Especial Fresy Cool: entrevista con Antonio J. Rodríguez + reseña
Entrevista por Recaredo Veredas.
Adorados, envidiados e insultados, Antonio J. Rodríguez y su pareja, Luna Miguel, merecen el respeto de este audaz reportero. Las causas:
1.- Por su ruptura de la habitual vergüenza hispánica ante la autopromoción.
2.- Por su extraña combinación de edad y actitud, que tal vez sirva para estimular a los millones de pudorosos que pueblan nuestro pintoresco país.
3.- Porque Fresy Cool (Mondadori, 2011), la segunda novela de Antonio J. Rodríguez, muestra a un narrador competente, poseedor de una mirada y un lenguaje. Antonio ha tenido a bien responder a mis preguntas. Tras la entrevista encontrarán una reseña de Jorge Díaz Martínez:
Usted ha afirmado que la influencia de Foster Wallace no es absoluta, sin embargo el filtro –entre realista y alucinado- que aplican es indiscutiblemente similar. Además es un autor omnipresente en su labor crítica. ¿Foster Wallace y usted? ¿Quién más le ha influido?
De Foster Wallace —que era un virtuoso en numerosos aspectos, y al cual también se le ha malinterpretado en infinidad de ocasiones al asignarle, entre otras etiquetas absurdas, un papel estrella en la hipotética escuela del posmodernismo americano (cuando, al igual que el grueso de autores que me atraen, en realidad iba muy a su rollo)— me atrajo fundamentalmente su virtuosismo lingüístico y, por encima de todo, la psicología y los traumas de sus personajes. ¿Otras influencias? Bueno, soy muy fan de la manera en que describe Javier Calvo —que en su uso de la metáfora irremediablemente emparento con el anterior— y ya he oído varias veces que el humor se parece a ratos al de Fernández Porta, del que soy fan, claro. Pero en el libro hay bastantes guiños a autores que en principio no tendrían mucho que ver entre sí: Hardy, Cervantes, Borges, Brockden Brown, Umbral, Bolaño… De todas formas es posible que las influencias externas a la literatura sean tan fuertes como las internas.
¿Existe una narrativa de Madrid y otra de Barcelona? ¿Es la narrativa de Barcelona más burguesa y la de Madrid más social?
Se me hace profundamente complicado establecer equipos Madrid-Barcelona y dividirlos entre burgueses y sociales. Por manejar sólo ejemplos de Madrid: Magrinyà hace realismo social, un realismo social cuyos personajes no son mineros asturianos pero sí burgueses insufribles, que pueden dar una bofetada más grande al sistema que la que pueda haber en un libro de Rosa. Según lo mires. Y en Barcelona cuentas con un racimo de autores con un importante calado social —no sé si antiburgués sería correcto— que todos conocemos, Marsé, Casavella, Cantavella, Wiener (hasta hace poco residente en Bcn), Fernández Porta, Caellas, Amat, Torné… No está nada clara esa diferencia burgués-social. Pero sí puedo decir que la novela contemporánea más macarra que he leído en mucho, profundamente social ella, es Ejército Enemigo, de un autor madrileño. Otra cosa son sus intervenciones en prensa sobre estos asuntos.
¿Cuál es el origen de Fresy Cool? ¿Cómo y cuándo decide priorizar esta idea frente al resto que surcaban su conciencia? ¿Qué puede contar sobre el proceso de escritura?
A finales de 2008 me apetecía escribir ficción y empecé lo que pensé que sería un relato breve, sin más. A los cuatro o cinco meses se había extendido hasta conformar la primera parte de la novela, y un año después la rescaté para escribir la segunda parte. Comencé improvisando, que es un método que está bien cuando uno tiene todo el tiempo del mundo por delante, pero en la segunda mitad —donde cada capítulo es narrado por un personaje diferente— acabé recurriendo a los guiones, cuya escritura al final acaba siendo mucho más efectiva y rápida. Al término de cada capítulo releía lo que cada personaje acababa de decir y pensaba en las consecuencias que tendría para el resto.
