Cosmópolis o una próstata asimétrica atravesando la ciudad
Por Juan Carlos Vicente.
Cosmópolis. Don DeLillo. Seix Barral. 239 páginas.
La historia de la Humanidad es una larga cadena de códigos que el sistema económico transforma en un sencillo ADN de lectura binaria. Cada hombre y cada mujer, antes niños, antes células, antes nada, forman un pequeño eslabón insignificantemente global. ¿Por qué nos levantamos cada día? ¿Cuales son las motivaciones que nos empujan a atravesar la ciudad?
Para algunos, para Eric, es la necesidad de asaltar las trincheras. Para otros, es la necesidad de esconderse tras esas mismas trincheras.El personaje central de Cosmópolis, Eric, tiene como propósito atravesar la ciudad para cortarse el pelo. Todo eso no tendría nada de extraordinario si no fuera porque va en una limusina con un chofer- escolta, y va a intentar una jugada suicida en lo que a inversiones económicas se refiere, y mientras eso sucede, o mejor dicho intenta suceder, debido a que se encuentran encerrados en un atasco monumental por razones tan variopintas como el entierro de un famoso, la llegada del presidente o el colapso de una urbe que ya no da más de si, su limusina se convierte en una especie de camarote de los hermanos Marx, por el que pasan distintos personajes relacionados tanto profesionalmente como emocionalmente con él.
Eric podría ser la evolución de Patrick Bateman, el protagonista de American Psycho, sólo que no despierta (al menos a mí me las despertó cuando leí American Psycho) las simpatías de señor Bateman. ¿Esto es malo? En realidad, no. Si Eric es un analista de riesgos e inversiones, DeLillo también lo es. Aunque no es su mejor novela (para mí, la hipnótica El hombre del salto, es sin duda la mejor), Cosmópolis contiene todos los elementos del universo DeLillo. La estructura de sus personajes está hecha desde la distancia, como un análisis sobre el estado y futuro del yen que podría realizar el propio Eric, y por eso es complicado empatizar con sus personajes. ¡Pero es que DeLillo es justamente eso! Su trabajo como narrador es el equivalente literario a la neurocirugía, incluido el complejo de Dios. El autor observa, analiza y, cada uno de los detalles de la narración, son una coordenada del mapa final. Si Houllebecq es poseedor de una frialdad estética que convierte en la atmosfera adecuada para el desencanto de la mayoría de sus personajes, DeLillo es dueño de una frialdad médica que permite la disección de una manera casi sobre humana, permitiéndonos una observación de sus personajes como si estudiásemos una civilización extraterrestre.Lo que diferencia al hombre DeLillo del resto de hombres, es su capacidad para la reflexión, y eso, es precisamente lo que le hace diferente, y, a ratos, desapasionado. No es nada nuevo, aunque si es algo común a un cierto tipo de literatura generada por el tráfico masivo de información de los últimos veinticinco años. DeLillo por supuesto ya estaba ahí mucho antes, en Submundo aparecen la mayoría de los temas del resto de sus obras, con la diferencia de que con los años, su tendencia ha sido hacia la brevedad y la precisión, parámetros tipo del funcionamiento de la sociedad actual.
En realidad todo podría formar parte de su cosmogonía personal. Hoover escondiendo su homosexualidad y su complejo de altura mientras una pelota de beisbol raja el cielo, la preocupación por la brevedad de la vida y el absurdo de preguntarnos continuamente sobre ella, un político asesinado en Oriente Medio ocupando una pantalla de televisión…la metralla orgánica que aparece meses después incrustada y transformada en pequeños bultos en nuestro interior. El mismo país, la misma obra representada con otros actores y en otros teatros. Todo un libro enorme, mastodóntico, una vida que se retroalimenta de otras vidas.
No es extraño que Cronenberg(Videodrome, Crash, Inseparables, Una historia de violencia) que desde hace unos años ha dejado de lado el surrealismo que le caracterizaba, haya decidido adaptar Cosmópolis. Temas latentes en su filmografía, como la política encubierta, la paranoia o la alienación del hombre en esta sociedad del terror, encajan perfectamente con la obra de DeLillo debido a la disección quirúrgica que ambos hacen de sus personajes. La pasión por la carne y, quizá lo que les haga más compatibles, el ensimismamiento de ambos en su propio mundo, por completo ajeno al resto de personas.
Puede que sea un bucle que encierra a otro bucle, esta adaptación, y que lo que no aclara DeLillo, lo que pierde con metáforas de carácter más que poético, hermético y privado, Cronenberg le añada un candado aún más complicado de abrir. Ya lo veremos, quizá alguien descubra que la vida es sólo eso, un deseo de “próstata asimétrica” no pronunciado.
Fea fea fea esa película el actor de Crepúsculo primera peli fea horrible nada bueno feo el comienzo da pereza seguir viéndola