Favoritos 2011
Por Equipo Cómic.
Llega el momento de dejar un año atrás y siempre nos asalta la necesidad de echar la vista atrás. Es común al ser humano hacer balance y borrón y cuenta nueva para el nuevo año, pero también lo es querer llevarnos los recuerdos de aquello que nos hizo disfrutar y emocionarnos.
Por eso, porque los recuerdos son lo que nos deja el pasado para afrontar el futuro, todo el equipo de Cómic deseamos que dibujantes, historietistas y editoriales se rompan esa cabeza este nuevo año 2012 y editen y creen grandes obras para que los lectores podamos seguir alimentando nuestra alma, sedienta, de imágenes e historias que nos reconforten años venideros.
Porque así fue en 2011:
Luis Daza
Lo mejor de 2011 tiene nombre de mujer: Ana, Cristina, Carla y Mireia, entre otras.
Siguen publicándose más libros de hombres, pero la calidad este año la lideran las mujeres. Cristina Vela con Medusas y Ballenas (Viaje a Bizancio Ediciones), una maravillosa pirueta estética y onírica, Mireia Perez y su primera entrega de La Muchacha Salvaje (Sins Entido), Ana Miralles en su mejor momento profesional borda Muraqqa’ (12bis) con Emilio Ruiz, un libro excepcional dentro y fuera de nuestras fronteras, y Carla Berrocal que con El Brujo (Edicions de Ponent) nos brinda un despliegue gráfico único.
José A. Cartán
El héroe, David Rubín (Astiberri).
He de confesar que no consideraba a Rubín como uno de los grandes dentro del panorama nacional. A sus obras les faltaba grandeza y ambición, hasta hoy. El héroe no sólo es la epopeya de los imposibles trabajos de Heracles, sino la problemática de la ficción y la lucha contra el destino de uno mismo. El historietista gallego ha conseguido lo más difícil: salir victorioso de la que se presupone que es su obra más compleja hasta la fecha.
3, Calle de los misterios, Shigeru Mizuki (Astiberri).
A pesar de no considerarlo como el mejor cómic de Mizuki hasta la fecha, este honor se lo cedo al portentoso NonNonBa, sí creo que el autor japonés ha sido uno de los referentes de este año que termina. A través de los cuentos de fantasmas o yokai, el nipón plasma la relación que tienen sus gentes con lo sobrenatural mientras escarba en la intrahistoria de su pueblo. Mizuki continúa explorando el kwaidan, el más allá, tal y como un día lo hicieron sus compatriotas cineastas Shindo o Kobayashi.
Rubén Varillas
Cuadernos ucranianos, de Igort (Sins Entido).
Este 2011, el italiano nos ha despertado del sueño con todo un derechazo a la mandíbula de la conciencia social y la memoria histórica. En sus Cuadernos ucranianos, se encarga de despejar de un plumazo todas esas lecturas borrosas e indulgencias intolerables que desde occidente, en una época, se guardaron hacia los planes bolcheviques estalinistas y que, según el propio Igort, ayudaron a forjar “un culto a la personalidad del dictador incluso en Occidente“. En este trabajo (el resultado de un largo viaje de su autor por tierras ucranianas) el dibujante te trasforma en reportero, entrevistador e investigador, para ofrecernos la crónica histórica del genocidio que se perpetró en la antigua república soviética y que diezmó la población del ahora país independiente.
En su intento de socialización a sangre y fuego, entre 1931 y 1934 Stalin cerró las fronteras ucranianas y forzó la muerte por inanición de cientos de miles de habitantes. En Cuadernos ucranianos se describe ese horror de muerte, violencia y canibalismo y se hace con una doble fórmula visual: a través de las ilustraciones de Igort, para documentar los datos del genocidio, y mediante la reconstrucción comicográfica de las biografías de algunos de los supervivientes de aquella tragedia. Imprescindible, si queremos saber.
Frank, de Jim Woodring (Fulgencio Pimentel).
Durante mucho tiempo, Woodring ha sido un perfecto desconocido en nuestros país, si excluimos a internautas irredentos y locos de la importación postal. Una verdadera pena, porque, sin duda, Woodring ha sido y es uno de los verdaderos renovadores del underground en las últimas décadas.
No se equivoquen, no nos referimos a aquel underground transgresor y políticamente incorrecto, o al autobiografismo con mensaje social de la escuela Crumb, no, hablamos de ese otro underground que bebe de la distorsión, la alucinación lisérgica y la pesadilla surreal: los animales sabios de Woodring (Jim y este Frank que ahora nos llega) son personajes de cuento en un mundo de irrealidad mutante y dimensiones aleatorias. A través de sus viajes, andanzas y aventuras, sin embargo, el lector percibe una carga alegórica y un corazón de fábula adulta que, sutilmente, descubre el fracaso existencial y la injusticia socio-económica que envuelve, con un manto perverso, este mundo que nos ha tocado vivir. Por suerte, Frank sólo es un animalillo feliz que vive en un universo paralelo… ¿o nos estamos equivocando de cuento?
Guillermo Velasco
El azul es un color cálido, de Julie Maroh (Dibbuks).
Clementine vive una vida como la de cualquier chica adolescente. Un día se cruza con una pareja de chicas e intercambia la mirada con una de ellas, con el cabello teñido de azul celeste. En ese instante se da cuenta de que algo ha ocurrido dentro de si; se da cuenta de que no puede quitársela de la cabeza. Así se enfrenta a la ruptura entre lo “natural”, lo que “debería” y lo que realmente siente su corazón. Su relación se hace compleja e intensa, desnuda de artificios, moralinas y “finales felices”.
Su autora, Julie Maroh, sorprende con un debut de una calidad narrativa y artística fuera de lo común, uno de los cómics más destacables del año, y uno de los pocos que afronta el amor entre mujeres de una forma tan desgarradamente sincera como natural y optimista..
Sofía A.
Los opuestos simpre se atraen y así son dos cómics que a mí me han dejado una impresión visual que casi puedo palpar. No se trata de virtuosos del dibujo en su acepción más clásica. Se trata de dibujos que forman imágenes que me conmueven porque hacen que la historia que se cuenta tenga plasticidad y para mí esa es una experiencia única que da el cómic.
El vendedor de estropajos, de Fred Vargas y Edmond Budoin (Astiberri).
No es el primero que leo de este dúo tan maravilloso. Los cuatro ríos es otra pequeña maravilla creada a cuatro manos por ambos. Al final de El vendedor de estropajos, Boudoin reflexiona cómo las historias de Frderique le estimulan. Os dejo con una de esas perlas: “¿Cómo se puede mostrar que se puede respirar una ciudad? Y mostrar que puede ahogarnos de aburrimiento. Son preguntas que me gustan. Las intento resolver pero, como es natural, sólo me quedo en el intento”. Y añado: un muy buen intento que merece la pena que continúe explorando.
Chagall en Rusia, de Joann Sfar (451 Editores).
¿Podría contarse la historia de Chagall sin los dibujos de Sfar? Lo dudo. ¿Cómo os lo cuento entonces? Me sale hablaros de un Cristo amarillo, de un un circo de soldados asesinos, pero creo que no pillaréis nada. Mejor haceros con él. Aprovecho la ocasión para agadecer a 451 Editores la maravillosa idea de crear la colección ‘Novela gráfica’, que ya cuenta con tres títulos. Que veamos más y tan buenos en 2012.
¡Ah, y feliz 2012!