¿A quién se dirige? ¿Existe un público para su propuesta? ¿Lo están creando, usted y su editorial, gracias a obras como esta?
Creo que los únicos escritores que pueden saber con certeza quién conforma su público son los autores de bestsellers. Como lector yo procuro dejar a un lado los prejuicios y disfrutar de poéticas que en principio colisionarían entre sí. Quiero entender que el grueso de los lectores también piensa así, de manera que el público y sus comportamientos siempre son un enigma.
¿Cómo ha manejado el caos? ¿Cómo ha conseguido mezclar narrativa y elementos extranarrativos sin que la estructura se derrumbe?
Aunque el concepto de “riesgo” llama a numerosos equívocos y con el tiempo ha perdido su sentido, hay autores que desde el principio conocen la arquitectura de su ficción y operan desde dentro de esos límites, y otros que, sin embargo, van probando artefactos y no parecen especialmente preocupados en desparramarse y romper corsés. Ambas actitudes, claro está, son dignas. La historia de la literatura está llena de libros excesivos, acerca de los cuales uno podría decir que “sobran páginas” (por poner un ejemplo obvio, al Quijote se le ven las costuras). Un ejemplo más contundente para explicar esto lo tenemos en la música, donde para el oyente casual el single prevalece sobre el LP, independientemente de la excelencia del músico en cuestión, y de ello podría inferirse que sobra un 90% del material en casi todos los casos. Fresy Cool está escrito desde ese presupuesto: los temas y las formas que el hilo central iban demandando prevalecían sobre los límites arquitectónicos de la novela, los cuales, claro está, eran muy difusos.
Si yo tuviera su edad y leyera su novela le tendría envidia, sobre todo por lo bien que se lo pasa. ¿Es consciente de su condición de ídolo juvenil (minoritario)? ¿Es su búsqueda de lo cool una pasión o una técnica de marketing?
Realmente minoritario, la verdad. A la única persona a la que puede estimular un veinteañero que ha publicado un libro es a un veinteañero que quiere publicar un libro. O al menos a mí me pasaba hace unos años, echando la vista atrás y pensando en los escritores que habían publicado a esa edad. Pero la diversión se termina cuando acabas esa primera novela y compruebas que una editorial confía en ella. Luego vuelves a empezar otra vez, casi de cero. Por lo demás, la palabra cool es francamente repulsiva, hace pensar en gente muy despreciable que posiblemente sólo exista en nuestra imaginación. Pero todo crítico tiene algo de cazador de tendencias.
¿Por qué debería leer Fresy Cool, alguien que no le conoce de nada?
No soy un buen vendebiblias. Yo suelo leer voces nuevas por interés natural y a las que ya conozco y me atraen para saber hacia dónde van sus trayectorias. Imagino que así ocurrirá a otra gente.
¿Un lector de 50 años –dejo fuera eternos peterpanes- puede entender su novela? ¿O está irremediablemente perdido?
Me gusta mucho esta pregunta, porque directamente me exime de tener que inventarme explicaciones posibles sobre por qué mi libro implica un salto generacional a lo que había antes, cosa que desde luego no sé si existe. Tampoco se me ocurriría pensar que un lector de 50 años tenga que estar irremediablemente perdido. Supongo que lo mismo podría pensarse con libros que se escribieron hace cientos de años. ¿Por qué demonios me iba a interesar a mí lo que dijese un romano o un griego? Pues ahí seguimos, leyéndolos. Naturalmente no me estoy comparando a ningún clásico, pero sí es cierto que, por lo común, todo texto tiene una dimensión que sólo puede entenderse gracias a las consideraciones de un filólogo, historiador o de alguien que conoce la época, y otra que lo vuelve más o menos universal, pues para eso habla de la (perdón por el concepto) condición humana.
