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«El escondite de Grisha», de Ismael Martínez Biurrun: entrevista y reseña

 

Por Benito Garrido.

 

“Sé que existe un miedo ancestral a la oscuridad.  Que un silencio demasiado largo es un vientre hinchado de futuros sobresaltos.  Y sé que la noche tiene un puñado de trucos mágicos para hacer que los hombres se sientan desprotegidos, disminuidos.”

 

A propósito de su última novela El escondite de Grisha (Editorial Salto de Página, 2011), hemos entrevistado al escritor navarro Ismael Martínez Biurrun.

 

Ismael (Pamplona, 1972) es licenciado en Periodismo y trabajó como guionista antes de dedicarse en exclusiva a la escritura. Ha publicado las novelas Infierno nevado (Equipo Sirius2006), Rojo alma, negro sombra (451 Editores, Premio Celsius de la Semana Negra de Gijón a la mejor obra fantástica de 2009 y Premio Nocte de la Asociación Española de Escritores de Terror) y Mujer abrazada a un cuervo (Salto de Página, 2010), con la que obtuvo de nuevo el Premio Celsius en 2011. Ha participado con sus relatos en las antologías Visiones (AEFCFT, 2006), Hombre Lobo (451 editores, 2008) y Aquelarre. Antología del cuento de terror español actual (Salto de Página, 2010).

 

El escondite de Grisha.  Ismael Martínez Biurrun.  Editorial Salto de Página, Madrid 2011.  Novela.  256 páginas.  18,50 €

 

Ismael Martínez Biurrun es un hombre tranquilo que escribe historias fantásticas tan cercanas a la realidad que producen desasosiego.  Con un gran control del lenguaje y de la narración, nos presenta una obra rica en matices emocionales que van más allá del género fantástico, y del thriller.  Novela dura, arriesgada, de personajes al límite que huyen de sí mismos sin saber que en el fondo lo que inician es una carrera por ordenar sus instintos, sus propias vidas.  Misterio e intriga policial se dan la mano en esta magnífica escapada (como si de una road movie se tratara) hasta los mismísimos tuétanos de la radiactiva y contaminada Chernóbil.

 

La novela nos cuenta la historia de Olmo, un hombre solitario y gris, marcado por un pasado bastante borroso, y que es incapaz de definir sus propios sentimientos.  Huyendo de ese pasado, comienza a trabajar en una biblioteca pública, donde espera volver a reordenar su vida.  Pero nada más lejos de lo esperado pues allí conoce a un singular e introvertido niño de diez años llamado Grisha, que pronto atrae su atención: siempre solo, alejado del resto de niños, y que de manera repentina y con los ojos cerrados, escribe sobre su cuaderno en extraños caracteres cirílicos lo que parece ser el diario de otro niño que no conoce.  Olmo no contaba con volver a verse reflejado en la mirada dura de un niño, y no puede evitar convertirse en su protector.
Grisha es un niño ucraniano adoptado, dos veces huérfano, y que ahora bajo la protección de un allegado familiar con turbios negocios, ha aprendido a protegerse por sí solo y a esconder sus secretos.  La sombra de los malos tratos hace que Olmo intervenga en su trayectoria.  De ese encuentro, y del asesinato que juntos cometen, surge un viaje de redención, una huída hacia delante en busca de respuestas que creen posible encontrar en la profunda Ucrania, donde Grisha podrá localizar a sus verdaderos padres.
 

El autor ha levantado una inquietante historia, dramática, sobrecogedora, dónde los personajes por el mismo hecho de ser atípicos, se nos hacen cercanos e identificables tanto en sus fuerzas como en sus debilidades.  Biurrun ha desarrollado un ejercicio narrativo encomiable a fuerza de intensidad, donde el lenguaje sin ser complejo ni rebuscado, fluye armonioso, imaginativo y poético.  El tiempo presente en boca de Olmo como narrador de la historia, nos da sensación de inmediatez y de agilidad, haciendo que los lectores nos sintamos más cerca de los conflictos que lastran al protagonista.

