Entrevista a Javier Moro: premio Planeta por "El imperio eres tú"
Por Benito Garrido.
Fotografías de Pablo Álvarez.
A propósito de su última novela, El imperio eres tú, con la que ha ganado la LX edición 2011 del prestigioso Premio Planeta de Novela, hemos entrevistado al escritor Javier Moro.
Javier Moro (Madrid, 1955) ha colaborado desde muy joven en medios de prensa nacionales y extranjeros. Ha trabajado como investigador en varios libros de Dominique Lapierre y Larry Collins. Coproductor y guionista de las películas Valentina y Crónica del alba, ambas basadas en la obra de Ramón J. Sender. Es autor de Senderos de libertad (1992), El pie de Jaipur (1995), Las montañas de Buda (1998), Era medianoche en Bhopal (2001), en colaboración con Dominique Lapierre, y El sari rojo (2008). Su novela Pasión india (2005), la historia de la bailarina española que se casó con el maharajá de Kapurthala, ha sido uno de los grandes éxitos de crítica y ventas de los últimos años en España, y traducida a diecisiete idiomas. Moro se ha forjado en la literatura de viajes casi desde adolescente, influido por el hecho de residir en sitios diferentes. Es lógico que con estos antecedentes el autor reivindique los libros que permiten al lector viajar, vivir otros mundos, otras vidas.
El imperio eres tú. Javier Moro. Editorial Planeta, Barcelona 2011. 553 páginas. 21,50 €
Lo que nos cuenta Javier Moro en su novela es la palpitante vida de Pedro I, el que fue, con solo 23 años, el primer emperador de Brasil, un hombre que marcó la historia de dos continentes y que luchó toda su vida por la libertad. Una historia que comienza en 1808, justo cuando Juan VI de Portugal, asustado por lo que Napoleón estaba haciendo en España, decide exiliarse con toda su familia a sus posesiones de Brasil.
Diez años después, su hijo Pedro y futuro heredero, se había convertido en el perfecto representante de un país de contrastes. En su corta pero agitada vida, Pedro será prisionero de sus pasiones. Juerguista, mujeriego y desmedido, las mujeres marcarán su vida y se convertirán en su salvación y también en infortunio: desde su inteligente esposa, Leopoldina de Austria, hasta la sensual amante Domitila de Castro. En un tiempo convulso de continuos cambios, Pedro tendrá que tomar las riendas de un gobierno, hasta ahora lejano, debido a sus profundas ideas liberales. Primero será regente junto a su esposa, y después, aconsejado por ella, el emperador que rompa definitivamente con la metrópoli y declare Brasil una nación libre e independiente. Con la belleza exuberante del trópico como escenario, asistiremos al nacimiento de una gran nación.
La armonía del lenguaje, el estudiado desarrollo de los personajes y la carnalidad de las descripciones, junto a una exhaustiva labor de documentación histórica, dan como resultado una obra que posee tanto el atractivo de las novelas de aventuras, como el rigor que exige cualquier amante de la Historia. Desde los datos cotidianos hasta las consecuencias políticas, pasando por los amores o las batallas emprendidas por Pedro, la historia transita entre lo íntimo y lo público, lo privado y lo oficial, creando el cuadro completo de una época.
A través de la biografía de Pedro I de Brasil, asistimos a la historia de todo el siglo XIX, desde el romanticismo como visión estética del mundo, al cambio de régimen y mentalidad que supuso el paso del absolutismo al liberalismo. Una historia real mucho más fascinante que cualquier ficción, porque transmite en cada línea la autenticidad, la pasión y la intriga de unos hechos que realmente cambiaron el mundo.
Entrevista:
P.- De narrar historias de mujeres ahora se pasa a la de un hombre… rodeado de mujeres. ¿Cómo surge la idea de novelar la vida de un personaje tan importante en la Historia con mayúsculas, pero a la vez tan poco conocido en nuestro país? ¿Qué le atrajo de él?
No solo en nuestro país, hasta en Portugal es un desconocido, y eso que era portugués, bueno, medio español medio portugués. Yo viví en Brasil dos años, y escribiendo Senderos de libertad, me enteré de la existencia de Pedro I. Al principio pensé que habría muchos libros escritos sobre esta figura, un padre fundador de la patria, pero luego me di cuenta que los libros que había escritos eran sobre todo libros de historia. No había uno solo que contase aquella gesta fantástica, que cubriese no solo la historia de Pedro, sino también la de su familia. Una familia que huyendo de Napoleón, se fue de Lisboa a Brasil, arrastrando con ellos a toda la élite de Portugal, casi un 10% de la población. Huyeron en barcos de vela, en una horrenda travesía de cuatro meses que les llevó hasta Bahía. La reina (española) Carlota Joaquina de Borbón llegaba con un turbante a la cabeza, que sorprendió a las brasileñas, como si de una nueva moda europea se tratase. Lo que no sabían es que lo llevaba para ocultar su cabeza rapada al cero debido a la cantidad de piojos que había cogido en el barco. Los naturales de allí tenían otra imagen de una familia real, no un grupo de personas hambrientas, delgadas, con caras demacradas, ropas de invierno raídas. De ahí fueron a Río de Janeiro que fue donde instalaron la corte, convirtiendo lo que originariamente era un poblacho en la capital de in imperio: hicieron teatros, un museo, una biblioteca nacional. La familia entera se enamoró del trópico, de la vida, los paisajes, la gente. De tal forma que luego ya no quisieron volver a Portugal. Yo me centro sobre todo en contar la historia del hijo de esta familia, Pedro I, que llegó a ser emperador de Brasil con solo 23 años.