En su novela menciona Google Text y otros artefactos digitales. ¿Qué piensa del avance de la digitalización en la literatura? ¿No es la suya una novela que casi demanda hipervínculos?
Debo decir que no me interesa mucho lo digital, más allá de los usos laborales que todos conocemos. Del ordenador sólo utilizo el procesador de textos, y en Internet miro periódicos, diccionarios, blogs y redes sociales. En principio la experiencia en la red —que puede dar mucho juego, no lo niego— no me parece un material para novelar. En Fresy Cool, de hecho, la acción transcurre en la calle, en residencias, en despachos o en la universidad. Qué le vamos a hacer. Me sigue atrayendo más el espacio físico como escenario para la acción.
¿Hasta que punto es usted Pleonasmo y la Srta. Font su actual pareja?
A mí Pleonasmo me cae bastante gordo. Cada vez más y a medida que las páginas se suceden, y así hasta llegar al último capítulo, donde pienso que cae realmente bajo. Son personajes de ficción, no tienen por qué caer bien. Pero es que además tiene una vida bastante más divertida que la mía. No así ocurre con mi relación conla Font, quien me causa mayores simpatías por la paciencia con la que aguanta al primero.
Fresy Cool parece una reivindicación de la complejidad, al menos formal, que en tiempos buscaron otros. ¿Cómo se lleva con las generaciones anteriores de la literatura española? ¿A quién salvaría de los últimos, digamos, cuarenta años?
Siempre digo que la idea de acabar con el padre que muchas veces se quiere atribuir a los autores emergentes es falsa; hay padres buenos y hay padres que efectivamente merecen ser enviados al correccional. La literatura en español que viene haciéndose en las últimas décadas por lo general tiene un nivel muy fuerte. Calvo, Bolaño, Torné, Magrinyà y Fresán probablemente serían mis cinco primeros.
Su trabajo crítico –o, mejor dicho, el trabajo crítico de su protagonista- aparece en la novela. ¿Es compatible la intensa dosis de teoría literaria que recibe y suministra con la narrativa? ¿Qué piensa de quienes afirman que los novelistas no pueden –mejor dicho, no deben- escribir crítica?
Cualquier escritor debe ser un lector agudo, y por extensión un crítico (y la crítica hace tiempo que dejó atrás las bibliografías universitarias de teoría literaria para entrar en terrenos más prolíficos). Pero vayamos a lo que realmente importa: la incompatibilidad de la crítica y la narrativa, y entiendo que tu pregunta se enfoca a los problemas personales antes que a la ineptitud natural de un autor de ficción para leer, pues eso, y no otra cosa, es la crítica. Lo que está claro es que cada autor —como cada crítico— tiene su poética personal. Y si va a ejercer como crítico de otro autor, ambas estéticas tendrán que dialogar. Mutuamente se interrogarán, habrá puntos que compartan desde la diferencia y en otras tantas ocasiones no podrán llegar a ningún acuerdo. No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de esto. Y si hay quien confunde el diálogo con la ofensa personal, es su problema. No está el horno para bollos, y el mundo tiene problemas infinitamente más importantes que resolver que el ego herido de un tipo que ha hecho una cosa tan excepcional como es publicar un libro. Ya me entiendes.
¿Cómo ve, desde su juventud, las inquinas y rivalidades del mundo literario, en el que parece profundamente introducido? ¿Una inmersión profunda en el mundillo conduce a la demencia?
Las cosas del “mundo literario”, las promociones, las rivalidades, las inquinas y todo lo demás no deja de ser la punta del iceberg en el proceso de lectura y escritura, que tiene lugar en la sombra y es lo que importa de verdad. Males menores.
Irremediable: ¿Cuál es su próximo proyecto?
Creo que soy supersticioso con estas cosas; hablaré de ello cuando esté concluido. Estamos trabajando en ello, eso sí.
Reseña por Jorge Díaz Martínez.
Fresy Cool. Antonio J. Rodríguez. Mondadori, 2012.
