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No te signifiques (40)

Por Jorge Díaz.

 

Me dicen los amigos que no siga metiéndome con el deportista del Museo de Cera.

 

–         Es que te estás significando mucho.

 

–         Es que llevas ya dos semanas y empieza a oler.

 

–         Es que le has sacado ya todo lo que le tenías que sacar y corres el riesgo de aburrir.

 

–         Es que es un tema del que no tienes ni idea y estás quedando un poco en ridículo.

 

–         Es que no te atreves a decir nada que no hayan dicho ya hasta en el Hola.

 

–         Es que jugaba en el Barça y los del Barça mean colonia, ya lo dijo su beatífico jefe. (Esto no tiene nada que ver, pero fijaos en que Guardiola cada día se parece más a Gandhi, y no sólo físicamente).

 

Sé que es todo falso, que lo que pasa es que la gente sigue siendo monárquica.

 

–         No, los españoles no son monárquicos, lo que son es juancarlistas.

 

¿Hay una frase más falsa que esa? Sí, muchas, tampoco exageremos. El rey cae bien, es campechano y todo eso que dicen de él. Da la impresión de que se lo pasa estupendamente, de que está allí, viendo el desfile y pensando en sus cosas, en volver a casa y ponerse las zapatillas, en comerse el cocido, ver la tele un rato y echarse una buena siesta. Seguro que si le dan a escoger no cambia de empleo. La verdad es que tiene pinta de ser majete.

 

Pero eso no es bastante para mantener una monarquía. Lo que les salva es que a la gente le gusta que haya rey, que haya príncipes y princesas… Lo de las infantas nos gusta menos porque nos recuerda un poco al cuadro de Velázquez, el de las meninas, y entonces las hacemos un poco de menos. Y lo de infantes no nos suena bien, seamos sinceros. No nos imaginamos que a un hombre hecho y derecho haya que llamarle Infante, así que nos alegramos de que nuestro príncipe e improbable futuro rey no tenga hermanos. Yo creo que por eso el rey les dio los ducados a sus hijas y sus maridos, para no tener que llamar a dos tipos tal altos infantes: infante Iñaqui, infante Jaime…

 

Me hacía ilusión esperar al discurso de nochebuena – esto lo estoy escribiendo el día antes – y criticarlo. Pero no sé qué dirá. Apostaría a que su majestad no va a hablar del caso que nos interesa a todos, el de su pariente.

 

–         Españoles, la reina y yo hemos decidido que este año el mensaje lo lea el chaval, que está muy crecido y a mí me da la risa.

 

–         Españoles, la reina, mi yerno y yo hemos decidido aplazar el mensaje al día 28, que es el de los Inocentes. A ver si se le pega algo.

 

No, eso no lo va a decir. O lo mismo sí, lo mismo ahora que se ha abierto la veda él también entra a saco y hace chascarrillos a cuenta del yerno.

 

–         Que decían que jugaba al balonmano y jugaba al talonmano.

 

Dejar espacio para que las Risas de España no impidan escuchar el próximo chiste… (¿Marcarían esto en el guión?)

 

Esto ha sido muy malo, quizá los que creen que debo cambiar de tema tienen razón. Con la de juego que daba, con la de maldades que aparecían cada día, que leer el periódico era como ver Dallas con un J.R. incontrolado (sí, ya sé que los menores de cuarenta no tienen ni idea de quién era J.R., pero él y Sue Ellen son míticos, eso sí que era una Familia Real).

 

Así que se acabó el yerno para mí, no vuelvo a hablar de él a no ser que se descubra algo realmente sabroso, un cadáver en el armario, cosa que tampoco me extrañaría. En sentido figurado, claro está. La monarquía, si de mí depende, se ha salvado.

 

–         La monarquía no corría peligro por tu culpa.

 

–         No subestimes, aquí contamos todos. Y cada uno de ellos tiene un solo número de DNI, lo mismo que yo. El verdadero problema es que eso se le ha olvidado a alguno.

 

Además, ésta es la última columna del año, dejemos que con ella muera la versión republicana del “no te signifiques”.

 

A cambio de dejarlo, voy a pedir un favor a mis compañeros de Culturamas. ¿Sería posible no poner ninguna broma el día de Santos Inocentes? Desde la infancia he sufrido una terrorífica vergüenza ajena cuando veía las noticias falsas supuestamente graciosas de los medios de comunicación. Observar a aquellos adultos escribiendo tonterías y buscando las que habían escrito otros adultos en la competencia me retiró la confianza en el género humano y no me ha permitido recuperarla. Lo agradezco de antemano.

 

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