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The Killing, tras la estela de Twin Peaks


Por José A. Cartán
Muchos son los que han otorgado a The Killing el calificativo de rookie o sleeper del año, una serie que sin hacer demasiado ruido se ha convertido en el fenómeno televisivo de la temporada. No obstante, no se puede decir que The Killing sea un torrente de innovación y originalidad, ya que se basa en la serie televisiva danesa Forbrydelsen. Debido al éxito que ésta ha cosechado, y sigue cosechando en Dinamarca, la cadena AMC se propuso hacer el remake norteamericano de la misma. Remake, esa divina palabra que eriza el vello de cualquier amante de lo visual y que en la última década se ha establecido como uno de las fórmulas más escabrosas para sacar tajada.
 
La primera temporada de The Killing consta de un total de 13 episodios que transcurren a lo largo de ese mismo número de días y que remarcan así el componente de veracidad, en tiempo real, que lleva la serie desde sus comienzos. El caso que lleva el dúo protagonista de la serie, los agentes Sarah Linden y Stephen Holder, se centra en el asesinato de una adolescente hallada muerta en un pantano de las inmediaciones de Seattle. La estructura narrativa se centra en dos focos principalmente; por un lado, la investigación policial y la búsqueda de posibles sospechosos por parte de los policías y, en segundo plano, la campaña política de Darren Richmond, hombre que aspira a ser alcalde de la ciudad. Los dos cuadros se simultanearán a lo largo de toda la temporada en un juego de conspiraciones, miradas sesgadas y secretos que alberga cada uno de los personajes de la serie.
 
El hecho de que The Killing sea un remake de Forbrydelsen es un serio lastre para las aspiraciones de la primera. La única diferencia que reside entre ambas es, como se presupone, el componente interpretativo (habría que remarcar que el reparto de la serie americana posee unos movimientos más rudos y una dureza estética y psicológica que atrae de manera más efectiva que los rasgos puramente ingenuos de la serie danesa), ya que todo lo demás es una copia indiscriminada de su antecesora; misma atmósfera, mismos giros narrativos, mismos planos y misma banda sonora. Es decir, una pérdida de tiempo para los que ya conocen la serie de la que bebe insaciable The Killing. Sin embargo, todo se quedaría en un simple remake, otro más, si no fuera porque Forbrydelsen existe no gracias a la destreza de sus guionistas, sino al director norteamericano David Lynch y su Twin Peaks. El asesinato de Laura Palmer a principios de la década de los 90 supuso algo más que asistir semana tras semana a la excentricidad y al onirismo de aquellos personajes que vagaban entre la frontera de Estados Unidos y Canadá. La serie televisiva del director de Eraserhead fue un golpe de autoridad, un knockout en toda regla, hacia aquellos que creían que la televisión no podía ser receptor del arte.
 
Si The Killing era fiel servidora y deudora de Forbrydelsen, ésta última lo es de Twin Peaks. Debido a este juego de referentes, es inconcebible no tener en cuenta su origen para poder analizar las vertientes de las que emana. Si algo chirría en la serie de AMC no es solo el hieratismo de sus personajes principales, la virilidad de Sarah Linden se va viendo reforzada según transcurren los capítulos, ni la existencia de algunos capítulos de relleno, ni que la historia simultánea del alcalde nos haga entrever, debido a su coexistencia con el caso principal a lo largo de los 13 capítulos, que hay gato encerrado y que algo se nos oculta, sino que la ciudad de Seattle, como protagonista asfixiante que debería ser, se convierte en un mero testigo de lo que acontece a los personajes. Los espacios abiertos de la trama no hacen otra cosa que evidenciar que The Killing es otra serie más de crímenes, un re-remake de Twin Peaks y un sucedáneo de thriller televisivo. Eso sí, con días grises y mucha lluvia.
 
Es frustrante contemplar cómo, solo y únicamente, cuando la serie se adentra en la oscuridad más ancestral, la que reside en los bosques y en las afueras de la magna urbe, consigue crear en el espectador un mínimo, pero intenso desasosiego. Aun así, los productores están demasiado aferrados a su herencia visual como para que el producto final resulte sorprendente. Si la huella de Forbrydelsen no aparece en forma de soundtrack o de idéntico plano, ya se encarga el eco de Twin Peaks de asolar las humildes pretensiones de sus guionistas en forma de secretos inconfesados por parte de sus protagonistas, que ofrecerán al espectador escenas ya vistas en el pasado, tramas demasiado evidentes. ¿Será casualidad que un capítulo de la serie se titule “El Diablo” teniendo en cuenta que en Twin Peaks la maldad se alzaba más allá de los árboles?

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