Se me hace difícil, en general, escribir la reseña de una novela sin convertirme en su spoiler, no tanto por revelar detalles significativos de la trama (caso de que la tenga), asunto muchas veces baladí, sino por señalar justamente aquello otro que esperamos nos sorprenda, esto es, su cómo, su discurso. Así pues, aquí termina la reseña y aquí empieza el spoiler. Lo mejor sería que dejaran esta crítica para más adelante, cuando ya no les haga falta, y que vayan tranquilamente a buscar un ejemplar de Fresy Cool con el que amenizar sus desplazamientos urbanos.
Atendiendo a la historia de la representación, podrían dividirse los artistas en dos grupos respecto a esa convención que, tomando el término del teatro, llamamos cuarta pared: aquellos que se la saltan y aquellos que tras ella se vuelven a cobijar. Aplicado a la narrativa, la idea de cuarta pared podría entenderse como ese pacto por medio del cual el lector está dispuesto a consumir una ficción olvidándose de que lo es. Y a pesar de que la ausencia de este muro tampoco haya sido nunca óbice, desde hace milenios, para el disfrute de un relato, lo cierto es que también viene de lejos la obsesión de los novelistas por construirse una coartada, a veces con procedimientos tan burdos como decir que se han encontrado el manuscrito por casualidad en el rastro (Cervantes) o que el escrito esen realidad el testamento de un preso ajusticiado (Cela). Yendo a formas artísticas sin tanta solera, podemos recordar ese momento deAnnie Hall, cuando en la cola del cine Harry abandona completamente el pacto de ficción para dirigirse a la cámara e introducir en escena, como venido de otra dimensión¿fantástica o realísticamente?al mismísimo Marshal MacLuhan, para finalizar reflexionando Amigos míos, si la vida fuese así. Pues bien, de salidas unamunianas como esta rebosa alegremente la primera novela de Antonio J. Rodríguez, Fresy Cool. Pero el autor no se limita a parodiar al narrador, las convenciones del género o incluso el mismo acto de lectura, ridiculizando las expectativas de una recepción que queda en evidencia, sino que al ejercicio de la metaficción añadeuna ristra de episodios absolutamente oníricos, instaurando una suerte de surrealismo que con su multiplicidad de planos o simples alucinaciones responde mejor que el acostumbrado discurso naturalista a la verdadera experiencia humana, a lo que añadeluego otra vuelta de tuerca en una especie de delirante ciencia-ficción del absurdo, de forma parecida a las fantasías alegóricas que encontramos en la narrativa anglosajona de, por ejemplo, Salman Rushdie.
Ya desde un punto de vista puramente personal, me ha interesado más la primera parte, si bien el inicio de la segunda demuestra un dominio de registros y un contraluz deslumbrante .A parte de todo lo dicho, hay que tener en cuenta que se trata de una novela firmada a los veintiún añosy que por tanto el grueso de su condimento responde al universo, las preocupaciones y el lenguaje de la generación que actualmente ronda esa edad, lo cual, sin ser en absoluto reprochable, sí que puede resultar excesivo para algunos paladares. Y por ultimo, decir que, como su nombre indica, ésta es en definitiva una novela ideada desde y para el disfrute, una escritura lúdica y corrosiva, una obra divertida, una literatura cool.
¿Segunda novela? Lo único que había publicado (y escrito) con anterioridad este autor es un relato corto a cuatro manos. Él mismo lo aclara en una de las respuestas. El entrevistador debería ser más riguroso en su entradilla de presentación, y leer mejor.
FEnomenal PROMOCIÓN, sin más, de Fresita Shit.
Venga , a seguir dándole a la manivela como un loro.
Abdullah repite el mantra: Fresán, Calvo, Magrinyá…
Lamentable la manera de hacer la ola a los que pueden hacer/hacen algo por él.
Tan jovencito y tan servil.
Carballón tenía que ser el pazguato.