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No te signifiques (42)

Por Jorge Díaz.

 

Veo en facebook la foto de un niño enfermo. Un niño lleno de cables y aparatos conectados. Debajo dice que si cien personas cuelgan esa foto en sus muros el niño será operado. Y me pregunto quién es el canalla que tiene en sus manos operar a ese niño y está esperando a que cien personas cuelguen la foto en el muro.

 

–         Doctor, ya han colgado la foto ochenta y cinco.

 

–         Pues no opero, faltan quince.

 

–         Es que el niño se muere.

 

–         Actualiza a ver.

 

–         Ochenta y siete.

 

–         Nada, hasta que no lleguemos a cien ni siquiera me pongo los guantes.

 

–         Es que son de látex y se tarda. Ochenta y nueve…

 

–         Hora de la muerte, diez cuarenta. Qué insolidaria es la gente. Miles de millones de usuarios en el facebook y no hemos llegado a cien que colgaran la puta foto. Me asquea esta sociedad de gente que sólo se preocupa por sí misma…

 

Está claro que si me lo creyera, y estuviera en mis manos, colgaría al médico de los huevos y no sería de ningún muro, sería de un árbol muy alto. Menos mal que no me lo creo.

 

–         Vaya, ¿hoy estamos serios?

 

–         Hemos empezado así, quién sabe si después se arregla.

 

También leo que este mes de octubre tiene cinco lunes, cinco martes y cinco miércoles y que eso no pasa desde hace ochocientos veintitrés años, que si lo avisas en el muro menos de once minutos después de leerlo vas a ganar mucho dinero antes de cuatro días. Y me pregunto si es algo empírico, si fue lo que pasó hace ochocientos veintitrés años, si todos los que entonces colgaron aquello en los muros de facebook ganaron mucho dinero. De hecho las grandes fortunas de 1189 tienen ese origen.

 

–         Son bromas.

 

–         Hombre, es que si hay alguien que se lo cree hay que abrir los cotolengos de nuevo…

 

Desde aquí lo pido, que abran los cotolengos y encierren a los crédulos. A los que creen que se les van a caer los dientes si rompen un correo en cadena, que el mundo se acaba este año o que la infanta no sabía lo que hacía su marido…

 

–         Ya salió.

 

–         Esto es como las drogas, no se deja de repente…

 

Cada dos por tres leo que es el día de san no sé qué enfermedad y hay amigos que te piden que cuelgues un texto en tu muro durante una hora. Son especialmente llorones y pesimistas con la bondad del prójimo: sé que el noventa y dos por ciento de mis contactos no me van a hacer caso…

 

Pertenezco a ellos, es que, me molesta vuestra bondad y dudo de que los enfermos de tuberculosis se vayan a curar por haceros caso.

 

–         Acabas de ganarte el agradecimiento de los enfermos de tuberculosis.

 

–         Señores enfermos de tuberculosis, estoy dispuesto a donarles lo que cobro por esta columna, perdónenme por ser del noventa y dos por ciento que no cuelga su cartel.

 

Los demás lo hacen porque creen: el mundo de la investigación depende de sus muros. Ellos tienen fe. Somos un país de creyentes gracias a Internet.

 

Mi abuelo cerraba las discusiones con un contundente: lo han dicho en la tele. Era suficiente para que no se pusiera en duda. Sólo había algo más categórico: lo ha dicho un médico en la tele. No confiar en lo que dijera un médico en la tele era lo peor que podías hacer: ibas contra la ciencia, contra la credibilidad de un hombre sabio y contra la honorabilidad del medio.

 

No hemos avanzado casi nada. Hemos dejado de creer en la tele para creer en la web. La gente se cree cualquier chorrada, adórnala bien, o cuenta lo que todos quieren oír…

 

–         Como lo de Ricky Martin y la mermelada.

 

–         ¿No era nocilla?

 

Durante las elecciones, hace tanto de aquello, se hizo famoso un vídeo del alcalde de Mallorca que durante un mitin hacía un discurso a lo bienvenido míster Marshall: como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación… La gente se lanzó a saco: ¿ésta es nuestra clase política?, no nos representan, son unos cretinos…

 

No tengo mejor opinión que ellos sobre la clase política, pero ni el señor que salía en el vídeo era alcalde de Mallorca, ni lo que se veía era un mitin, ni era un discurso real… Nadie se fijó. Suspensión de la credibilidad: quiero oír que los políticos son unos cretinos y me da igual dónde lo digan, me lo creo.

 

–         ¿A qué conclusión quieres llegar?

 

–         A que la mayor parte de lo que nos cuentan son mentiras bien envueltas o consignas que queremos escuchar. Sólo a eso.

 

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