 

Es un verdadero deleite ir pasando las páginas de este libro, un perfecto regalo para el lector ávido de sensaciones, de metáforas, de espectros y de experiencias psicológicas, de bellas imágenes y de recónditas identidades.  Los elementos fantásticos que trabaja el autor se convierten en exclusivas herramientas que permiten adentrarnos en la mente del personaje.  Los aspectos del thriller mantienen la tensión narrativa hasta resolver la trama.  Las reflexiones del narrador nos abren al profundo abismo de las carencias.  En definitiva, el autor nos demuestra sobradamente su capacidad para mezclar géneros rompiendo los esquemas que los delimitan, para hacer una escritura de calidad, para practicar una literatura de riesgo de la que se ha convertido en referente obligado.     

 

Entrevista:

 

P.- ¿Dónde está el germen que te impulsó a escribir esta novela?
Es difícil de determinar.  Fueron como varias ideas que de repente hicieron conexión en mi cabeza.  Estaba por un lado, la idea de la biblioteca como lugar donde no ocurre nada, pero podría ocurrir.  Así, imaginaba una biblioteca pública infantil en la que por la noche, quizás un niño se esconde debajo de la mesa para escapar de ciertos fantasmas.  Y por otro lado, estaba una idea que me rondaba la cabeza desde hace tiempo, y que estaba relacionada con el escenario de Chernóbil y lo que allí aconteció.
El reto era conjugar esas ideas tan dispares y extremas.  El hecho de que el niño fuese de origen ucraniano y que su pasado estuviese unido a Chernóbil, me resolvió el asunto.  Me permitía también tratar el tema de los liquidadores, esos bomberos y soldados del ejército ruso,  a los que,  vestidos con uniformes absolutamente precarios e inútiles, casi literalmente obligaron a limpiar el reactor de los trozos de grafito esparcidos tras la explosión; recibieron tal dosis de radiación, que ya prácticamente estaban sentenciados.

 

P.- Tu novela no es un texto fácil de ubicar en algún género, pero ¿cómo la catalogarías tú?
La batalla de las etiquetas es algo que doy por perdido.  Catalogar un libro creo que es un esfuerzo inútil que a mí no me corresponde.  Aunque tampoco estoy muy seguro de a quien corresponde, quizás al librero, pero tampoco sé si esa es su obligación.
La hibridación de géneros es a priori un posible suicidio comercial.  Moverse entre varios géneros es algo muy difícil de explicar tanto a auditores y distribuidores, como a libreros y lectores.  La única salida (como para todos los libros en general) que realmente se presenta, es que ese texto funcione como un buen libro, con calidad literaria.  Y a partir de ese momento, sin etiquetas, se abra a todo tipo de lectores.  Ese es realmente el objetivo.  Si es un buen libro para qué quieres ponerle más apellidos.  De todas formas, cuando manejas elementos fantásticos o de thriller, la tentación de ponerle la etiqueta es difícil de resistir.  Pero considero que es más importante que el resultado global sea un buen libro, que el hecho de responder a las pautas de un género determinado.

 
P.- El escondite de Grisha una novela tensa, de personajes al límite, de las que se agarran al pecho y a veces incluso incomoda su lectura.
El objetivo siempre es emocionar, como dices tú, coger del pecho al lector.  Y eso es más difícil que asombrarle por la vía de lo extravagante o usando los recursos del suspense.  Lo difícil realmente está en conseguir que el lector se implique emocionalmente con los personajes.  
El crítico D. Panadero, definió mi novela como una narración sentimental, pero no en el sentido amoroso.  Y es verdad porque lo que se cuenta principalmente es la evolución emocional de dos personajes afectados por una serie de traumas del pasado, y por una serie de fenómenos inexplicables.  Traumas con los que cualquier lector puede sentirse reflejado: Grisha está buscando la verdad sobre sus padres reales, y Olmo que busca identificar sus propias emociones para así poder llegar a gestionar su vida.

