La linterna mágica.
Vengo de Palo Alto, cuna tecnológica de las redes sociales y la web, vengo de un cinematógrafo donde sólo resalta la juventud, el éxito, la rapidez y las formas. De Palo Alto destaco que todo es correcto, algo así como un Mundo Feliz, tómenlo como quieran.
Bordeo San Francisco excavando túneles de rascacielos que suben y bajan. Infinita ciudad pequeña de arco iris, anónimos revolucionarios y espectros de una vida en común. Miro alrededor, veo colas civilizadas, lindos y atractivos anuncios que venden el alma, niños artistas y acetas seguidores del afamado Sartorialist. Estoy en Union Square.
Abro las puertas de China Town, un mundo único de colores escrito y construido en pilares de inmigración desde 1848. Hoisaneses y Zhongshaneses de la Provincia de Cantón fueron los primeros en llegar a “la ciudad dentro
de la ciudad”, como se la conoce en San Francisco. Por aquí ha pasado la esclavitud, la prostitución, el licor, el contrabando, la mafia china, el juego ilícito y todo lo que hace que una civilización, humana, meramente humana, sea civilización. Por aquí ha pasado todo lo que en la América tecnológica se desconoce porque el recuerdo es corto y vago. Luego está la historia de la ciencia y las invenciones chinas tales como el papel, la imprenta, la pólvora y el compás que marcaron hitos mecánico culturales, pero de eso aquí no se ve nada de nada a excepción de los fuegos artificiales y las bengalas. La historia de la cultura civilizadora de las naciones es rica e interesante de estudiar y leer pero cuando se compara cómo ha afectado eso a los inmigrantes se produce la paradoja que enfrenta progreso educación con necesidad, haciendo que los números no cuadren. El elenco de invenciones chinas de la obra de Needham, Ciencia y Civilización en China, es monumental, aunque en mi opinión lo que mejor define a China Town es el hexagrama Lî: “la metáfora de un hombre que pisa la cola de un tigre que no le muerde. Habrá progreso y éxito”.
China Town es un corte en el tiempo, un zoótropo que representa la rueda de la vida, imágenes salidas de un cilindro que hace aparecer fantasías: “chao hua chi khan”. Verdes pasteles de plomo, puerta del dragón y autobuses ingleses, qué invento turístico más bueno, que rozan con su publicidad un mundo sincrético que los turistas no llegan a entender. China town es un espejo donde mirarnos y descubrir lo distintos que somos y lo inabarcable de nuestras culturas. Comidas desconocidas, callejones salidos de Hollywood
donde se respira el vapor de ollas y cestas de mimbre, masa humana que se toca y reproduce viralmente como en internet.
Faroles que cuelgan, bancos americanos en totems asiáticos, iglesias cristianas, pinceles de seda y mercadería, mercados y costumbres. Hoy China Town encierra combinatorias tales como lo ancestral con la fashion urbana de unas mujeres que siguen pareciendo de porcelana o de unos hombres que desfilan o con estilo ancestral familiar o como gángster estilizado. Todo esto hace fascinante la visita y el recreo en China Town. Personajes que se esconden ante la cámara, gentes que coquetean al ser retratados, miradas que no consigo definir ni etiquetar, quizás sea es la razón que me impide ver. En cualquier caso, hago la foto y me atrae. La titulo Autopoyesis China, es a todo lo que llego.
Tecnología, perenne, ubicua, rápida y hasta si se quiere costumbrista. La chica fotografía a su padre con el iphone, le pone título y la envía a sus amigos de Hong Kong, en breves momentos twitter dispara pólvora china y facebook empieza a recibir “I like”. Needham no imaginaba esto.
El tiempo pasa lento, me faltan sentidos sensoriales para captar todo lo que está ocurriendo. Tengo la sensación que en China Town los habitantes luchan contra su pasado, es como una calle que siempre aparece en el fondo y que nunca desaparece.
Como por 5 dólares, barato sano y nada nuevo. Una mujer de espaldas acaricia su frente, detrás un medidor de tiempo aparcado indica espacio libre, ella es el tiempo pero no lo sabe.
Y así ando encima de perfumes sociales inhalando alientos jóvenes que tratan de aunar criterio ante una compra. Nadie aquí se acuerda de cómo empezó todo, de cómo se construyó China Town San Francisco, quizás la dama del gorro de lana nos pueda contar, un día, cómo y por qué esto es tan fascinante.