De la fama al olvido
Por José Luis Muñoz.
El mundo del séptimo arte es muy cruel con los suyos. Y no hablo sólo de las actrices, que ya se sabe que, salvo contadas excepciones de adaptación, cuando cumplen años van siendo apartadas y sus teléfonos enmudecen porque nadie las contrata. También ocurre con los directores de cine, con creadores que estuvieron rabiosamente de moda, cuyas películas, en un determinado momento, fueron muy vistas. y luego se desvanecieron en el olvido. El tiempo es el crítico más implacable y no lo compra nadie.
Pocos se acordaban de Ken Russell cuando el 27 de noviembre pasado aparecía en la prensa un breve obituario. Ni siquiera se le citaba en los programas de cine. No sé si habrá merecido algún párrafo laudatorio en las revistas especializadas.
Durante décadas este director británico, con una aureola bien cultivada por él mismo de rebelde y provocador, cosechó éxito tras éxito con una filmografía que siempre estuvo ligada al escándalo desde sus primeras películas. En la forma, y en el fondo, sus filmes irreverentes marcaron toda una década, la de los setenta, sobre todo, con su temática sexual y una delirante manera de reinventarse el género musical. De él son las singulares biografías de músicos clásicos como Tchaikowski (The music lovers (1970)), Mahler (Mahler (1974)), Listz (Listzomanía (1977)) y modernos como Tommy (1975) que contó con The Who. Su cine chirriaba a conciencia y rozaba, cuando no se hundía en él, el mal gusto. Ken Russell, sin freno porque público y crítica se le rendía, se desmelenaba y ofrecía al espectador imágenes delirantes y desvergonzadamente kitsch en donde vertía sus obsesiones sexuales y religiosas. Con The Devils (1971) abordaba la represión sexual en el seno de la iglesia adaptando una obra de Aldous Huxley y contando con la interpretación de Vanesa Redgrave y Oliver Reed, uno de sus actores fetiche al que se esforzó en darle brillo y terminó muriendo a causa de su alcoholismo durante el rodaje de Gladiator (2000) de Ridley Scott.
En los 80 el cine de Ken Russell deja de fascinar y sus salidas de tono de hacer gracia a los espectadores. Ghotic (1986), sobre la creación de Frankenstein, la rueda al mismo tiempo que Gonzalo Suárez su Remando al viento (1988), siendo infinitamente superior la del asturiano. En La pasión de China Blue (1984) vuelve al cine escandaloso, que tan buenos réditos le había dado en la década anterior, contando con la presencia de un Anthony Perkins, en uno de sus últimos papeles, como enloquecido predicador, y una Kathleen Turner en sus últimos destellos antes de convertirse en actriz secundaria. Y a partir de ahí una serie de filmes anodinos, muchos de los cuales ni siquiera se estrenaron en España, en donde ya no se le permitía epatar.
De toda la filmografía de este autor rebelde y que dio tanto que hablar me quedo con una de sus primeras películas, una buena adaptación de una novela de un autor que siempre bordeó el escándalo, D.H. Lawrence, y que se llamó Women in love (1969), y de ese filme romántico sobre el amor y la muerte selecciono una secuencia que, aún hoy, causa cierto impacto: la lucha, ante el fuego de una chimenea, entre Alan Bates y Oliver Reed completamente desnudos sigue siendo turbadora.
* José Luis Muñoz es escritor. Una de sus últimas novelas es Llueve sobre La Habana (La Página Ediciones, 2011)