CríticasPoesía

Una de romanos

Gesta Romanorum

Giovanni Raboni

 

Editorial Vaso Roto, 2011

 

Por Jorge Díaz Martínez

 

No es muy frecuente que una traducción sea al mismo tiempo la primera edición de un libro, sin embargo este es el caso de Gesta Romanorum, de Giovanni Raboni. A dicha particularidad se le une el fetichismo de encontrarnos también ante el primer título del autor: parece ser que Raboni consiguió un premio de poesía a principios de los años cincuenta, sin que posteriormente el libro se viera publicado. El joven poeta era entonces un veinteañero desconocido que más tarde se convertiría en uno de los poetas más señalados de la segunda mitad del siglo veinte en Italia. Ahora la editorial Vaso Roto ha tenido la afortunada ocasión de ofrecer a los lectores este evangelio apócrifo, realizando además la trabajosa tarea de reconstrucción de la obra.

 

Tiene, por tanto, esta  edición bilingüe el atractivo de mostrar los primeros pasos de una poética, de raíz eliotiana, que a pesar de su juventud ya muestra claramente algunas de las convicciones que iban a ser características del poeta y de su tiempo, es decir, la preocupación por escapar del lirismo y dotar a los versos de un carácter más discursivo, más narrativo, más cercano a la realidad. Quiere el traductor y prologuista, Juan Carlos Reche, darnos también algunas pistas sobre la actualidad de la obra cuando apunta que el libro se parece, en ocasiones, a la famosa película La vida de Bryan, salvo que fue escrito treinta años antes de que ser rodara el film. Pero tal vez sea en el sentido ético de la escritura de Raboni, en el intento de fraguar una poética civil, donde se encuentre la principal valía de estos textos premonitorios y donde el lector pueda encontrar mejor justificada su curiosidad.

 

 

TESTIGOS

 

Aquí fue apuñalado el duque, y este es el pozo

donde estuvieron de su cuerpo

deshaciéndose hasta el alba. Me imagino la escena.

Y entre tantas ventanas, soportales, escalas,

quién sabe las palabras de la riña

que fueron a parar a oídos ávidos y honestos, a corazones

dispuestos a sufrir este otro secuestro

en favor de la patria. O a musitarlo

más tarde, al final de la vida, a la oreja pelosa

del confesor. Tráfico de noticias

en la penumbra de las vísceras.

 

 

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