 

Foto página web Editorial Salto de Página

P.- ¿Crees que en estos días de crisis, este tipo de lectura puede enganchar al lector, que una posible catarsis puede llegar a servir de revulsivo?
Una historia dramática como ésta puede servir precisamente para olvidarse de la angustia y del estrés diarios.  Como en toda historia, aquí el objetivo fundamental es que el lector se ponga en la piel de otras personas enfrentadas a dramas y conflictos brutales para de alguna forma llegar a esa catarsis.  Por eso precisamente, en los momentos de crisis y de mayor angustia, yo creo que estas novelas es cuando tienen más cabida.  De hecho, a mí no me interesa demasiado el concepto de novela social.  Sí creo que la narrativa cumple cierto papel a nivel más psicológico que social, en el sentido de ayudar a formar el carácter del propio lector.  A través de experiencias ajenas, de la empatía con los personajes, aprendemos a gestionar nuestras emociones.  Es un poco lo que le sucede a Olmo en el libro, aprendemos a poner nombre a los sentimientos y así fortalecer nuestro carácter.  Y aunque no me gusta mucho la moralina evidente, nos ayuda a decidir lo que está bien y lo que está mal.  En ese sentido, la narrativa cumple un papel fundamental.

 

P.- Escrita en presente ¿buscas hacer la historia más cercana?
Me gusta mucho el efecto que produce el uso de ese tiempo verbal.  Te lo lleva todo como a un primer plano inmediato, que en principio puede facilitar la conexión del lector con la historia y los personajes.  Me gusta experimentar y no ir a lo trillado.  Intento buscar cierta originalidad, tanto en los argumentos como en el estilo, una perspectiva nueva en la forma de contar las historias, y para eso es fundamental el lenguaje.  Soy un escritor muy lento, me puedo tirar con un párrafo una semana, pero me gusta que cada página tenga un valor en sí misma, y eso incluye por tanto, trabajar con el lenguaje y con los tiempos narrativos más allá de la pura acción.

 

P.- Olmo es un tío raro… Grisha es un niño extraño y cruel…  Difícil empatía con el lector.
La jugada más arriesgada del libro es precisamente conseguir la empatía con el personaje de Olmo, sobre todo porque él es el narrador en primera persona de la historia.  Y además, es un narrador afectado por el síndrome de alexitimia, que le impide poner nombre a los sentimientos.  Es por tanto, un narrador incomodísimo para mí como escritor.  Y para el lector supone un esfuerzo añadido el dar crédito a un hombre que además se reconoce como un mentiroso compulsivo.  El primer planteamiento es que no puedes fiarte de lo que dice ni de cuales son sus intenciones.  Y ahí es donde yo el pido al lector que no ceje y que siga al lado de los personajes.  Con el papel de Grisha la empatía es más inmediata.  
Buscaba, incluso físicamente, el contraste entre los personajes:  dos tipos de personas que parecen no tener nada en común, pero cuya sociedad, amistad es lo realmente interesante.  Espero que el lector entre en esa pareja, la siga, aún sin entenderla por completo, porque si eso no funciona, entonces no funciona la novela.

 

P.- Novela de secretos y profundas desazones.  ¿Estamos ante unos personajes en busca de redención?
En el caso de Olmo es clarísimo.  Él busca una redención sobre todo consigo mismo, perdonarse por lo que hizo.
En el caso de Grisha, el viaje tiene otros matices, es más como una llegada a la madurez, el proceso que para un niño supone ir descubriendo la verdad sobre su propia identidad, sobre quien es a través del misterio de sus padres.
En los dos conflictos personales existe una dinámica interesante.

 

P.- Eres un escritor de personajes muy bien dibujados y de diálogos muy bien medidos.  ¿Qué debe tener un personaje para que resulte atractivo?
Me gusta que los protagonistas tengan por un lado una gran fortaleza, y por otro, una gran debilidad.  Deben ser heroicos en el sentido de ser los únicos capaces de resolver cierto conflicto, pero por otro lado deben estar lastrados por contrariedades.  En el caso de Olmo son evidentes los problemas psicológicos, y en el caso del niño estamos ante problemas de soledad, se siente marginado y desconoce casi todo sobre su pasado.
Es a través de esa dualidad como el lector puede llegar a identificarse con los personajes y a compadecerse de ellos.  Al final estamos hablando fundamentalmente de compasión.

