Un constructor de arte

Por Dinorah Polakof.

 

Carlos Páez Vilaró se afincó en Punta Ballena, departamento de Maldonado, hace muchos años.  Su nombre y figura se encuentran  arraigadas  al paisaje fernandino de la misma manera que su talento y  obra.  
    
Ha construido una vivienda-hotel-museo-atelier en lo alto de la Ballena, de la Sierra  que está dividida por la Ruta Interbalnearia.  El escultor eligió  la zona rocosa que enfrenta un mar apacible y desde donde se observa la bahía de Portezuelo hasta el Cerro Pan de Azúcar.  Continuando por la pista de hormigón se llega a Punta del Este, recorrido que acepta asimismo la vía marítima del Río de la Plata.  Páez Vilaró reconoció un espacio natural para construir Casapueblo, y allí mismo esculpió -al son de las olas-  la edificación blanca que se amolda al terreno irregular.  

Nació en Montevideo en 1923, vivió en Buenos Aires durante su juventud. Casi una leyenda de las dos orillas,  se lo conoce como pintor, escultor, ceramista, arquitecto, músico, escritor.  Se nutrió de la amistad y obras  de Pablo Picasso  y Salvador Dalí, por mencionar algunas de las personalidades frecuentadas.  

Como viajero incansable impregnó su quehacer artístico del espíritu africano. En ese sentido, se acercó al “candombe”, danza que interpreta el sentimiento de los negros esclavos llegados a nuestro país.  En cada carnaval, Carlitos  se suma al desfile capitalino, popular,  y tamboril en mano anuncia amaneceres de identidad.

Los pobladores de Maldonado lo  conocen   de siempre puesto que ha rodeado la región de importantes murales, coloridos, brillantes,  de  simbología fácilmente reconocible.  En el interior del un hotel internacional de la Parada 3 de la Mansa, se puede apreciar su pintura en el gran  espacio donde sus pinceles exhiben  los comienzos históricos de la ciudad.  

Se suma un mural de una de las pizzerías ubicada en la principal avenida de la Península.   Entre el murmullo de los comensales, la mirada encaja en los soberbios trazos negros que destacan sobre fondos anaranjados y rosas.

Pero la imaginación de Páez Vilaró es ilimitada y para nada estática.  Sus soles recorren las calles estampados en taxímetros y vuelan los cielos situados en aviones de las Primeras Líneas Uruguayas  de Navegación Aérea.  

 

Carlos Páez Vilaró, el escritor, presentó recientemente POSDATA, Ediciones Santillana, una autobiografía que seguramente encumbra la vida del  ciudadano ilustre.

 

 

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