Chillida y la luz negra
Por Ángel de Frutos.
Eduardo Chillida. Luz Negra
Galería Joan Gaspar. C/ General Castaños, 9, bajo derecha
Hasta el 31 de marzo de 2012
La de Eduardo Chillida es una historia de luz. Es la historia de un vasco que conocía la importancia de tener muy presentes las raíces, pero también la de alargar las ramas para que lleguen a todo el mundo en un intento de encontrarla.
La exposición que nos ofrece la galería Joan Gaspar recoge esa búsqueda en un espacio perfecto para la ocasión. Perfecto, no sólo porque aporta un poderoso haz de blanca luz a la luz negra que desprenden las obras, sino también porque nos adentra en un pequeño laberinto de volumen y vacío, otra de las constantes contraposiciones en la obra del artista.
Si bien conocido especialmente en su faceta como escultor, comenzó a experimentar con las diferentes técnicas del grabado a partir de 1959, período en el que se abre, también, a nuevos materiales en la escultura –más allá de los tradicionales hierro y madera-. Y esta muestra es una magnífica ocasión para deleitarse con la maestría y variedad del Chillida grabador. Xilografía, litografía, aguafuerte o punta seca dan lugar a un extenso juego de texturas aplicadas sobre una no menos amplia gama de papel y produciendo un volumen casi escultórico sobre el mismo. Más allá del estudio de forma –siempre imperfecta y austera- y volumen, la obra se inunda de esa luz negra que se convierte en protagonista y que imprime a la producción de Chillida una concepción trascendental, casi mística.
Obras tan diferentes entre sí como el aguafuerte Guggenheim III (1998) o la litografía Tempo II (1964) son un ejemplo de la experimentación total que el autor vasco llevó a cabo a lo largo de esta prolongada y prolífica etapa. Obras que son reflejo de complejos conceptos filosóficos, pero especialmente de luz negra, la luz que por fin Chillida encontró en casa. La luz del Atlántico.