Entrevistas

Entrevista a Ricardo Menéndez Salmón:«La escritura debe ser siempre un arte de la sugerencia»

Por Cristina Consuegra.

 

 

Para esta entrevista no puedo escribir que La noche feroz sea la última novela de Ricardo Menéndez Salmón -para eso habrá que esperar unos meses- ya que este título fue publicado en 2006 por KRK y reeditado, con gran acierto, por Seix Barral a finales de 2011. La noche feroz es una novela que instala en el lector una certeza múltiple; la que hace referencia al anhelo insaciable de su autor por mantener una coherencia tanto en lo formal como en lo discursivo y la que nos permite asimilar la realidad a través de las obsesiones narrativas de su autor.

 

 

En esta novela, Menéndez Salmón ofrece un ramillete de personajes que se deshace entre las luces y sombras que el instinto humano ofrece, el mismo que nos condiciona y define. La acción de la novela transcurre en una noche, unidad que exige a su autor un dominio mayúsculo del ejercicio de la palabra. Para aquellos que sólo hayan conocido al autor asturiano por su trayectoria en la editorial barcelonesa, La noche feroz otorga la posibilidad de mirar el corpus reciente de su autor con una introspección temporal, mientras que para los que ya conocían de la existencia de esta novela soberbia, este título no hace más que reafirmar la continuidad discursiva de Menéndez Salmón.

 

 

Tras la buena acogida de La luz es más antigua que el amor (2010), Seix Barral reedita La noche feroz, novela publicada en 2006. ¿Cómo se enfrenta el autor a la promoción de un libro escrito unos cuantos años atrás?

 

 

Con calma. El hecho de que sea un libro ya publicado con anterioridad hace que la maquinaria editorial sea menos agresiva y que la atención de muchos medios sea también menor. Es obvio que una editorial no puede ni debe volcar el mismo esfuerzo en una novedad que en una reedición, como es obvio que, en un país donde se publican miles de títulos nuevos al año, los medios prefieren atender a estos antes que a las reediciones.

 

 

 ¿Cómo irrumpe la historia de La noche feroz en tu vida?

 

 

Con la lectura de Viaje por las escuelas de Asturias, de Luis Bello, el gran periodista republicano que visitó nuestra región a comienzos de los años 30. En ese libro Bello habla, entre otras muchas cosas, de las «ferias de maestros», no muy distintas a ferias de ganado, a las que los paisanos de los pueblos acudían para «escoger» al enseñante de sus hijos. De ahí nace el personaje de Homero, el catapotes, de esa experiencia hermosa y a la vez aterradora del hombre que cada día come en una mesa distinta a cambio de su trabajo.

 

 

¿Y qué te ha exigido en contraste con otras novelas?

 

 

Al operar con una unidad cerrada de espacio, tiempo y acción, La noche feroz es una novela muy exigente, en la que cada palabra y cada omisión, cada adjetivo y cada sustantivo, cada descripción y cada diálogo están medidos al milímetro. En realidad, es mi único libro donde la tradicional poética argumento-nudo-desenlace juega un papel central.

 

 

La reedición de esta obra permite un ejercicio lector muy saludable, volver a leer una obra con otra mirada –la que surge tras la lectura de las obras posteriores-, o la del lector primerizo pero con el recorrido de sus obras anteriores ya hecho. ¿Qué efecto desearías provocar en el lector?

 

 

Entender que mi proyecto no ha variado por mi llegada a una editorial de primera fila; aceptar que, en realidad, los temas y obsesiones de Ricardo Menéndez Salmón, y su apuesta por una determinada concepción de la literatura, son anteriores a La ofensa. En ese sentido, La noche feroz es un libro coherente con mi obra posterior, si no absolutamente en términos estilísticos, sí desde luego en términos temáticos.

 

 

Uno de los grandes logros de esta novela es el tratamiento de los personajes, asunto primordial frente a la acción. ¿Es algo que tuviste claro desde el principio, el personaje como motor narrativo de la historia?