 

Foto página web 451 Editores.

P.- Tu escritura es cruel y sensible al mismo tiempo, se saborea, hasta la sangre pareces notarla entre los dientes… Te vales de recursos poéticos para alcanzar un alto nivel narrativo.
Es casi inevitable.  Cuando escribes temática fantástica o juegas con algún elemento fantástico, siempre llega un momento que te tienes que inventar un lenguaje, o una forma de escribir una escena, o de explicar como reacciona un personaje ante algo que es imposible.  Y ahí tienes que jugar con tus intuiciones y darle la vuelta al lenguaje.  
David Roas utiliza una expresión que a mí me gusta mucho, y es la de los operadores de confusión, como esas estrategias lingüísticas que usamos los escritores fantásticos para nombrar lo innombrable, para hablar de las cosas que no existen en la realidad.  Y desde luego que la prosa poética se presta muchísimo a eso.  Lo alegórico, lo metafórico, se convierten en herramientas fundamentales.  Puedes escribir al mismo tiempo algo hermoso y escalofriante.
Para mí es un referente clave, Ray Bradbury que supone la mezcla perfecta de fantasía y poesía.

 

P.- Trama oscura y obsesiva.  ¿Puede ese viaje catártico convertirse en un camino sin retorno?
Lo que pongo en cuestión con este libro es que la redención no tiene porque ser completa, o a lo mejor no es como uno realmente espera.  El hecho de haber completado un camino, no significa que al final vayas a ser feliz sabiendo la verdad sobre ti mismo, puede que no sea la verdad que a ti te gusta.  Yo no prometo felicidad al final del viaje, pero sí verdad.

 

P.- ¿Eres más de escritura intuitiva o de trabajo estudiado?
Hay una frase de David Lynch que tengo pegada en el ordenador que dice: debemos abandonarnos a nuestra intuición, sabemos más de lo que creemos.  Aunque claramente hay algunas películas de este director que no hay por donde cogerlas porque se ha abandonado demasiado a su intuición.
A la hora de escribir me gusta mucho dejarme llevar por intuiciones.  No me gusta hacer un mapa preciso de lo que voy a escribir, ni siquiera un esquema detallado.  Esto puede conducir a veces a una vía muerta, a un callejón sin salida.  Sin embargo, escribir dejándote guiar por la intuición, tiene como resultado una narración más viva y más parecida a la vida real, incluso haciendo fantasía.  No me interesa hacer novelas milimétricas porque creo que se pierde aire, se pierde esa viveza, esa sensación de realidad.  Una situación inesperada puede convertirse así en un capítulo importante, en el núcleo más dramático de la novela.

 

P.- ¿Los premios son importantes para labrarse un camino en el mundo editorial?
Creo que sí, aunque sea dando pequeños pasos.  Te sirven como gancho para ciertas apariciones en prensa.  Y la gente cuando busca un libro se quiere agarrar a cualquier tipo de garantía, y un premio lo es, una garantía de valor, de calidad.

 

P.- ¿Cómo animarías a esas personas que aún no han leído tu libro a que lo hicieran?
Esta es una pregunta difícil porque eso de venderse a uno mismo es complicado.  Lo que pasa con esto, es que no creo demasiado en las recomendaciones ni en la persuasión.  Creo que a la mayoría de la gente lo que le gusta es descubrir los libros por sí mismos.  Y encontrarse mi libro por casualidad, sin tener referencias, puede funcionar mejor, que si yo aquí le explico en plan slogan porque le va a encantar mi libro.  Lo que yo recomendaría a alguien es que si se tropieza alguna vez con mi libro, que lo hojee, que se deje llevar y que decida intuitivamente.  Y que no tenga miedo a experimentar.

 

P.- ¿Nuevos proyectos a la vista?
Aunque El escondite de Grisha está todavía caliente, ya estoy escribiendo una novela que no puedo describir ni etiquetar porque aún está en el horno.  Sí puedo decir que seguiremos por estos terrenos sin señalizar de lo fantástico y lo psicológico.

 

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