y que quería transmitir en la novela.

Los contrastes son un poco inconscientes. Sí tenía claro que quería mucho calor en la guerra y mucho frío en el presente. Ernesto es la historia real y la trama de la guerra es la novela que él escribirá. Tenía que ser evidente la separación de los dos planos temporales, y a la vez que el escritor va escribiendo su libro, el lector va descubriendo la historia.

 

P.- La mujeres (todas de gran carácter) son como los ejes vitales que tiran de la historia.

No era mi intención, pero sí, es así. Las une la guerra en una amistad fiel con todo lo que ello conlleva, sus luces y sus sombras. Dos mujeres de mundos completamente diferentes, a las que las circunstancias obligan a encontrarse, y que la necesidad de sobrevivir lleva a juntar en el tiempo de manera incondicional.

Mercedes es una mujer que quería formar una familia, querer a su marido, trabajar la tierra y vivir en la casa de sus antepasados. Ideas claras para una vida quizás simple, pero ajustada a lo que era el futuro en aquellos momentos para una mujer de campo. Teresa goza de una estabilidad económica y social que no se plantea cambiar, aunque se enamore del hombre equivocado, un socialista de izquierdas muy inteligente que su familia no acepta, pero que le abre la mente a otras ideas e inquietudes. La seguridad de Mercedes contrasta con la falta de estabilidad de Teresa, que en el fondo sigue siendo bastante cobarde a los cambios.

 

P.- En novelas como la tuya ¿Busca el autor la demarcación partidista de los personajes (buenos / malos) con idea de lograr empatía con el lector, de que éste tome partido?

No, no se trata de un libro partidista, ni lo he pretendido en ningún momento. Leí muchos libros sobre la guerra, para meterme sobre todo en la psicología de la gente que había vivido aquello. Y en general, salvo excepciones, eran gentes a las que les cayó la guerra encima. Y entonces les convirtió, para bien y para mal, en lo que no deberían haber sido. La mayoría de la gente no somos ni muy malos ni muy buenos. El que una persona sea mejor o peor depende mucho de las circunstancias. El lector va a ver la realidad de lo vivido, y cómo esas circunstancias han cambiado tanto a los vencedores como a los vencidos, pero sin marcar la bondad o maldad de los bandos. Eso sería un ejercicio de intolerancia que yo no persigo, porque aquella guerra fue algo mucho más complejo que dos bandos enfrentados.

 

P.- Personajes con entidad (incluso los secundarios) sometidos a la crueldad de una guerra que se retrata desde el presente.  ¿Son los personajes los que marcan la trama o al revés?

No, yo soy muy caótica, no tengo nada organizado. Sé por donde puedo ir pero no sigo ningún plan de trabajo o escritura. Soy totalmente espontánea, es como si yo misma estuviera leyendo mi propia historia. Cada mañana leo lo escrito el día anterior y continuo con mi labor, así es. Y a mis personajes les dejo total libertad para que sean. Hay veces que quizás les quiero llevar por un camino y eso me puede llegar a bloquear. Lo mío es la espontaneidad total.

 

P.- Se trata de un libro perfectamente documentado a nivel histórico, incluso a nivel de costumbres de la época.  Un trabajo minucioso y concienzudo.  ¿Es importante el rigor en una novela como esta?

No busco contar la historia con mayúsculas. No busco profundizar en ella. Aquí eso solo me ha servido como escenario para contar historias de personas.

 

P.- De la novela histórica de aventuras, has dado un giro para enfrentar otro tipo de literatura.

Intento mejorar con cada libro. Me apetecía mucho dejar la aventura para escribir algo con los pies más en el suelo, sobre hechos reales contados en ficción. Lo hecho muy conscientemente. Este es un libro que me ha llenado mucho escribir, tanto en cantidad de emociones como de sentimientos. Mi objetivo en todo momento ha sido buscar la honestidad con un tema tan terrible como la guerra.

 

P.- Las tres heridas, como en el poema de Miguel Hernández, del amor, la muerte y la vida.

Es un pequeño homenaje al poeta. Como a otras muchas personas, él tuvo un proyecto de vida que se vio malogrado con la guerra. Con ella todo se diluyó y se fue perdiendo. El poeta me sirve de reflejo de lo que yo quiero contar en la novela.

 

Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962), licenciada en Derecho y en Historia. Preparó oposiciones y ejerció la abogacía, actividad que abandonó cuando sus hijos entraron en la adolescencia. En la actualidad se dedica de lleno al absorbente y fascinante mundo de la literatura. Su obra, hasta ahora, pertenecía al género de la novela histórica de aventuras, misterio e intriga. Ha publicado El Gran Arcano (2006), La brisa de Oriente (2009) y El alma de las piedras (2010) con la que obtuvo un gran éxito entre los lectores y de la que se llegaron a hacer varias ediciones. En Las tres heridas se aprecia una madurez narrativa que hace de su historia una obra realmente insólita y emocionante.

 

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