 

 

Sí, aquí el personaje, como en las obras teatrales, es la encarnación de ideas, una especie de arquetipo privilegiado, el recipiente por antonomasia de una concepción del mundo.

 

 

Siguiendo con el asunto de los personajes, la figura del maestro es, sin duda, fundamental para asimilar La noche feroz. Es curioso observar cómo hay oficios que siguen demonizados… ¿tan poco ha cambiado la sociedad?

 

 

Más que demonizada, la figura del enseñante está hoy desprestigiada. En ese sentido, quizá se haya operado una inversión muy perversa. Se demoniza aquello que se teme (el antiguo profesor como lugar del saber y, por lo tanto, como una inteligencia peligrosa por incómoda: el darwinista, el ateo, la mujer emancipada), mientras que hoy el profesor, a ojos de la sociedad, es poco más que un policía no de los valores, sino de las costumbres. Al enseñante, hoy, no se le respeta, porque la sociedad lo ha convertido en un vigilante de la salud de sus hijos, pero no de la salud intelectual o afectiva, sino de esa salud regimentada y estúpida que tantas veces nos hacen pasar por educación: la salud del rebaño.

 

 

¿Por qué le concedes al silencio –lo que no se dice o escribe- ese papel fundamental en La noche feroz?

 

 

No sólo en La noche feroz. Creo que la escritura debe ser siempre un arte de la sugerencia. Me interesan poco los escritores preocupados por contarnos cada detalle. Como decía Nietzsche de Dios, estar en todas partes y verlo todo es algo obsceno. Además, entiendo que el silencio es la frontera natural de la literatura. Todo escritor tropieza, antes o después, con la evidencia de que el lenguaje no es capaz de «decir el mundo». De hecho, diría que el silencio, la parálisis, la desaparición es hoy, sobre todo tras La luz es más antigua que el amor, el tema central de mi escritura.

 

 

La violencia irrumpe en la novela casi como un protagonista más, inclinando la acción narrativa hacia un lado u otro y modelando a los personajes. De hecho, si se contrasta este asunto con las novelas que componen la Trilogía del mal, el ejercicio discursivo de la violencia en La noche feroz es definitivo. ¿Era éste el efecto que perseguías?

 

 

Me interesa la violencia en un doble sentido, el que recoge nuestra dimensión animal por un lado y el que atañe a nuestra dimensión cultural por otro: la violencia como atavismo de la especie y la violencia como sofisticación. La noche feroz es, desde esa óptica, un estudio sobre lo ineludible de la violencia. No creo en almas bellas ni en la paz perpetua. Soy un hobbesiano convencido.

 

 

Conforme crece tu obra, ésta parece más certera y alejada de nuestra frontera. El que la crítica suela situarte más allá del panorama narrativo español… ¿cómo asimilas este tratamiento?

 

 

Con naturalidad. Tampoco yo siento que tenga compañeros de viaje en español en mi escritura. Pero es que eso, hasta cierto punto, me parece accidental. Está el vínculo con la lengua, que es fundamental, pero el clima, las obsesiones, las razones de un novelista no tienen país. Sin duda, para mí Michon o Bernhard son autores infinitamente más cercanos a mi territorio filosófico o sentimental que Marsé o Vargas Llosa, por citar cuatro autores inexcusables literariamente.

 

 

Con la lectura de La noche feroz parece que tu corpus más cercano se completa. ¿Puede que lo próximo de Menéndez Salmón transite por horizontes narrativos bien distintos?

 

 

En 2012 Seix Barral publicará mi novena novela, Medusa. En ella se rastrean las dos líneas fundamentales que han dirigido mi trabajo en los últimos cinco años: la mirada sobre la maldad, en este caso el horror más puro, y la perspectiva del arte para enfrentarse a semejante reto. Medusa es una novela sobre el poder de la mirada para interpretar el mundo, pero también una indagación acerca de la responsabilidad de quien mira. ¿Acaso toda mirada no es una mirada ideológica? ¿Se puede observar con impunidad? Esos son algunos de los interrogantes que articulan el libro.

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