Por Cristina Consuegra.
La noche feroz. Ricardo Menéndez Salmón. Seix Barral, 103 páginas.
Cada título de Ricardo Menéndez Salmón parece revelarse como un manual filosófico sobre los conceptos en torno a los cuales pivota el libro objeto, y no lo digo sólo por esa predilección por mostrar la literatura como encarnación de un discurso contundente, sino por articular cada entramado narrativo en torno a la palabra y su simbología, ejercicio filosófico tan necesario como poco frecuente. La noche feroz, título publicado en 2006 por KRK y que Seix Barral decide reeditar a finales de 2011, es una novela soberbia que ayuda a entender esa continuidad discursiva, milimetrada y cuidada, que el escritor asturiano se empeña en construir a base de una firme creencia en las ideas y el uso de la palabra.
La cita de Spinoza que inaugura La noche feroz, maestro de ceremonias que invita a adentrarnos en la cosmogonía que proclama el título de Menéndez Salmón, pertenece a la cuarta parte de la Ética del autor holandés, obra en la que culmina la metafísica de este pensador y que expone el contenido de su filosofía. Esta parte cuarta, “De la servidumbre humana, o de la fuerza de las pasiones”, versa sobre –escrito de manera simplista- la definición e interpretación de las pasiones, incorporando, en cierto modo, el problema de la libertad en el ser humano según domine en el hombre el instinto o la razón. A mi juicio, aquí es donde se encuentra la piedra angular de la novela y por lo tanto la vigencia de la obra, ya que la acción del relato se encamina hacia la dicotomía razón-instinto, tratamiento que el autor ejecuta gracias al contubernio de personajes que habita en La noche feroz. Con motivo del brutal asesinato de una niña y la consiguiente búsqueda de su asesino, acciones insertas en un ambiente abrupto y opresivo, Menéndez Salmón despliega, en una noche que bien puede ser considerada recurrente, personajes que se construyen entre los silencios y la rudeza de las costumbres rurales, el reclamo de la violencia como símbolo de prestigio, la apelación a mecanismos de agresión como defensa de un territorio y el peso de un pasado eterno. Personajes que, tal como sucediera en la última novela de Menéndez Salmón, La luz es más antigua que el amor, y la denominada Trilogía del mal, se dejan arrastrar por pasiones cuyo origen se encuentra en los instintos primarios, y que le sirve al autor para establecer, a un nivel distinto del formal, una batalla entre la fe y la razón, la ideología y la religión, entre el fanatismo y la libertad.