P.- De la India (su anterior libro) a Brasil. ¿Qué te atrae tanto de otros países que no encuentres aquí?
A mí me gusta mucho viajar. Para mí un libro es una oportunidad de salir, de meterme en otro mundo, en otra sociedad, de explorar. Ya tendré tiempo de escribir sobre España cuando esté en una silla de ruedas y solo me pueda acercar a la Biblioteca Nacional por documentación. Mientras pueda viajar y entrar en esos otros mundos tan atractivos, tan exóticos, pues lo voy a hacer porque es lo que me gusta.
P.- En el trasfondo está la forja de un gran país como Brasil, en aquel momento colonia portuguesa. ¿No le parece que a los españoles nunca nos ha interesado mucho el mundo luso?
No, y es una pena. Reivindico la idea de Saramago de hacer la península ibérica una federación ibérica. No tiene sentido esta separación. La historia de Portugal es fascinante, tanto como lo es la historia de España. Como es nuestro vecino, quizás más débil, no le prestamos mucha atención. Ellos sí que saben más de nosotros. Es un poco lo que pasa también con Francia y España, aunque ahora los franceses ponen más empeño en conocernos.
P.- Pedro I se proclamó emperador, pero que en su base tenía arraigadas profundas ideas liberales. ¿No resulta un poco ilógico?
Era un personaje único en su época porque había muy pocos monarcas liberales, dispuestos a ceder parte del poder al pueblo. Y él intuyó, por rebeldía al principio, que el viento de la historia soplaba a favor de la democratización. El hecho de que fuese emperador no es un hecho de autocracia, al contrario, ya que un emperador es aclamado por el pueblo, mientras que un rey es puramente hereditario. Él quería quitarse el marchamo de rey para tener el respaldo del pueblo. Eso solo se conseguía proclamándose emperador con el apoyo de ayuntamientos y otras muchas instituciones. Y ese apoyo lo consiguió gracias a la intervención de la masonería que alentó aquel plebiscito.
P.- Pedro I venía de la rama de los Borbones, pero ¿era el típico Borbón? ¿Y realmente era tan mujeriego como aparece en su novela?
Sí y no. La madre, Carlota Joaquina, borbona hermana de Fernando VII, era una mujer tremenda. Él tenía rasgos borbones. Siempre se ha dicho que los Borbones eran muy ligones, y éste lo era. Era mujeriego a un nivel inconcebible, necesitaba tener relaciones sexuales constantemente, no podía vivir sin ello. Llegó a controlarse un poco cuando tuvo que buscar segunda esposa, ya que ninguna mujer querría casarse con alguien que fuese tan picaflor. Y aún así, fue bastante fiel a esa segunda mujer, la francesa Amélie du Beauharnais. Pero cuando estuvo solo, no pudo evitar liarse incluso con una monja en las Azores a la que le hizo su último hijo. Para él era fácil conquistar a las mujeres en un país donde era el emperador. Su conflicto íntimo, lo que le resultaba realmente difícil, era que se enamorasen de él como persona. Las mujeres quedaban pasmadas, impresionadas, pero no enamoradas.
P.- ¿De dónde viene el título de su novela?
Es una parte de la conversación que Pedro tiene con su padre, cuando está en otro conflicto: ser hombre o ser monarca. Es un hombre que enamorado de una bailarina francesa, tiene que casarse con Leopoldina, archiduquesa de Austria. Él no quería, y es entonces cuando su padre le dice: tú puedes amar como un hombre, pero te tienes que casar como un príncipe, porque el imperio eres tú.
P.- Antes me comentabas que este libro es una historia novelada.
Yo hago una distinción: novela histórica es lo que ha hecho por ejemplo Pérez Reverte en El asedio, urdir una trama con personajes de ficción puestos en un contexto histórico muy bien documentado, yo lo que hago es distinto, aquí no hay personajes de ficción y no hay una trama de ficción, es la historia puesta en escena, dramatizada e interpretada por mí, con diálogos inventados por mí, siendo lo más fiel posible a la realidad documentada. Yo he trabajado con un pie en la documentación y otro en la magia de ponerme en el lugar de un personaje como este, e intentar verlo todo a través de sus ojos.
