El poder de los libros.
Por Alfredo Llopico.
A los esclavos, en el sur de Estados Unidos, se les prohibía por ley que leyesen.
Y en muchas culturas a las mujeres se les ha prohibido escribir y aún en gran parte del mundo sus familias no quieren que vayan a la escuela, porque las educan para ser criadas y esclavas de sus maridos. En el régimen nazi, en el estalinista, en la China de Mao…, en cualquier dictadura, los periódicos y los libros se someten a una estricta censura y se queman o se destruyen los considerados perniciosos. Un libro prohibido te puede costar la libertad, precisamente porque te la ofrece, porque te abre una ventana al mundo.
De ahí la creencia en la absoluta e ilimitada libertad de la lectura; en las virtudes de pasear por entre pilas de libros y coger el primero que llame la atención; en la elección de los libros por la tipografía e imágenes que ilustran su portada; en la lectura de libros porque a otros les disgustan o los consideran peligrosos; en la elección del libro más difícil que quepa imaginar… Pero lo que no hay que creer es en que nadie diga qué hay que leer, cómo leer, cómo interpretar, y sobre todo dónde leer.
Porque en los libros están todas las pasiones, todas las respuestas y ejercen sobre nosotros una irresistible atracción. Extendemos la palma de la mano, acariciamos las palabras, cerramos los ojos y nos dejamos llevar por el suave sonido que los dedos producen al acariciar el papel. Y no hay dos libros iguales, porque las mismas palabras, en libros distintos, pueden significar cosas completamente distintas.
A todas estas reflexiones nos conduce «Tinta», el último libro de Fernando Trías de Bes (Seix Barral, 2011). Un original homenaje al poder de las palabras y al libro impreso, donde nos muestra cómo funciona la literatura y la imaginación. Un curioso homenaje al texto impreso donde nos invita a reflexionar acerca de la posibilidad de que un libro pueda llegar, incluso, a modificar nuestro destino. Ese es, probablemente, el poder de la literatura.