La historia no es una ciencia exacta, es siempre una aproximación. Yo sé más o menos como fueron los hechos, el diálogo no creo que fuese exacto, pero probablemente tuvo que ser algo parecido. No pretendo que sea un reflejo exacto de la historia, por eso está novelado, pero a veces con la novela llegas antes a la verdad de cómo fue lo ocurrido. Un libro histórico que tenga muchos datos y fechas, difícilmente te transmitirá el olor de un país, el sufrimiento que tenía ese hombre, el amor de Leopoldina por su marido, el ruido del mar… He intentado contar por dentro lo que los historiadores han contado por fuera, llegar a la verdad de lo que fue por la literatura.
P.- ¿Tiene uno que ser disciplinado y constante en el proceso creativo de una novela como esta?
Siempre cuesta mucho escribir un libro así. Estuve un año y pico investigando y luego escribiendo casi dos años. En el fondo, todo es eso: ser disciplinado y constante. Talento, un 2%, el resto es trabajo.
P.- ¿Qué primas más en tu obra, que sea entretenida, que tenga precisión histórica o que resalte su calidad literaria?
Yo intento aunar las tres cosas. Intento pulir cada frase, trabajar mucho cada párrafo. Intento conseguir una calidad literaria que sea lo más fiel posible a la documentación, y al mismo tiempo que tenga una especie de magia que atrape al lector, y que me atrape a mí sobre todo, porque si no me gusta a mí, no lo doy por válido. No puedes tampoco escribir pensando en lo que le guste a la gente, porque entonces estaríamos ante la receta para el desastre. ¿Quién sabe lo que le gusta a la gente? Si eso se supiera, cualquiera podría ser escritor o director de cine.
P.- ¿Para cuando un libro de viajes?
Nunca he hecho libros de viaje. Siempre he viajado para investigar con la idea de hacer libros que cuenten una historia concreta. A lo mejor un día me da por hacer un libro de viaje, pero no te sé decir cuando, no me lo he planteado todavía.
P.- ¿No le apetece volver a trabajar con su tío el escritor Dominique Lapierre?
Sí hombre. Siempre estamos colaborando. He colaborado en su último libro sobre Sudáfrica, hice una investigación en Ciudad del Cabo que me llevó a residir allí un par de meses. Aunque Dominique está ahora mucho más volcado en su acción humanitaria en la India que en escribir. Pero, si se tercia sí que haría otro trabajo con él, por supuesto.
Él es hermano de mi madre. Y al principio, cuando yo comenzaba a escribir, los editores me propusieron que firmase con mi segundo apellido Lapierre para vender más libros. A mí me parecía un poco ridículo. ¿Quién va a comprar un libro porque seas el sobrino de D. Lapierre? Nadie.
P.- ¿Cómo se vive un premio como este (600M euros, 200M ejemplares)? ¿Cambia la vida?
Todavía no te lo puedo decir. Solo que la promoción es estupenda. Yo creo que llegas a un público lector mucho más amplio ya que estamos ante un premio muy integrado en la vida española. El premio Planeta lo conoce todo el mundo, hasta en los pueblos donde la gente no lee, y eso es lo verdaderamente importante.
P.- Tras un premio así, ¿puede uno ya olvidarse de la polémica sobre derechos de autor / piratería?
En cuanto a la problemática de los derechos de autor, es algo que no se debe olvidar nunca, porque o se implementa la ley Sinde o corremos hacia el desastre. Aquí tenemos que ponernos a la par con Estados Unidos o Inglaterra. Es fundamental defender los derechos de autor, sino es atentar contra la libertad, es acabar escribiendo para el mecenas de turno que suele ser el poder. Sería volver hacia atrás. Y la actual ley es lo único que tenemos ahora mismo para defender esos derechos, aunque le pese a los cibernautas. La ministra ha tenido que enfrentarse a muchas barreras y ha tenido un papel muy duro. Yo la admiro mucho y le agradezco lo que ha hecho por nosotros. Ahora lo que hay que hacer es poner en marcha esa ley.
P.- ¿Qué autores o literaturas te han influido más? ¿Qué es lo último que has leído?
Como he estudiado en el Liceo francés, tengo mucha influencia de la literatura francesa del siglo XIX. Descubrir a Zola con su escritura de denuncia, fue algo fantástico. Y también me influyeron mucho las lecturas de juventud: London, Conrad, Salgari, Verne, incluso Tintín. Realmente los devoraba. Luego ya vas creciendo, conoces otros mundos, lees a la generación del 98, a Pío Baroja, Juan Ramón Jiménez, Ramón J. Sénder. También a los autores americanos como Mailer o Collins, el nuevo periodismo. En resumen, un batiburrillo un poco ecléctico. Me gusta un poco de todo.
Lo último que he leído ha sido Los enamoramientos de Javier Marías y me ha encantado.
Javier muchas gracias por tu tiempo y tus palabras.
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